Sábado Santo.
El silencio de Dios llega a término
por Eulogio López
A pesar de que a RTVE, la tele del PP, le costó reconocerlo, lo cierto es que la salvajada de Kenia no era un conflicto religioso, sino otra matanza musulmana de cristianos indefensos. Los asesinos de Al Shabab mataron a 148 estudiantes, con una sola pregunta: ¿eres cristiano o musulmán? Para salvar la vida, bastaba con confesarse mahometano, por lo que debo deducir que estamos ante 148 mártires, salvo que hubiera alguno sordo entre los asesinados.
Es la persecución abierta de los cristianos, la que se produce en el Tercer Mundo. Las fuerzas vivas de Occidente, por ejemplo el Gobierno Rajoy, para no hablar de matanza de cristianos prefieren poner en ‘paridad es estima’ a los verdugos islámicos y a sus víctimas cristianas, con la sutilísima referencia a ‘divisiones religiosas’ o ‘guerras de religión’.
Y acabará siendo un conflicto religioso, claro está, cuando los cristianos, que hemos renunciado a la violencia a cambio de que un Estado justo nos proteja del violento, nos cansemos de ser asesinados ytomemos las armas en legítima defensa, proceso que ya ha empezado y del que este Occidente, antaño cristiano y hoy simplemente hipócrita, se escandaliza.
Pero se está dando otra persecución, más exquisita, en Occidente, contra el cristianismo: consiste enamordazar al cristiano y condenarle al ostracismo. Es curioso: percibo en España un resurgir del odio de clase. Bueno, el de la animadversión de clase, porque nuestros odios cívicos, al revés que el de los anglosajones, siempre tienen mucho de melodramáticos. Verbigracia, ese pretendido odio alega que España es un país donde reina la cooptación, el nepotismo, donde los apellidos compuestos triunfan por ‘enchufe’ y las sagas de poder se perpetúan. Pues tengo que decir que, como periodista de orígenes proletarios, no he sufrido ese nepotismo, al menos no más de lo casi necesario. Lo que sí he vivido es la marginación por confesarme católico e intentar no divorciar mi fe cristiana de mi profesión periodística. Ahí sí: ahí sí que he percibido la marginación, la exclusión, la censura. Y de forma fehaciente.
En España vivimos una persecución de los cristianos, sólo que no por violencia física, como en Kenia y el mundo musulmán, sino por violencia psicológica, cívica. Podríamos resumirlo así: si eres cristiano, nunca llegarás alto.
Todo esto sucede dentro de un Cuerpo Místico un poco borracho, atontado por los vapores del bienestar. Sí, a pesar de la crisis financiera. Dicho de otra forma: la Iglesia puede estar en crisis. Pero eso nos dice poco. La Iglesia lleva 2.000 años en crisis y otros tantos venciendo a esos enemigos que la iban a devorar y que han desaparecido de la historia mientras la Iglesia perdura.
No, las dos persecuciones actuales caminan hacia su cénit y en el fondo, ninguna de ellas debe importarnos mucho. Casi debería alegrarnos, porque es tiempo de purificación y tras esa purificación llegará la victoria de Cristo –que es victoria de todos los cristianos, de la misma forma que tras la muerte del Viernes Santo llega la victoria definitiva del Domingo de Resurrección. Ambas persecuciones, la física y la ambiental, están a punto de pasar. Se recrudecerán en breve para, inmediatamente, remitir. La efusión del Espíritu Santo que llega va a poner fin a la actual tragedia del género humano, antes que después. Porque el Silencio de Dios, el silencio del sepulcro, el del Sábado Santo, no durará para siempre. Personalmente, no me pregunten por qué, siento que está a punto de terminar y que viene la civilización del amor.
Y cuando Dios habla, el enemigo tiembla y sus fieles arrasan. Los mártires de Garissa empiezan a marcar el nuevo rumbo.
por Eulogio López
- Persisten hoy dos persecuciones contra cristianos en el siglo XXI: la sangrienta, en el Tercer Mundo y la exquisita, en Occidente.
- En el Tercer Mundo la persecución emplea la violencia física: otros 148 mártires en Kenia.
