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miércoles, 29 de mayo de 2013

Una entrevista de hace 43 años que no ha perdido actualidad

Tarancón: "Jamás, y por razón alguna, se involucrará la Iglesia en opciones temporales"

por Antonio Aradillas

"Las tendencias diversas en la Iglesia son signos de
 su crecimiento y de su vitalidad"

De vuelta de Roma, celebrado el Sínodo (a. 1970), y por iniciativa del mismo Cardenal don Vicente Enrique Tarancón, entonces arzobispo de Toledo, le hice una larga y sustanciosa entrevista para el periódico "Pueblo" en el que yo trabajaba, cuya síntesis merece ser reproducida como ferviente homenaje a uno de los personajes más importantes de la historia de la Iglesia española en los últimos tiempos.

Adelanto tan solo que lo declarado por él, da la sensación de haberlo hecho hoy, o hasta "pasado mañana", por la actualidad que entraña, por su estilo y su contenido:

. "Los sacerdotes han se darse mucha prisa para renovarse y deponer posturas agrias y polémicas que, con su intransigencia, puedan provocar escisiones en la Iglesia"

. "La Iglesia hasta ahora se nos había presentado como defensora de la fe, y en los tiempos presentes aparece como peregrina, con una dimensión más dinámica"

. "La Iglesia, como tal, no está para apoyar, ni para derrocar formas de Gobierno. Está para colaborar generosamente con la autoridad, a la búsqueda del bien común. Me reafirmo, y me reafirmaré siempre, en la idea, de que jamás, y por razón alguna, se involucrará la Iglesia en opciones temporales".

. "Todas las personas, "contestatarias" o no, tienen siempre abiertas las puertas a mi amistad y a mi afecto".

. "Los sacerdotes y obispos que no logren conectar directamente con los seglares, vivirán de espaldas, o al margen de la Iglesia"´.

. "España no estaba preparada para el Concilio Vaticano. Este nos cogió de sorpresa".

. "El mundo se ha secularizado y los sacerdotes no acaban de encontrar en él su puesto. Se hallan desconcertados y desengañados. Por su condición y carácter, apenas si pueden ya ser líderes, y entonces sufren la atormentadora tentación de conseguir su liderazgo"

. "En las fórmulas y en los ritos, se pone todavía el acentuadísimo acento de la Iglesia, y no en la integridad de la vida. Esto explica que católicos, y no católicos, estimen que la Iglesia es cosa de obispos y curas, considerándola como algo ajeno a ellos mismos".

. "El obispo ha dejado de ser "excelencia", "prerrogativa" y "honor", para ser una persona al servicio de todos. Por eso no se concibe un obispo en su palacio".

. "El sacerdote necesita encontrarse con el mundo. Y en él, será ministro de la esperanza".

. "Las tendencias diversas en la Iglesia son signos de su crecimiento y de su vitalidad. No cabe en ella pesimismo. Este es espurio en su planteamiento."

"Urge cada día más responsabilizar a los fieles en su obligación de subvenir al sostenimiento decoroso de la Iglesia: de sus ministros y de sus obras"

. "La Iglesia deja libertad de opciones políticas, siempre que en cualquier régimen se salven los derechos naturales y las leyes morales".

. "Los justos deseos y criterios del Pueblo de Dios habrán de ser recabados y expresados, también en el nombramiento de los obispos".

. "A los sacerdotes secularizados hay que prestarles ayuda material y espiritual, además de la comprensión que necesitan en esos momentos para afrontar sus dificultades".

. "Para realizar el misterio de Cristo, se ha de potenciar todo lo humano, sin inútiles dicotomías entre el orden natural y el sobrenatural, integrado en la totalidad del hombre".

. "El margen de libertad de expresión en la Iglesia, es ancho. No puede ser cerrado, ni rígido. Aún las mismas posturas consideradas por algunos como un tanto "extremas" pueden abrir caminos espléndidos en la Iglesia. Ninguna voz puede acallarse en la misma".

. "Quiero que el diálogo con todos sea una de mis devociones más predilectas".

El Cardenal don Vicente Enrique Tarancón, sin pensar que algún día hicieran rimar su apellido con "paredón", fuma tabaco negro, muy negro. Y lo hace parsimoniosamente. Con fruición muy natural, y hasta algo sobrenatural. De ello pudiera haber dado testimonio el entonces Cardenal Luciani, después efímero Papa Juan Pablo I. Partidario del club de fútbol "Atletic de Bilbao", Mons. Tarancón me confirma que "esta temporada el club está haciendo una buena campaña" y que "por cierto me prometieron ponerme la insignia del club, pero aún no la han hecho. ¿Cuál fue el último resultado?".

