Juan Antonio Ruiz
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- La conversión es una experiencia brutal. Y, en mi caso, me gusta porque yo no estaba en una situación extrema.
- Cuando se cuentan las conversiones de prostitutas, drogadictos, presos, etc., los ateos suelen argumentar que han encontrado a la Iglesia como una forma de escapar a su situación, o como un consuelo.
- Pero yo no necesitaba a Dios.
- Le buscaba, sí, pero mi vida era muy normal: un trabajo corriente, buenos amigos, una vida independiente... pero sentía un vacío inmenso en mi interior.
- Trataba de llenarlo estando pendiente de otras cosas: de ascender en el trabajo, de comprar esto o lo otro, estableciendo relaciones idealizadas y de dependencia... y nada de esto me llenaba.
- Intentaba acallar esa voz que me decía que nada tenía sentido, que no había una razón para levantarse por las mañanas.
- Esa soledad abismal.
- Hasta que encontré a Dios: entonces, de repente, todo cuadraba».
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A partir de ese momento, empezó a integrarse en la parroquia, a recibir catequesis, a ir a misa. Hizo su Primera Comunión. Hace apenas unas semanas se confirmó… «y poco a poco espero ir encontrando mi sitio en la Iglesia», dice una feliz Susana.
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