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sábado, 8 de noviembre de 2014

Joseph Pérez considera probado que la debilidad económica del s.XVII y XVIII español no tiene nada que ver con su catolicismo



 «Ningún historiador puede sostener que el protestantismo es la religión del progreso»
- Joseph Pérez (*)

(*) Historiador, Premio Príncipe de Asturias de Humanidades 2014


“Ningún científico digno de este nombre, ningún historiador, puede sostener hoy que la religión protestante es la religión del progreso”, afirmaba recientemente Joseph Pérez, en una entrevista al poco de conocerse que ganaba el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2014.

Joseph Pérez (Laroque-d’Olmes, Francia, 1931),francés hijo de valencianos, es un historiador que ha profundizado en el s.XVI y XVII español y ha escrito sobre Carlos V, el cardenal Cisneros, Teresa de Jesús, Fray Luis de León, Lope de Vega, la revuelta comunera, la Inquisición, el judaísmo español…

Cuando dice que no se puede “sostener hoy que la religión protestante es la religión del progreso” no quiere decir que el cristianismo protestante actual sea especialmente contrario a la mejora social. En realidad, se está refiriendo a un debate antiguo sobre historia… la idea de que el despegue económico, técnico y cultural de Occidente en el s.XVI se deben al protestantismo, como si el protestantismo tuviera elementos generadores de riqueza y beneficios sociales que el catolicismo no aportara. Es una idea que da por refutada.

“Usted me preguntaba si en Trento España se equivocó de Dios”, comenta en unaentrevista en Mas.Asturias24.es. “Opino que no es un hecho histórico, sino lo que han forjado ciertos ideólogos. Ningún científico digno de este nombre, ningún historiador, puede sostener hoy que la religión protestante es la religión del progreso”.

Y plantea: “¿Dónde nació el capitalismo? A ver, ¿dónde nació el capitalismo? ¡En Italia, en la Edad Media, en el siglo XIV! En Florencia, en Venecia, en lugares en los que no había un solo luterano y en los que sin embargo nacen las casas de cambio, las compañías de comercio, el gran movimiento de capital y de crédito. Por lo queno se puede decir que una nación católica, por ser católica, quede perjudicadadesde el punto de vista económico”.

Economía sin hablar de religión

¿Cómo surgió la idea de que “el progreso económico, la tolerancia, la técnica, la ciencia, nacen en las naciones protestantes”?

Joseph Pérez lo explica así: “A principios del siglo XX con Max Weber, que establece una relación entre el protestantismo y el capitalismo basada en su impresión de que el capitalismo había nacido en zonas preferentemente protestantes, y es cierto que las naciones que en Trento siguieron fieles al catolicismo romano cayeron en el atraso. Esto le toca a España, pero no como tal España, sino como nación católica. Lo mismo se dice de Francia, de Italia y de Portugal: son naciones católicas y, por lo tanto, naciones atrasadas”.

“Pero, mire”, señala Pérez, “en los años veinte Earl J. Hamilton, un historiador estadounidense de la economía, escribió un enorme tratado sobre la economía española desde la Edad Media hasta finales del siglo XVIII, gracias al cual es considerado uno de los mejores especialistas en la materia. Pues bien, si uno lee esa obra, descubre que no hay ninguna alusión ni a la Inquisición, ni a los judíos, ni a Trento, ni al catolicismo, igual que no la hay en el clásico de Julius Klein sobre la Mesta. Es decir: se puede escribir una historia económica de España sin aludir para nada a temas religiosos”.

Es cierto que en la España del siglo XVI y XVII no despegó una economía capitalista moderna, pero Pérez da por probado que no se debió a nada relacionado con la religión ni la cultura católica.

“La respuesta que Hamilton se da a la pregunta de por qué no hubo capitalismo moderno en España es que ello tuvo que ver con la diferencia entre la curva de los precios y la curva de los salarios. Para que haya capitalismo es necesario que haya acumulación de capital, y la acumulación de capital es la diferencia entre la curva de los salarios y la de los precios, pero en España esas curvas se superponen. En España, en el siglo XVI, los precios son muy elevados, pero también lo son los salarios. Se paga muy bien. Se paga tan bien que los españoles no es que no quieran trabajar, sino que no quieren trabajar por salarios bajos, y como los empresarios españoles no están dispuestos a pagar salarios altos acuden a los moriscos o a inmigrantes franceses que ganan tres o cuatro veces lo que ganarían en Francia. En el siglo XVII sucede lo contrario que en el XX, cuando los españoles emigran a Bélgica, Suiza o Alemania. Los franceses venían a ganarse la vida a España, donde antes faltaban jornaleros que jornales. Como usted ve, en todo este análisis no entra ni la religión, ni Trento, ni la misa, ni el confesionario”.

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