Me informo de que al Cardenal le gusta mucho la música y de que, cuando está de mal humor, lo espanta tocando el piano. "Ya siendo párroco de Villarreal, cuando los feligreses me oían tocarlo, comentaban cual podría ser la razón de mi mal humor pasajero. Apenas si veo la televisión, pero me gustaría ver la retransmisión de algún partido. Me apasiona el teatro". Me refiere que Juan Ramón Jiménez es su poeta y que leer a Azorín es una de sus debilidades literarias...

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Comentando frases del cardenal Tarancón de hace 43 años

 Luis Fernando 
 
Antonio Aradillas, sacerdote asturiano con una trayectoria progre-eclesial indudable, nos ha traído a la memoria en Religión Digital un buen número de frases del cardenal Tarancón sacadas de una entrevista que se le hizo en el diario Pueblo hace 43 años. Buena parte de nuestros lectores no había nacido todavía. Yo apenas tenía año y medio o dos años. El CVII estaba muy reciente y por tanto, nos sirve para hacernos una idea de cuál era el sentir del sector de la Iglesia representado por el purpurado, que por entonces todavía era arzobispo de Toledo y, por tanto, primado de España.
Comentaré todas las frases indicadas por el P. Aradillas:
“Los sacerdotes han se darse mucha prisa para renovarse y deponer posturas agrias y polémicas que, con su intransigencia, puedan provocar escisiones en la Iglesia”
Cisma lefebvrista aparte -en realidad muy pequeño a nivel numérico-, cuatro décadas después la Iglesia vive en un cisma de facto entre el sector progre-eclesial y los que son fieles al Magisterio de la Iglesia. Alguno se preguntará qué diría hoy el cardenal Tarancón, pero Mons. Guerra Campos nos da una pista al recoger en un artículo titulado “La confusión vista por los pastores". En el mismo, vemos lo que opinaba el cardenal una vez ya como arzobispo de Madrid:
Los momentos actuales de renovación son “propicios al confusionismo. Las llamadas de alerta (del Papa) han de hacernos reflexionar seriamente para no dejarnos llevar por novedades peligrosas". “Si en nuestros días se han hecho muy profundas… las divisiones… entre los católicos, es principalmente porque no aparece siempre (entre los ministros de Cristo) la unidad fundamental en la predicación del Evangelio… y en otras actividades pastorales… ¿Puede extrañarnos que los hombres desconfíen de nosotros, los sacerdotes, cuando colectivamente no sabemos mantener la fidelidad al sacerdocio de Cristo?”
(Cardenal Tarancón, arzobispo de Madrid).
Parece claro, ¿verdad?
Sigamos:
“La Iglesia hasta ahora se nos había presentado como defensora de la fe, y en los tiempos presentes aparece como peregrina, con una dimensión más dinámica”
Pregunto. ¿Acaso la condición de peregrina de la Iglesia es incompatible con su condición de defensora de la fe? ¿Qué tiene de malo hacer caso a la Escritura, que literalmente nos exhorta “a combatir por la fe, que, una vez para siempre, ha sido dada a los santos” (Jud 3)?
Hay dicotomías muy peligrosas.
Más:
“La Iglesia, como tal, no está para apoyar, ni para derrocar formas de Gobierno. Está para colaborar generosamente con la autoridad, a la búsqueda del bien común. Me reafirmo, y me reafirmaré siempre, en la idea, de que jamás, y por razón alguna, se involucrará la Iglesia en opciones temporales".
Conviene recordar que el cardenal dijo eso cuando en España todavía gobernaba Franco. Por otra parte, existe un amplio campo de actuación entre el cesaropapismo y el pasotismo hacia todo lo temporal.
Más:
“Todas las personas, “contestatarias” o no, tienen siempre abiertas las puertas a mi amistad y a mi afecto".
Muy bien. No es imposible ser amigo afectuoso de herejes.
Más:
“Los sacerdotes y obispos que no logren conectar directamente con los seglares, vivirán de espaldas, o al margen de la Iglesia"´.
Y viceversa, los seglares que no conecten con las enseñanzas conformes al magisterio de los sacerdotes y obispos, vivirán al margen de la Iglesia.
Más:
“España no estaba preparada para el Concilio Vaticano. Este nos cogió de sorpresa".
Viendo lo que ocurrió en el papado de Pablo VI tras el concilio, parece que esa afirmación valía igual para la Iglesia en todo el mundo. Menos mal que luego las aguas volvieron en parte a su cauce con Juan Pablo II.
Más:
“El mundo se ha secularizado y los sacerdotes no acaban de encontrar en él su puesto. Se hallan desconcertados y desengañados. Por su condición y carácter, apenas si pueden ya ser líderes, y entonces sufren la atormentadora tentación de conseguir su liderazgo”
Precisamente el error de muchos sacerdotes y religiosos ha sido secularizarse como lo hizo el mundo. Es decir, en vez de mantenerse fieles a su condición sacerdotal, se dejaron arrastrar por el tsunami secularizador. Las nuevas generaciones de sacerdotes empiezan a librarse de esa lacra.

