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domingo, 3 de febrero de 2013

El desamparo interior ...

Sanar los corazones destrozados de los parados y desempleados

Juan del Río Martín

La situación de crisis económica y moral que estamos padeciendo no sólo trae paro, desahucios, pobreza familiar y social, etc., si no también otros males espirituales más profundos de los que suele hablarse poco.

En tiempos pasados, de bonanza, quien no se enriquecía antes de los treinta años era considerado un perdedor. Todo se sobre-estimaba por encima de su valor y utilidad, buscando eufemismos comerciales que, aparentemente, justificaran tales operaciones económicas y financieras. 

El dinero público parecía no tener dueño y estar más al servicio de la clientela ideológica y política que del pueblo, al que pertenece. Había una obsesión por vivir para el trabajo, para la empresa, para consumir por encima de las posibilidades. 

Cualquier predicación o consejo acerca de valores como la verdad, honradez, lealtad, familia, natalidad, justicia social o comportamiento ético, era tachado rápidamente de moralina, mentalidad estrecha o una cantidad de calificativos que ridiculizaban o silenciaban cualquier tentativa de rearme moral. Se tiraron por la borda muchas tradiciones con sentido. 

Ahora de pronto, todo se ha caído, no hay dónde agarrarse, se ha perdido el propio centro de la persona. El materialismo y el nihilismo envolventes han originado el desamparo interior en muchas de las víctimas de una época marcada por la avaricia.

En estos momentos, no se trata únicamente de recomponer las estructuras económicas, financieras y administrativas de un país como el nuestro en gravísimas dificultades, si no también hay que sanar los corazones destrozados de los parados y desempleados, que sufren la carencia del pan de cada día, el vacío de ideales y de entusiasmo por seguir luchando. 

Así, escuchamos continuamente lamentaciones que reflejan lo que venimos diciendo: “Me limito a ir tirando”, “Me siento como en un túnel, no sé por dónde salir”, “Mi vida está acabada…", “¿A dónde voy con los años que tengo?”, etc…

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