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sábado, 22 de febrero de 2014

Gianna Jessen tiene mucho que ver con el disidente ruso. Ella no escapó del gulag, pero sí es superviviente de otro genocidio, porque a los siete meses de gestación le inyectaron una solución salina para abrasarla dentro de su madre.


Gianna y Solzhenitsyn




La KGB había invertido mucho dinero en este lado del muro, y poco a poco germinaba convertido en pensamiento progresista, en marxismo liberal y en Cuadernos para el Diálogo. Dependiendo de la década, intelectuales de prestigio componían odas a la grandeza de Stalin, alabanzas al régimen soviético o críticas suicidas sobre las democracias occidentales. Todo ese gigantesco aparato de propaganda se adueñaba de las cátedras universitarias, de las elites culturales y hasta de los seminarios. 

Hubiese sido imposible frenarlo si no llega a ser por un título,Archipiélago Gulag, la obra de Alexander Solzhenitsyn, el testimonio terrible sobre los campos de concentración soviéticos y, en fin, una denuncia definitiva sobre el burocrático genocidio comunista.

Enfrentados con el socialismo real de Archipiélago, la propaganda soviética se atragantaba, y el mundo empezó a conocer el verdadero rostro de los paraísos socialistas. 

A Solzhenitsyn no le perdonaron su hazaña y Juan Benet -todo un mito de la progresía intelectual- llegó a escribir: “Creo firmemente que mientras exista gente como Solzhenitsyn deberán existir los campos de concentración. Incluso deberían estar mejor vigilados para que personas como él no puedan salir”.

Gianna Jessen tiene mucho que ver con el disidente ruso. 

Ella no escapó del gulag, pero sí es superviviente de otro genocidio, porque a los siete meses de gestación le inyectaron una solución salina para abrasarla dentro de su madre. 

En este periódico puede escuchar su testimonio, su visión del archipiélago abortista, de los miles de quirófanos esparcidos por el mundo dedicados al exterminio de los no nacidos. 

Cuando Soraya Rodríguez habla del derecho de las mujeres, le está diciendo a Gianna lo mismo que Juan Benet le decía a Solzhenityn, que deberían vigilarse mejor los métodos abortivos para que gente como ella no sobreviva. 

Y cuando Soraya Sáez de Santamaría maniobra para que se detenga incluso la reforma de Gallardón -que ya está muy rebajada, en ese ceder constante de los conservadores del PP-, hace algo parecido, pero peor, porque utiliza una mayoría electoral y parlamentaria que surgió contra los delirios del zapaterismo, entre ellos la ley Aído que el Ejecutivo de Rajoy mantiene.

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