Más:
“En las fórmulas y en los ritos, se pone todavía el acentuadísimo acento de la Iglesia, y no en la integridad de la vida. Esto explica que católicos, y no católicos, estimen que la Iglesia es cosa de obispos y curas, considerándola como algo ajeno a ellos mismos".
Me parece acertadísima la llamada a poner el acento en la integridad de la vida del católico. El sacramentalismo que no va acompañado de la disposición del fiel a dejarse guiar por la gracia, puede resultar estéril. No por el sacramento en sí, sino por la infidelidad del bautizado. Ahora bien, el asacramentalismo es mortal de necesidad. Por eso el actual Papa hace tantos llamamientos a llevar una vida sacramental adecuada.
Más:
“El obispo ha dejado de ser “excelencia", “prerrogativa” y “honor", para ser una persona al servicio de todos. Por eso no se concibe un obispo en su palacio".
A mí me parece que quienes sirven a los demás deben recibir la honra que les corresponde. “Pagad a todos lo que debáis, a quien tributo, tributo; a quien aduana, aduana; a quien temor, temor; a quien honor, honor” (Rom 13,7). Respecto a los palacios episcopales, digo yo que no es plan de dejarlos vacíos. Un obispo no es mejor obispo porque viva en un apartamento o en un palacio. Lo importante es que se implique en su labor pastoral. Da igual donde duerma.
Más:
“El sacerdote necesita encontrarse con el mundo. Y en él, será ministro de la esperanza".
El sacerdote necesita dar luz al mundo, evidentemente.
Más:
“Las tendencias diversas en la Iglesia son signos de su crecimiento y de su vitalidad. No cabe en ella pesimismo. Este es espurio en su planteamiento.”
Tampoco cabe el buenismo. Las tendencias diversas son buenas si no atentan contra la unidad de la fe. Monolitismo no. Pluralismo heterodoxo, tampoco.
Más:
“Urge cada día más responsabilizar a los fieles en su obligación de subvenir al sostenimiento decoroso de la Iglesia: de sus ministros y de sus obras”
Cien por cien de acuerdo. Ojalá llegue el día en que la Iglesia en España pueda decir al estado que no necesita la X de la declaración de la Renta. Aunque tampoco tiene nada de malo que los fieles puedan contribuir a sus sostenimiento dando ese porcentaje mínimo de sus impuestos.
Más:
“La Iglesia deja libertad de opciones políticas, siempre que en cualquier régimen se salven los derechos naturales y las leyes morales".
Frase clave. Sobre todo en boca de quien años después dijo que la Iglesia sabía que con la Constitución se abría la puerta al divorcio y el aborto y no se hizo nada para intentar evitarlo.
En el actual régimen democrático en España no se salva ni el derecho a la vida ni multitud de leyes morales. ¿Cómo debemos entender entonces las palabras del cardenal Tarancón? ¿tienen los fieles católicos libertad para defender el actual sistema?
Más:
“Los justos deseos y criterios del Pueblo de Dios habrán de ser recabados y expresados, también en el nombramiento de los obispos".
Eso no sería un problema si a ese pueblo no se le hubiera robado el “ethos” católico que le caracterizaba hace más de medio siglo. Hoy es tanta la confusión doctrinal y moral de buena parte de los fieles, que dejar en sus manos el nombramiento de obispos sería ahondar más en la crisis. Pero como declaración de principios estoy de acuerdo. Consultar al pueblo no es cosa mala.
Más:
“A los sacerdotes secularizados hay que prestarles ayuda material y espiritual, además de la comprensión que necesitan en esos momentos para afrontar sus dificultades".
¿Se hizo?
Más:
“Para realizar el misterio de Cristo, se ha de potenciar todo lo humano, sin inútiles dicotomías entre el orden natural y el sobrenatural, integrado en la totalidad del hombre".
No alcanzo a comprender lo que quería decir con “potenciar todo lo humano". Lo que sí sé es que llevamos mucho tiempo ignorando los efectos del pecado original sobre la naturaleza del hombre.
Más:
“El margen de libertad de expresión en la Iglesia, es ancho. No puede ser cerrado, ni rígido. Aún las mismas posturas consideradas por algunos como un tanto “extremas” pueden abrir caminos espléndidos en la Iglesia. Ninguna voz puede acallarse en la misma".
El margen de libertad de expresión en la Iglesia lo marcó perfectamente Pío XII en 1950. Eso de “aquí cabe todo” no vale. Busquen ustedes en la Tradición un solo ejemplo de santo, doctor o padre de la Iglesia que diga que el hereje tiene derecho a la libertad de expresión en el seno de la comunión eclesial. No lo encontrarán.
Más:
“Quiero que el diálogo con todos sea una de mis devociones más predilectas".
Es aquello de “hablando se entiende la gente". Está muy bien dialogar siempre que no se ceda a los principios fundamentales e irrenunciables. En ocasiones no hay más remedio que cortar por lo santo.
Acabo con otra cita del artículo de Mons. Guerra Campos sobre lo que estaba ocurriendo en la Iglesia años después de esas declaraciones del cardenal Tarancón:
“Acuden a nosotros padres justamente angustiados ante las enseñanzas de algunos profesores y educadores de sus hijos, a los que pervierten con doctrinas falsas, en vez de encauzar su mente y corazón en conformidad con las directrices de la Iglesia. A los que así procedan rogamos reflexionen en la presencia del Dios vivo, y piensen que cometen una injusticia y una traición imperdonable a la misión recibida de Dios”
(El Episcopado español, en una exhortación colectiva)
Hoy, casi medio siglo después, seguimos igual. A mis tres hijos se les ha enseñado auténticas herejías (marcionismo y negación del infierno) en clase de religión católica. Y ahí están los Masiá y Forcades de turno para demostrar que no miento.
Por eso es tan necesaria la existencia de un medio como InfoCatólica donde se publican artículos como estos:

