Venezuela: lo que no se ve
por Álvaro Vargas Llosa
Se habla en Venezuela -y algunos mentideros se hacen eco de ello en el extranjero- de una pugna entre civiles y militares del chavismo...
En realidad, las cosas son más complejas, pero en lo inmediato Maduro y el núcleo civil sienten una necesidad de legitimarse ante el estamento militar
El domingo pasado, el Vicepresidente de Venezuela, Nicolás Maduro, anunció en una alocución desde La Habana que se habían producido “complicaciones” tras la nueva intervención quirúrgica relacionada con el cáncer de Hugo Chávez. Al día siguiente, los rumores de que Chávez había muerto y las conjeturas sobre el destino incierto de la “revolución bolivariana” se enredaron en la lengua de miles de venezolanos y latinoamericanos que brindaban por el nuevo año.
Lo realmente importante en la alocución de Maduro es que se trató de un ejercicio político orientado a controlar la sucesión y, por tanto, del inicio formal de la lucha por el poder en el post chavismo. Ello, independientemente de que Chávez pueda o no asumir el mando el 10 de enero para empezar su cuarto gobierno.
Lo esencial de la presentación de Maduro no estuvo en sus palabras, sino en la puesta en escena: lo acompañaban la hija mayor de Chávez (Rosa Virginia); el esposo de ésta y joven ministro de Ciencia y Tecnología, Jorge Arreaza; y la mujer del propio Maduro, Cilia Flores, Procuradora General de la República. Se trata del actual núcleo civil del chavismo. En la hora dramática, ese núcleo civil les decía a Venezuela y al estamento militar de la revolución: “Mandamos nosotros”. La legitimidad en la que Maduro asentaba su mensaje venía, por supuesto, del anuncio que el propio Chávez había hecho un mes antes, al nombrarlo sucesor. La familia de Chávez (hija y yerno) y el delfín y su esposa estaban dirigiéndose a Venezuela desde La Habana, lo que encerraba el doble mensaje de que son las personas más cercanas tanto al presidente internado en un hospital de la isla como al régimen de Raúl Castro, factor determinante del poder en Caracas.
Lo realmente importante en la alocución de Maduro es que se trató de un ejercicio político orientado a controlar la sucesión y, por tanto, del inicio formal de la lucha por el poder en el post chavismo. Ello, independientemente de que Chávez pueda o no asumir el mando el 10 de enero para empezar su cuarto gobierno.
Lo esencial de la presentación de Maduro no estuvo en sus palabras, sino en la puesta en escena: lo acompañaban la hija mayor de Chávez (Rosa Virginia); el esposo de ésta y joven ministro de Ciencia y Tecnología, Jorge Arreaza; y la mujer del propio Maduro, Cilia Flores, Procuradora General de la República. Se trata del actual núcleo civil del chavismo. En la hora dramática, ese núcleo civil les decía a Venezuela y al estamento militar de la revolución: “Mandamos nosotros”. La legitimidad en la que Maduro asentaba su mensaje venía, por supuesto, del anuncio que el propio Chávez había hecho un mes antes, al nombrarlo sucesor. La familia de Chávez (hija y yerno) y el delfín y su esposa estaban dirigiéndose a Venezuela desde La Habana, lo que encerraba el doble mensaje de que son las personas más cercanas tanto al presidente internado en un hospital de la isla como al régimen de Raúl Castro, factor determinante del poder en Caracas.
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....a este factor de poder en el que se asienta Maduro se añaden otros dos: Cuba y el gigante petrolero. Con respecto a lo primero, adviértase que a lo largo del chavismo no hubo nunca un solo “cuadro” revolucionario que oficiara de puente entre Caracas y La Habana.
El que ejerció esa función por más tiempo fue Adán Chávez, pero de un tiempo a esta parte ha sido Maduro la pieza a la que el castrismo ha percibido como la mayor garantía de continuidad.
Un importante empresario venezolano, que conoce muy de cerca el proceso mediante el cual Maduro se ha convertido en “el hombre de La Habana” y que no es enemigo del régimen, me asegura que la conversación entre Castro y Chávez con respecto a la idoneidad del actual vicepresidente lleva más de un año, y que el anuncio estuvo minuciosamente planeado por ambos gobiernos.
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