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martes, 10 de diciembre de 2013

JAKOB GAPP, REVOLUCIONARIO EN SU JUVENTUD, AL LLEGAR EL MOMENTO “SUPO DÓNDE TENÍA QUE ESTAR”



por Alberto Royo



La expresión es de Juan Pablo II, pronunciada en 1996 con ocasión de la beatificación de este religioso austríaco, y haciendo referencia a sus devaneos de juventud con las ideologías ateas que llegaron a subyugar su mente y su corazón inquieto -concretamente el comunismo- y su elección valiente cuando años después se le presentó la terrible disyuntiva de elegir entre otra ideología atea -en este caso el nazismo- y Dios, a pesar del peligro de muerte, que se hizo efectivo hace 70 años, en 1943.

Había nacido en Wattens, (Tirol austríaco) el 26 de julio de 1897, de una familia obrera pobre y cristiana, fue el último de siete hijos. Sacrificándose, sus padres le dieron todos los estudios posibles, pero en 1914, estalló la “gran guerra” y sus estudios se vieron truncados. En 1915 Italia atacó a Austria y Jakob con sus 18 años fue al frente de batalla, en el que fue herido, por lo cual sería condecorado con una medalla al valor. Al final de la contienda, derrotada su patria, fue hecho prisionero y sufrió nueve meses de cautiverio antes de regresar a casa en 1919. Aquellos meses, tras su regreso al hogar familiar, fueron amargos. En ellos la utopía marxista, sedujo su alma de joven generoso y lleno de deseos de justicia, alejándole de la práctica religiosa. Su madre, desolada al ver a su hijo alejado de Dios, rezaba y lloraba y, como una nueva santa Mónica, consiguió del Señor su conversión.

Tenía veintidós años y su conversión fue tan fuerte que decidió hacerse religioso, presentándose a los Marianistas, congregación fundada por Guillermo José Chaminade en 1817 y que tan ejemplarmente se dedicaba a la educación de la juventud. A los superiores Marianistas les dijo sin reparos que era socialista y quería ser sacerdote, pero ellos no se asustaron y supieron ver los valores y el potencial de este joven confuso: había nobleza, deseo de verdad, piedad… Poco a poco se fue purificando de ideologías, pero se quedó con lo esencial: el amor a la verdad, el deseo de justicia y un amor muy grande a los pobres.

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