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Homilía del Cardenal Tarancón 
en la Coronación de S.M. el Rey

Como documento histórico, con motivo del 34º aniversario de la Coronación de Su Majestad el Rey reproducimos aquí la homilía pronunciada por el entonces Cardenal Vicente Enrique de Tarancón durante el acto de consagración de la Corona en la Iglesia Parroquial de San Jerónimos el Real en Madrid:

Homilía en la Coronación
Pronunciada por el Cardenal Vicente Enrique Tarancón, en la Iglesia Parroquial de San Jerónimo el Real la mañana del 27 de noviembre de 1975

Majestades.
Excelentísimos señores de las Misiones Extraordinarias.
Excelentísimo señor Presidente del Gobierno.
Excelentísimo señor Presidente de las Cortes y del Consejo del Reino.
Excelentísimos señores.
Hermanos:
Habéis querido, Majestad, que invoquemos con Vos al Espíritu Santo en el momento en que accedéis al Trono de España. Vuestro deseo corresponde a una antigua y amplia tradición: la que a lo largo de la historia busca la luz y el apoyo del Espíritu de sabiduría en la coronación de los Papas y de los Reyes, en la convocación de los Cónclaves y de los Concilios, en el comienzo de las actividades culturales de Universidades y Academias, en la deliberación de los Consejos.

Y no se trata, evidentemente, de ceder al peso de una costumbre: En Vuestro gesto hay un reconocimiento público de que nos hace falta la luz y la ayuda de Dios en esta hora. Los creyentes sabemos que, aunque Dios ha dejado el mundo a nuestra propia responsabilidad y a merced de nuestro esfuerzo y nuestro ingenio, necesitamos de Él, para acertar en nuestra tarea; sabemos que aunque es el hombre el protagonista de su historia, difícilmente podrá construirla según los planes de Dios, que no son otros que el bien de los hombres, si el Espíritu no nos ilumina y fortalece. Él es la luz, la fuerza, el guía que orienta toda la vida humana, incluida la actividad temporal y política.

