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domingo, 16 de noviembre de 2014

Julio Sanguinetti: " El peligro de la peronización no es un invento nuestro "



por  Julio Sanguinetti

El Batllismo, como ideología, mantiene intacto su prestigio en la sociedad uruguaya y ello hace que el Frente Amplio (heterogénea mezcla de socialistas, comunistas, maoístas, tupamaros y algunos despistados demócratas cristianos) trate de vestir su eficaz entrevero populista bajo ese prestigioso manto. Desgraciadamente, algunos calificados periodistas han popularizado esa falacia, engañados por el éxito electoral del Frente Amplio, que es en lo único que se parece a la trayectoria del Batllismo.

Quien observe los hechos con serenidad, advertirá -como bien lo decía el Dr. Hebert Gato en su columna de “El País”- que “pese a las mutaciones ideológicas que atravesó la izquierda, es su fuerte antiliberalismo el que aun lo domina”, lo que “pone en juego diferentes valoraciones sobre el individuo, las clases sociales, el constitucionalismo, las garantías de los derechos y las formas futuras de convivencia social”. Partimos de una diferencia esencial: mientras el Batllismo es un desarrollo progresista de la idea liberal, el Frente Amplio proviene de corrientes autoritarias, hoy endulzadas por el éxito, que afloran sin embargo a cada momento.

Si el Frente Amplio participara de una concepción realmente democrática no podía tener a Cuba o Venezuela como paradigmas; no votaría a sabiendas leyes inconstitucionales; jamás podría sostener que la política está por encima de la ley (Presidente Mujica) o que las mayorías parlamentarias no importan porque las leyes se sacan con la “gente en la calle” (Senadora Topolansky). Por supuesto, tampoco podría ignorar –como ha hecho ostensiblemente- el valor de dos referéndum ratificatorios de una ley pacificadora, que ha sido dejada de lado con tortuosas interpretaciones.

El primer peronismo, o el kirchnerismo actual, sí que se emparientan con esas actitudes despreciativas del Estado de Derecho. Con ellos, por otra parte, coincide claramente en la idea corporativa con la cual un sindicalismo de Estado comparte el poder con los gobernantes electos y maneja fondos públicos como si fueran privados. Lo ocurrido en la salud y en la vivienda, es definitivo al respecto. Rápidamente, el sindicalismo uruguayo usurpó espacios del Estado y -casi instantáneamente- vio corromperse a varios de sus dirigentes, circunstancia hoy en manos de la -Justicia.



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