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domingo, 11 de octubre de 2015

El monopolio de las intervenciones armadas que ostentaban Washington y la OTAN ha quedado roto por la primera intervención en el exterior de Moscú desde la guerra de Afganistán


RUSIA EN SIRIA


(Gracias Rogelio Alonso)


Definitivamente estamos presenciando el fin de EUA como potencia hegemónica a nivel mundial: ha sido un largo proceso iniciado en el 2001 tras los ataques a las torres gemelas de Nueva York, pero que finalmente ha acabado con la era en que Washington fungió como capital del mundo: fue un breve periodo: 1989-2015, sólo veintiséis años de ser el único punto de decisión global, aunque ya desde el 2008 podría decirse que EUA vio cada vez más contestada tal posición ante el creciente poderío económico y político de Moscú y Pekín, así como la recuperación de posiciones en el aspecto militar por parte del gigante eslavo, y la obtención de ese rubro por parte del imperio de los dragones, tras siglos de encierro en sí mismo y ser superado por las potencias occidentales.

Rusia se encuentra interviniendo en Siria en apoyo a su aliado regional: el gobierno de Bashar el-Assad, en contra del Estado Islámico, este naciente Imperio Musulmán encabezado por el autoproclamado Califa Abú Bakr II Al Baghdadí, mismo que surgió como resultado de las intervenciones norteamericanas y occidentales en Irak y Medio Oriente, y las Primaveras Arabes de 2011, que no trajeron la Democracia al estilo occidental, sino prepararon el camino para que los intereses de los regímenes absolutistas e islamistas radicales de Arabia, Kuwait, Emiratos Arabes y Qatar planteasen la creación de un nuevo imperio o al menos, de un cinturón de regímenes fundamentalistas sunnitas con la finalidad de contener a un Irán que, desde la década de los 90 y pese a las sanciones, se perfilaba por un camino de desarrollo y empoderamiento destinado a regresar a los Persas a la cumbre como potencia dominante en la región, capaz de desestabilizar al mundo con sus decisiones como ha sido desde el siglo VII a.C., objetivo que fue claramente mostrado bajo la presidencia de Mahmoud Ahmadinejhad y su activa y casi temeraria política exterior por un lado y mantenida bajo un perfil más prudente, pero constante, por su sucesor: Hassan Rohani, que se saldó con la capitulación de EUA aceptando su programa nuclear, y la readmisión plena de Teherán en el panorama internacional con el levantamiento de las sanciones económicas que pesaban sobre el régimen chiíta persa desde 1979.

A mi parecer, esta es la primera guerra de la nueva era que está iniciando: es el primer enfrentamiento entre dos poderes imperiales de nuevo cuño: la Rusia resurgente de la mano de Vladimir Vladimirovich Putin, hoy por hoy el estadista más poderoso del mundo y el Estado Islámico, ante el cual, un EUA, pasmado, permanece como espectador, al lado de una espantada Europa a la que se ha venido encima la avalancha de refugiados (¿o colonizadores?) musulmanes provenientes de Siria, Irak y Norte de Africa, sin saber qué hacer.

¿Qué sucederá? ¿Putin destruirá a la amenaza del ISIS? ¿O entrará junto a éste y a sus patrocinadores: las monarquías árabes y Turquía, a un juego geopolítico en que acepten cambiar de ruta de expansión hacia Europa (sacrificando y destruyendo en el camino al nefasto Erdogan) a fin de que los débiles y emproblemados países del Viejo Continente acudan ante Moscú por su maternal auxilio? ¿O simplemente para que se distraigan con el Islam mientras recupera tranquilamente toda Ucrania o al menos el este, los Países Bálticos y Moldavia? Putin ha hecho gestos para ganarse al Islam ruso y hasta más allá de sus fronteras, como poner fin al separatismo checheno con una estrategia de palos y zanahorias, quedando reducida la insurgencia a un movimiento casi residual, sin capacidad para llevar ataques a gran escala, y finalmente, inaugurando una gigantesca mezquita en el corazón de Moscú.

Entre tanto, EUA no puede hacer otra cosa más que presenciar pasivamente lo que pasa: ya no existe ningún Curtis LeMay que con toda hombría y valor declarara que la entonces Unión Soviética podía ser derrotada vía la Guerra Nuclear, a la que temería el pueblo estadounidense, pero no él. Por el contrario, la administración Obama ha actuado con abundantes dosis de cobardía y de subordinación a los intereses de Riyadh, Doha o Abu Dhabi sin pudor alguno, además de una increíble ignorancia e incomprensión sobre la realidad del Medio Oriente y el mundo islámico, plantaron una bomba que les estalló en la cara. Este fracaso, por sí mismo, debería llevar a la derrota absoluta de las pretensiones presidenciales de Hillary Clinton y al nuevo Gobierno, que llegue a la Casa Blanca en 2017, a una auditoría profunda de lo ocurrido durante los ocho años de administración demócrata y a fincar responsabilidades a un gobierno que prefirió distraer al mundo entero con frivolidades como el matrimonio homosexual, un demagógico y falaz debate sobre migración y también sobre el calentamiento global, mientras el frágil orden internacional construido por sus antecesores se le desmoronaba entre las manos, la debilidad del Gobierno Obama se ha parecido, sólo en eso, al de Carlos II en la crepuscular España de los Austrias y su incapacidad de tomar decisiones firmes, ocultada bajo oropeles barrocos, ahora bajo pantallas mediáticas.

La próxima administración norteamericana la tendrá difícil, probablemente hará intentos para recuperar la capacidad de influencia que ahora Putin le ha arrebatado: no podrá; el Kremlin se ha garantizado quedar como la potencia que reordenará al Medio Oriente, incluso la visita de Benjamín Netanyahu a Putin en los días previos al inicio de las operaciones del Ejército Rojo en Siria puede explicarse a que Israel, tras ser prácticamente abandonado por EUA, y ante un futuro sombrío rodeado de enemigos: Irán por un lado, Assad, también, pues apoya a Hezbollá y mantiene su compromiso con la causa palestina, su influencia sobre el Líbano y sus reclamos por los Altos del Golán, y el radicalismo Sunnita representado por el ISIS por el otro, también motivado por la situación de Palestina, ha buscado garantías de parte del líder ruso: la preservación de la existencia del Estado Judío en el rediseño que el Kremlin plantee para la región.

Falta por ver las consecuencias que venga después de esto: el monopolio de las intervenciones armadas que ostentaban Washington y sus aliados de la OTAN ha quedado roto por la primera intervención en el exterior (lo de Georgia hay que ser sinceros: fue un asunto interior, el país caucásico es una provincia separada del imperio) de Moscú desde la malhadada guerra de Afganistán, claro, a EUA le quedará el tratar de aplicar la misma táctica que en aquel conflicto financiando y entrenando a las fuerzas antirrusas en Siria, lo que ha estado haciendo hasta ahora, sin embargo, Putin no es un senil como Brezhnev, ni un enfermo terminal como Andropov o un ingenuo como Gorbachov, si intervino en Siria es porque sabe que EUA no tiene con qué enfrentársele, más que los arsenales nucleares, algo que nadie se atreve a hacer.

¿Inspirará el actuar de Moscú a China a intervenir también en contra de Taiwán o para arreglar el contencioso que tiene con Japón, Vietnam y Filipinas por sus fronteras marítimas.?

No cabe duda, estamos al inicio de una nueva época, confiemos y esperemos.


Fuente: elmundosegunyorch.blogspot.com.ar


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