Los obispos condenan la corrupción como 'mal moral'
por JOSÉ MANUEL VIDALAseguran que 'provoca alarma social' y 'desconfianza y menosprecio de la política'. Invitan al 'recto ejercicio de la política, forma exquisita de caridad'
"No es un documento contra nadie ni la palabra de un contrincante político en época electoral", explica Juan José Omella, presidente de la comisión episcopal de pastoral social, en la presentación del documento Iglesia, servidora de los pobres. Pero el caso es que, al tomar la defensa de los más golpeados por la crisis, los obispos arremeten contra los políticos y sus políticas, que están generando "dolor y sufrimiento" en la sociedad española. Y cargan, sobre todo, contra la corrupción.
El documento episcopal asegura que la corrupción "es un mal moral", que, además, "provoca alarma social" y genera "desconfianza y menosprecio de la política". De ahí que inviten a nuestros políticos (sin hacer mención explícita de ningún partido concreto) a "ejercer de forma recta" su profesión. Porque, cuando así se hace y la política se vive en clave de bien común, entonces se convierte en una "forma exquisita de caridad"
Pero la instrucción episcopal tiene mucha más enjundia que la simple denuncia de la corrupción. Por ejemplo, por vez primera desde hace décadas, los prelados hacen una profunda autocrítica y piden "perdón por los momentos en que no hemos sabido responder con prontitud a los lamentos de los mas necesitados", y subrayan su intención de comprometerse, junto al Papa Francisco, en la promoción de una sociedad de "liberadores de las pobrezas". Hacía años que, en los labios de nuestra jerarquía no sonaban frases como ésta o como la de la "opción preferencial por los pobres".
Hoy, en este largo documento, desde el comienzo muestran su dolor compartido con los golpeados por la crisis. "Somos testigos del grave sufrimiento que aflige a muchos en nuestro pueblo motivado por la pobreza y la exclusión social; sufrimiento que ha afectado a las personas, a las familias y a la misma Iglesia. Un sufrimiento que no se debe únicamente a factores económicos, sino que tiene su raíz, también, en factores morales y sociales".
'Los nuevos pobres'
Y pasan a hacer una descripción de la "situación social actual que nos interpela". Con tintes oscuros, pero realistas. Desde los "nuevos pobres y las nuevas pobrezas", que afectan sobre todo a niños, ancianos, mujeres, inmigrantes y jóvenes. "Nos resulta especialmente dolorosa la situación de paro que afecta a los jóvenes: sin trabajo, sin posibilidad de independizarse, sin recursos para crear una familia y obligados muchos de ellos a emigrar para buscarse un futuro fuera de su tierra".
Los obispos culpan de esta situación a varios factores. Entre ellos, "la negación de la primacía del ser humano", "la cultura de lo inmediato", el "modelo centrado en la economía" o la "idolatría de la lógica mercantil".
Frente a esta situación, ofrecen la salida de "una profunda regeneración moral" de las instituciones, colocando en el centro del sistema a la persona y al "destino universal de los bienes", así como "solidaridad" y "subsidiariedad". Con esa regeneración, los obispos piden que se mantenga "el Estado social del bienestar".
La receta episcopal, como no podía ser de otra manera, se basa en los grandes principios de la Doctrina Social de la Iglesia: Colocar a la persona humana en el centro del sistema, que debe basarse en el bien común, en el principio de la subsidiariedad y "en el derecho a un trabajo digno y estable".
.......................
Leer más aquí: www.elmundo.es
¿Para qué reformar la Curia vaticana? ¿No sería mejor cargársela? Y ya puestos, ¿por qué no nos cargamos las conferencias episcopales?
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com
Acabo del leer al insigne jetas José Manuel Vidal, ese noble clérigo que tras colgar los hábitos se ha dedicado a explicarnos,por ejemplo desde las páginas del diario El Mundo, lo que deben hacer y evitar clérigos y laicos para evangelizar el mundo y, mayormente, para salvar a la Iglesia de la caverna y del tristísimo final al que está abocada.
