El "milagro" bolivariano y sus consecuencias
por Gustavo Chopitea
La destrozada economía de la Venezuela bolivariana, como era de suponer, está acumulando extraños récords mundiales. