La beligerante resistencia interna al Papa
Por Roberto Bosca
El reciente sínodo de obispos puso en evidencia una creciente oposición a Francisco, impulsada por conservadores que creen que ha venido a destruir la Iglesia
Juan Pablo II, te quiere todo el mundo", coreaban las multitudes enfervorizadas en torno a Karol Wojtyla. El papa Francisco es más popular todavía que su antecesor. Pero ¿le podrían gritar a él algo parecido? Jorge Bergoglio, junto a su innegable impacto en las masas, aun en los no cristianos, es mirado hoy como piedra de escándalo.
El reciente sínodo de los obispos terminó de poner las cosas en blanco sobre negro. Marcó un punto de ignición. La oposición a Francisco, presente desde el mismo momento de su elección, aparece -desde vertientes diversas- cada vez más con mayor nitidez y fuerza. El hervor de la crispación ha subido a la superficie de una manera no sólo inocultable, sino hasta restallante en el panorama de la actualidad católica.
Si bien sólo ahora el núcleo duro de la resistencia ha tomado una posición ostensible y desembozadamente beligerante, este rechazo visceral asaltó muchas mentes y corazones de sensibilidad conservadora desde el mismo instante en que la sonriente figura del hasta entonces cardenal Bergoglio, revestido con los atributos del pontificado, se dibujó enmarcada en el balcón de la basílica de San Pedro.
Los ejemplos se multiplican con rasgos elocuentes: "Sentí un escalofrío aterrador", se ha animado a confesar sin eufemismos, al recordar ese momento, el columnista de uno de los numerosos sitios de Internet donde se parapeta -como en las catacumbas- el núcleo duro tradicionalista.
Para esas personas, el Papa ha venido a destruir la Iglesia Católica; así de contundente. Pero eso no es todo: el histerismo opositor parece no tener límites, ni aun en la ortodoxia que ellos dicen defender, como el delirio de rezar para que "el Señor se lo lleve cuanto antes".
Puede aducirse que se trata de ese tipo de personalidades encerradas en cenáculos ínfimos. Pero, en todo caso, estos ejemplos muestran hasta qué punto se ha conformado en la congregación de los fieles de la mayor iglesia cristiana una forma de entender el mensaje religioso como una ideología de la fe (en este caso, hacia la derecha, como antes lo fue hacia la izquierda) completamente separada del mensaje evangélico. No hace falta decir que la religión se pervierte por este camino, transformándose en una verdadera caricatura de sí misma.
Los papas de siglos anteriores, hostigados por un racionalismo agnóstico, fulminaban con excomuniones el pecado del mundo
De todos modos, más allá de esas patologías siempre presentes en todas las creencias religiosas, lo que resulta indisimulable es que, sin llegar a tales extremos, han aparecido en escena toda una multitud de fieles un tanto confundidos, o al menos desconcertados e incluso escandalizados por un sorprendente y peculiar estilo pontificio.
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El problema del Papado de Francisco no es ni de caridad, ni de verdad, sino de claridad
Eulogio López - eulogio@hispanidad.com
Don Roberto: haga usted una encuesta entre sus próximos. Bastaría con dos preguntas sobre lo que ha dicho el Sínodo sobre estas dos cuestiones: 1.- ¿Los divorciados y vueltos a casar pueden comulgar? 2.- ¿La homosexualidad está admitida por la Iglesia? Y si no hay un 50% de católicos que respondan positivamente a ambas me como mis palabras.
Curioso artículo el de Roberto Bosca, en el diario argentino La Nación, titulado: “La beligerante resistencia interna al Papa”. Bosca es un eminente abogado, que fue decano de la facultad de Derecho de la Universidad Austral, regida por el Opus Dei.
Es un artículo rápido, incisivo, en defensa del Papa Francisco y contra los ‘tradicionalistas’ que le agobian. Y tiene razón en parte: he leído críticas durísimas al Papa, ya no sólo faltas de caridad sino hasta de sentido común.Los católicos estamos para rezar por el Papa y para defender al Papa, no para criticarle y mucho menos para injuriarle. No somos maestros sino discípulos, y es el docente quien juzga, no el discente, que está para aprender.
Pero sí me ha gustado la intención, no el desarrollo. Ocurre que en la apología siempre se deslizan juicios, que perjudican, más que alaban, al homenajeado. Por ejemplo, el final: viene a decir el doctor Bosca que quienes censuran a Francisco no comprenden que es jesuita. Hombre, don Roberto, esto recuerda aquello de los tres grandes enigmas del catolicismo: cuántas congregaciones femeninas existen, cuánto dinero tiene un salesiano y qué piensa un jesuita.
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