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domingo, 3 de febrero de 2013

Ya corre por la calles de Caracas la conseja de que Maduro y Cabello no son hijos de Chávez ni de Fidel, sino de Raúl

Del Chavismo sin Chávez al chavismo con Raúl

Manuel Malaver

El presidente de Cuba, Raúl Castro, debe sentirse en estos días como uno de los hombres más felices de la tierra, pues de ser un eficiente segundón de su hermano, Fidel, en el marco de la opaca y predecible política interna cubana, ágrafo, lacónico hasta el mutismo y decididamente aburrido, ha pasado a constituirse en un líder continental, si no por derecho propio, si por el que da el haber devenido en heredero de la primera monarquía colonial y dinástica conocida en el continente después del fin del colonialismo español hace 200 años.
En otras palabras: que no solo trono, súbditos, países, enclaves, minas, mares, océanos, selvas, llanuras y cordilleras, sino el amor obsecuente de colonos que al parecer se han reconciliado con una condición y vocación que alguna vez pensaron removida y desarraigada de sus psicologías, le han sido traspasadas por su hermano mayor a este sucesor que pensó cualquier cosa, menos que alguna vez lo superaría en influencia y poder.
Para empezar, sojuzga a uno de los países más ricos del continente y del planeta, Venezuela, y desde la agonía de la economía cubana en ruinas, tarantín de miserias insondables e insuperables donde después de 54 años de experimento socialista jamás se le ha suministrado a los 10 millones de habitantes de la isla los bienes básicos que se requieren para sobrevivir, extiende su influencia a semicolonias como Nicaragua, Ecuador y Bolivia y hasta a países con presidentes de izquierda como Brasil, Uruguay y Argentina que, no obstante, no intercambiar nada con Cuba, o muy poco, caen rendidos bajo el embrujo y seducción de las otroras leyendas de la revolución cubana.
Y si hay que intercambiar, pues ahí está la inmensamente rica Venezuela con sus reservas energéticas abiertas a los socios de club, y cantidades copiosas de petrodólares con las que se subsidian la agroganadería, la industria liviana y pesada, el comercio y las manufacturas y el acceso a los mercados financieros internacionales de países con cuentas poco claras con sus acreedores como Argentina.

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