1 semana de Cristina en el Otamendi, ¿gobiernan Máximo, Zannini y Parrilli?
por Claudio Chiaruttini
El kirchnerismo intenta que pase casi desapercibida una situación que no lo es: la Presidenta de la Nación, líder de un movimiento ultraverticalista y quien toma todas absolutamente todas las decisiones del Estado Nacional, se encuentra internada desde hace 1 semana.
La información acerca de su situación verdadera es imprecisa, pero el Mundo K pretende que a nadie le resulte, por lo menos, preocupante.
La internación se sucede a otras que ya ha cumplió la viuda de Néstor Kirchner: en el Hospital Escuela Austral y en el Hospital Favaloro.
A su vez, el Mundo K intenta que Amado Boudou, el vicepresidente de la Nación, ni aparezca en escena. Colmado de denuncias judiciales, es mejor que ni aparezca aún cuando es el N°2 en términos institucionales.
Todo esto es muy raro...
Cristina Fernández cumple 1 semana de internación sin información precisa sobre su posible alta, con la perspectiva de otros 10 días de reposo luego de su salida del Sanatorio Otamendi, con comunicados que informan poco y nada de la salud presidencial; y un comportamiento peculiar de la Casa Rosada y la militancia kirchnerista que crean la sensación de que el Gobierno construye las circunstancias para una salida anticipada del poder, al tiempo que utiliza intensamente su capacidad legislativa y fuerza política para imponer la agenda diseñada en la Quinta de Olivos.
En 12 años, el kircherismo ha sabido usar las artes del engaño y el convencimiento de la opinión pública, construyendo el “relato” de una realidad que no existe, de una historia que nunca ocurrió y repartiendo culpas y perdones en forma ideológicamente seleccionada. No sólo hablan de “otra Argentina”, de “otra historia”, de “otra realidad”; han articulado las acciones presidenciales, las declaraciones de funcionarios, legisladores y militantes, financiado “intelectuales orgánicos”, creando canales de televisión y sostenido diarios, revista, películas y documentales cimentando el nuevo articulado ideológico. En ese sentido, el kirchnerismo no sólo es un proyecto político, es un proyecto de poder, un proyecto ideológico, un proyecto discursivo, un proyecto histórico y un proyecto sociocultural.
Mil críticas se pueden hacer del Gobierno de Raúl Ricardo Alfonsín. También se pueden citar mil alabanzas. Sin embargo, muchos radicales han construido la teoría del “Golpe Económico”contra el mandatario de Chascomus para explicar la sucesión inmensa de errores económicos que se cometieron desde 1986 hasta 1989. Incluso, el famoso “Golpe Financiero” también ha sido usado como excusa para explicar el retiro adelantado del poder, liberando de culpa o responsabilidad a los funcionarios de esos años.
En el kichnernerismo pasa exactamente lo mismo. Desde que comenzaron a no poder ocultarse las distorsiones económicas, los efectos de las medidas erróneas o los fracasos de las estrategias aplicadas, Cristina Fernández y sus funcionarios comenzaron a tejer una trama que tiene como centro un argumento que explica todos las culpas señaladas: una conspiración de las corporaciones contra un Gobierno que hace todo bien, que beneficia a los pobres, castiga a los ricos y que sólo quería hacer una Argentina “nueva”, tal como decía el viejo peronismo, “justa, libre y soberana”.
Exactamente la misma estrategia aplicó Néstor Kirchner para construir su poder.
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Cristina Fernández cumple 1 semana de internación sin información precisa sobre su posible alta, con la perspectiva de otros 10 días de reposo luego de su salida del Sanatorio Otamendi, con comunicados que informan poco y nada de la salud presidencial; y un comportamiento peculiar de la Casa Rosada y la militancia kirchnerista que crean la sensación de que el Gobierno construye las circunstancias para una salida anticipada del poder, al tiempo que utiliza intensamente su capacidad legislativa y fuerza política para imponer la agenda diseñada en la Quinta de Olivos.
En 12 años, el kircherismo ha sabido usar las artes del engaño y el convencimiento de la opinión pública, construyendo el “relato” de una realidad que no existe, de una historia que nunca ocurrió y repartiendo culpas y perdones en forma ideológicamente seleccionada. No sólo hablan de “otra Argentina”, de “otra historia”, de “otra realidad”; han articulado las acciones presidenciales, las declaraciones de funcionarios, legisladores y militantes, financiado “intelectuales orgánicos”, creando canales de televisión y sostenido diarios, revista, películas y documentales cimentando el nuevo articulado ideológico. En ese sentido, el kirchnerismo no sólo es un proyecto político, es un proyecto de poder, un proyecto ideológico, un proyecto discursivo, un proyecto histórico y un proyecto sociocultural.
Mil críticas se pueden hacer del Gobierno de Raúl Ricardo Alfonsín. También se pueden citar mil alabanzas. Sin embargo, muchos radicales han construido la teoría del “Golpe Económico”contra el mandatario de Chascomus para explicar la sucesión inmensa de errores económicos que se cometieron desde 1986 hasta 1989. Incluso, el famoso “Golpe Financiero” también ha sido usado como excusa para explicar el retiro adelantado del poder, liberando de culpa o responsabilidad a los funcionarios de esos años.
En el kichnernerismo pasa exactamente lo mismo. Desde que comenzaron a no poder ocultarse las distorsiones económicas, los efectos de las medidas erróneas o los fracasos de las estrategias aplicadas, Cristina Fernández y sus funcionarios comenzaron a tejer una trama que tiene como centro un argumento que explica todos las culpas señaladas: una conspiración de las corporaciones contra un Gobierno que hace todo bien, que beneficia a los pobres, castiga a los ricos y que sólo quería hacer una Argentina “nueva”, tal como decía el viejo peronismo, “justa, libre y soberana”.
Exactamente la misma estrategia aplicó Néstor Kirchner para construir su poder.
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