Esta petición de ayuda a Dios subraya, además, la excepcional importancia de la hora que vivimos y también su extraordinaria dificultad. Tomáis las riendas del Estado en una hora de tránsito, después de muchos años en que una figura excepcional, ya histórica, asumió el poder de forma y en circunstancias extraordinarias. España, con la participación de todos y bajo Vuestro cuidado, avanza en su camino y será necesaria la colaboración de todos, la prudencia de todos, el talento y la decisión de todos para que sea el camino de la paz, del progreso, de la libertad y del respeto mutuo que todos deseamos. Sobre nuestro esfuerzo descenderá la bendición de quien es el «dador de todo bien». Él no hará imposibles nuestros errores, porque humano es errar; ni suplirá nuestra desidia o nuestra inhibición, pero sí nos ayudará a corregirlos, completará nuestra sinceridad con su luz y fortalecerá nuestro empeño.

Por eso hemos acogido con emocionada complacencia este Vuestro deseo de orar junto a Vos en esta hora. La Iglesia se siente comprometida con la Patria. Los miembros de la Iglesia de España son también miembros de la comunidad nacional y sienten muy viva su responsabilidad como tales. Saben que su tarea de trabajar como españoles y de orar como cristianos son dos tareas distintas, pero en nada contrapuestas y en mucho coincidentes. La Iglesia, que comprende, valora y aprecia la enorme carga que en este momento echáis sobre Vuestros hombros, y que agradece la generosidad con que os entregáis al servicio de la comunidad nacional, no puede, no podría en modo alguno regatearos su estima y su oración. Ni tampoco su colaboración: aquella que le es específicamente propia. Hay una escena en los Hechos de los Apóstoles que quisiera recordar en este momento. La primera vez que, después de la Resurrección de Cristo, se dirigía San Pedro al templo, un paralítico tendió la mano hacia él pidiéndole limosna. Pedro, mirándole atentamente, le dijo: «No tengo oro ni plata, lo que tengo, eso te doy: en nombre de Jesús Nazareno, levántate y anda». El mendigo pedía una limosna y el Apóstol le dio mucho más: la curación.

Lo mismo ocurre en la Iglesia: son muchos los que tienden la mano hacia ella pidiéndole lo que la Iglesia no tiene ni es misión suya dar, porque no dispone de nada de eso. La Iglesia sólo puede dar mucho más: el mensaje de Cristo y la oración.

Ese mensaje de Cristo, que el Concilio Vaticano II actualizó y que recientes documentos del Episcopado Español han adaptado a nuestro país, no patrocina ni impone un determinado modelo de sociedad. La fe cristiana no es una ideología política ni puede ser identificada con ninguna de ellas, dado que ningún sistema social o político puede agotar toda la riqueza del Evangelio ni pertenece a la misión de la Iglesia presentar opciones o soluciones concretas de Gobierno en los campos temporales de las ciencias sociales, económicas o políticas. La Iglesia no patrocina ninguna forma ni ideología política y si alguien utiliza su nombre para cubrir sus banderías, está usurpándolo manifiestamente.

La Iglesia, en cambio, sí debe proyectar la palabra de Dios sobre la sociedad, especialmente cuando se trata de promover los derechos humanos, fortalecer las libertades justas o ayudar a promover las causas de la paz y de la justicia con medios siempre conformes al Evangelio.

La Iglesia nunca determinará qué autoridades deben gobernarnos, pero sí exigirá a todas que estén al servicio de la comunidad entera; que protejan y promuevan el ejercicio de la adecuada libertad de todos y la necesaria participación común en los problemas comunes y en las decisiones de gobierno; que tengan la justicia como meta y como norma, y que caminen decididamente hacia una equitativa distribución de los bienes de la tierra. Todo esto, que es consecuencia del Evangelio, la Iglesia lo predicará, y lo gritará si es necesario, por fidelidad a ese Evangelio y por fidelidad a la Patria en la que realiza su misión.

A cambio de tan estrictas exigencias a los que gobiernan, la Iglesia asegura, con igual energía, la obediencia de los ciudadanos, a quienes enseña el deber moral de apoyar a la autoridad legítima en todo lo que se ordena al bien común.