- La persecución a los cristianos en Occidente emplea la violencia psíquica: amordazar a los cristianos y condenarles al ostracismo. La segunda me parece más peligrosa.
- Pero es tiempo de paso, porque ambas persecuciones están a punto de recrudecerse, primero, y de concluir, inmediatamente después.
A pesar de que a RTVE, la tele del PP, le costó reconocerlo, lo cierto es que la salvajada de Kenia no era un conflicto religioso, sino otra matanza musulmana de cristianos indefensos. Los asesinos de Al Shabab mataron a 148 estudiantes, con una sola pregunta: ¿eres cristiano o musulmán? Para salvar la vida, bastaba con confesarse mahometano, por lo que debo deducir que estamos ante 148 mártires, salvo que hubiera alguno sordo entre los asesinados.
Es la persecución abierta de los cristianos, la que se produce en el Tercer Mundo. Las fuerzas vivas de Occidente, por ejemplo el Gobierno Rajoy, para no hablar de matanza de cristianos prefieren poner en ‘paridad es estima’ a los verdugos islámicos y a sus víctimas cristianas, con la sutilísima referencia a ‘divisiones religiosas’ o ‘guerras de religión’.
Y acabará siendo un conflicto religioso, claro está, cuando los cristianos, que hemos renunciado a la violencia a cambio de que un Estado justo nos proteja del violento, nos cansemos de ser asesinados ytomemos las armas en legítima defensa, proceso que ya ha empezado y del que este Occidente, antaño cristiano y hoy simplemente hipócrita, se escandaliza.
Pero se está dando otra persecución, más exquisita, en Occidente, contra el cristianismo: consiste enamordazar al cristiano y condenarle al ostracismo. Es curioso: percibo en España un resurgir del odio de clase. Bueno, el de la animadversión de clase, porque nuestros odios cívicos, al revés que el de los anglosajones, siempre tienen mucho de melodramáticos. Verbigracia, ese pretendido odio alega que España es un país donde reina la cooptación, el nepotismo, donde los apellidos compuestos triunfan por ‘enchufe’ y las sagas de poder se perpetúan. Pues tengo que decir que, como periodista de orígenes proletarios, no he sufrido ese nepotismo, al menos no más de lo casi necesario. Lo que sí he vivido es la marginación por confesarme católico e intentar no divorciar mi fe cristiana de mi profesión periodística. Ahí sí: ahí sí que he percibido la marginación, la exclusión, la censura. Y de forma fehaciente.
En España vivimos una persecución de los cristianos, sólo que no por violencia física, como en Kenia y el mundo musulmán, sino por violencia psicológica, cívica. Podríamos resumirlo así: si eres cristiano, nunca llegarás alto.
Todo esto sucede dentro de un Cuerpo Místico un poco borracho, atontado por los vapores del bienestar. Sí, a pesar de la crisis financiera. Dicho de otra forma: la Iglesia puede estar en crisis. Pero eso nos dice poco. La Iglesia lleva 2.000 años en crisis y otros tantos venciendo a esos enemigos que la iban a devorar y que han desaparecido de la historia mientras la Iglesia perdura.
No, las dos persecuciones actuales caminan hacia su cénit y en el fondo, ninguna de ellas debe importarnos mucho. Casi debería alegrarnos, porque es tiempo de purificación y tras esa purificación llegará la victoria de Cristo –que es victoria de todos los cristianos, de la misma forma que tras la muerte del Viernes Santo llega la victoria definitiva del Domingo de Resurrección. Ambas persecuciones, la física y la ambiental, están a punto de pasar. Se recrudecerán en breve para, inmediatamente, remitir. La efusión del Espíritu Santo que llega va a poner fin a la actual tragedia del género humano, antes que después. Porque el Silencio de Dios, el silencio del sepulcro, el del Sábado Santo, no durará para siempre. Personalmente, no me pregunten por qué, siento que está a punto de terminar y que viene la civilización del amor.
Y cuando Dios habla, el enemigo tiembla y sus fieles arrasan. Los mártires de Garissa empiezan a marcar el nuevo rumbo.
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