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viernes, 11 de enero de 2013

El populismo utiliza la demagogia pero apunta a obtener el poder, usando sobre todo las "masas marginales disponibles", fácil presa de la seducción "reivindicativa".


El Populismo Siglo XXI

por Washington Beltrán Storace

La salud del presidente Chávez es complicada: una infección pulmonar y una insuficiencia respiratoria han aparecido luego de la última intervención quirúrgica por un tumor que no se logra controlar. El deseo es que logre recuperarse, apostamos a la vida; que vuelva al escenario político y reciba allí la invitación a retirarse por parte del pueblo venezolano, cansado de sus manipulaciones y el deterioro de su país al que lo ha llevado este Socialismo (Populismo) Siglo XXI. Que sean la democracia y las instituciones las que le digan que se vaya.

Chávez es el creador del Populismo Siglo XXI, una mezcla explosiva de demagogia y populismo tradicional. Lo ha convertido en un mal, peligroso y contagioso que amenaza a la región; opera sobre la base de la mentira y el engaño y golpea implacable en las sociedades, las mangonea, las corrompe y transforma en enfermos terminales a las democracias y a los sistemas republicanos de gobierno.

Tiempo atrás escribí una columna titulada justamente, "Demagogia y populismo", donde apunté a describir cómo operan estas lacras en la vida de los pueblos, cómo logran infiltrarse y deteriorar la calidad institucional de una nación. Hoy vuelvo a hacerlo para que la gente tome conciencia de lo que ha sido y han hecho Chávez y sus apóstoles.

La demagogia se manifiesta de manera verbal. Mediante argumentos engañosos busca mostrar como cierto algo que no lo es y para ello apela a los defectos propios de la naturaleza humana como la credulidad, la ambición, la disposición al menor esfuerzo para obtener logros y la debilidad ante la lisonja. El populismo utiliza la demagogia pero apunta a obtener el poder, usando sobre todo las "masas marginales disponibles", fácil presa de la seducción "reivindicativa". El líder populista es una deformación del viejo caudillismo, porque busca lograr el ascenso y el reconocimiento popular, aunque no a través de su valía, sino por el embuste: les hace creer que ejerce el poder en beneficio del pueblo, aunque la verdad es que actúa imbuido de una feroz megalomanía y una desmedida ambición de absolutismo.
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