Para cumplir su misión, Señor, la Iglesia no pide ningún tipo de privilegio. Pide que se le reconozca la libertad que proclama para todos; pide el derecho a predicar el Evangelio entero, incluso cuando su predicación pueda resultar crítica para la sociedad concreta en que se anuncia; pide una libertad que no es concesión discernible o situación pactable, sino el ejercicio de un derecho inviolable de todo hombre. Sabe la Iglesia que la predicación de este Evangelio puede y debe resultar molesta para los egoístas; pero que siempre será benéfica para los intereses del país y la comunidad. Éste es el gran regalo que la Iglesia puede ofreceros.

Vale más que el oro y la plata, más que el poder y cualquier otro apoyo humano. Os ofrece también su oración, iniciada ya con esta misa del Espíritu Santo. En esta hora tan decisiva para Vos y para España, permitidme, Señor, que diga públicamente lo que quien es pastor de vuestra alma pide para quien es, en lo civil, su Soberano:

Pido para Vos, Señor, un amor entrañable y apasionado a España. Pido que seáis el Rey de todos los españoles, de todos los que se sienten hijos de la Madre Patria, de todos cuantos desean convivir, sin privilegios ni distinciones, en el mutuo respeto y amor. Amor que, como nos enseñó el Concilio, debe extenderse a quienes piensen de manera distinta de la nuestra pues «nos urge la obligación de hacernos prójimos de todo hombre». Pido también, Señor, que si en este amor hay algunos privilegiados, éstos sean los que más lo necesitan: los pobres, los ignorantes, los despreciados: aquellos a quienes nadie parece amar.

Pido para Vos, Señor, que acertéis, a la hora de promover la formación de todos los españoles, para que sintiéndose responsables del bienestar común, sepan ejercer su iniciativa y utilizar su libertad en orden al bien de la comunidad.

Pido para Vos acierto y discreción para abrir caminos del futuro de la Patria para que, de acuerdo con la naturaleza humana y la voluntad de Dios, las estructuras jurídico-políticas ofrezcan a todos los ciudadanos la posibilidad de participar libre y activamente en la vida del país, en las medidas concretas de gobierno que nos conduzcan, a través de un proceso de madurez creciente, hacia una Patria plenamente justa en lo social y equilibrada en lo económico.

Pido finalmente, Señor, que nosotros, como hombres de Iglesia, y Vos, como hombre de Gobierno, acertemos en unas relaciones que respeten la mutua autonomía y libertad, sin que ello obste nunca para la mutua y fecunda colaboración desde los respectivos campos.

Sabed que nunca os faltará nuestro amor y que éste será aún más intenso si alguna vez debiera revestirse de formas discrepantes o críticas. También en ese caso contaréis, Señor, con la colaboración de nuestra honesta sinceridad.

Dios bendiga esta hora en que comenzáis Vuestro reinado. Dios nos dé luz a todos para construir juntos una España mejor. Ojalá un día, cuando Dios y las generaciones futuras de nuestro pueblo, que nos juzgarán a todos, enjuicien esta hora, puedan también bendecir los frutos de la tarea que hoy comenzáis y comenzamos. Ojalá pueda un día decirse que Vuestro reino ha imitado, aunque sea en la modesta escala de las posibilidades humanas, aquellas cinco palabras con las que la liturgia define el infinitamente más alto Reino de Cristo: Reino de Verdad y de vida, Reino de justicia, de amor y de paz.

Que reine la verdad en nuestra España, que la mentira no invada nunca nuestras instituciones, que la adulación no entre en vuestra casa, que la hipocresía no manche nuestras relaciones humanas.

Que sea Vuestro reino un reino de vida, que ningún modo de muerte y violencia lo sacuda, que ninguna forma de opresión esclavice a nadie, que todos conozcan y compartan la libre alegría de vivir.

Que sea el Vuestro un reino de justicia en el que quepan todos sin discriminaciones, sin favoritismos, sometidos todos al imperio de la ley y puesta siempre la ley al servicio de la comunidad.

Que, sobre todo, sea el Vuestro un reino de auténtica paz, una paz libre y justa, una paz ancha y fecunda, una paz en la que todos puedan crecer, progresar y realizarse como seres humanos y como hijos de Dios.

Esta es la oración, Señor, que, a través de mi boca, eleva hoy la Iglesia por Vos y por España. Es una oración transida de alegre esperanza. Porque estamos seguros de los altos designios de Dios y de la fe inquebrantable que anida en Vuestro joven corazón para emprender ese camino. Que el Padre de la bondad y de la misericordia ponga su bendición sobre Vuestra Augusta persona y sobre todos nuestros esfuerzos.

Así sea.

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