O sea, un convencido de que los papas pasan pero él permanece y de que una columna vale más que una mitra.
Resume así el ex mosén Vidal, la situación: volver al Espíritu del concilio, representado en el Papa Francisco. Esto último pertenece al secuestro del Papa Francisco.
¿Quieren reformar la Iglesia? Sencillo: cierren las conferencias episcopales. Y, ya puestos, eliminen o reduzcan al mínimo la Curia vaticana, convertida en una especie de megaconferencia episcopal global.
Que los obispos vuelvan a mandar en su territorio, siempre de acuerdo con el Obispo de Roma. No se necesitan curias, ni vaticanas -quizás está sí, pero reducidas- ni episcopales. En la Iglesia sobran los ministerios y sobran las comisiones.
La Iglesia la gobierna el Espíritu Santo, y le basta con un ministro: el Papa. Por las mismas, la Iglesia universal no se divide en países sino en obispados.
Las conferencias episcopales no son otra cosa que una politización de la Iglesia. Si quieren reformar la Iglesia acaben con las estructuras burocráticas y vuelvan a la actividad pastoral, que viene de pastor, actividad un tanto harta, bucólica, y poco amiga de sistemas y estructuras.
Ahora bien, reducir al mínimo la curia y suprimir las conferencias episcopales no dejan de ser una medida en negativo, es decir, social, colectiva, eclesial.
Acabo del leer al insigne jetas José Manuel Vidal, ese noble clérigo que tras colgar los hábitos se ha dedicado a explicarnos,por ejemplo desde las páginas del diario El Mundo, lo que deben hacer y evitar clérigos y laicos para evangelizar el mundo y, mayormente, para salvar a la Iglesia de la caverna y del tristísimo final al que está abocada.
O sea, un convencido de que los papas pasan pero él permanece y de que una columna vale más que una mitra.
Resume así el ex mosén Vidal, la situación: volver al Espíritu del concilio, representado en el Papa Francisco. Esto último pertenece al secuestro del Papa Francisco.
¿Quieren reformar la Iglesia? Sencillo: cierren las conferencias episcopales. Y, ya puestos, eliminen o reduzcan al mínimo la Curia vaticana, convertida en una especie de megaconferencia episcopal global.
Que los obispos vuelvan a mandar en su territorio, siempre de acuerdo con el Obispo de Roma. No se necesitan curias, ni vaticanas -quizás está sí, pero reducidas- ni episcopales. En la Iglesia sobran los ministerios y sobran las comisiones.
La Iglesia la gobierna el Espíritu Santo, y le basta con un ministro: el Papa. Por las mismas, la Iglesia universal no se divide en países sino en obispados.
Las conferencias episcopales no son otra cosa que una politización de la Iglesia. Si quieren reformar la Iglesia acaben con las estructuras burocráticas y vuelvan a la actividad pastoral, que viene de pastor, actividad un tanto harta, bucólica, y poco amiga de sistemas y estructuras.
Ahora bien, reducir al mínimo la curia y suprimir las conferencias episcopales no dejan de ser una medida en negativo, es decir, social, colectiva, eclesial.
Pero la Iglesia no existe para cambiar las estructuras sino para salvar las almas, siendo que las almas se salvan de una en una.
Por tanto, suprimir las conferencias episcopales sería una medida buena pero en negativo.
Se necesitan medidas en positivo. Por ejemplo, la adoración eucarística.
Hay una diferencia entre la situación de hoy y la de los años 30 del pasado siglo: el anticlericalismo es el mismo pero ahora, hay cristofobia también en un clero degradado y triste.
¿Cuál es la solución, en positivo, contra ese clero desganado y desamorado?
La adoración eucarística. Toda Iglesia que pueda, y pueden poder todas, debería convertirse en centro de adoración permanente al Santísimo Sacramento, permanentemente expuesto, estilo ‘Seven eleven’: 24 horas al día, 365 días al año.
Fuente: www.hispanidad.com
Fuente: www.hispanidad.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario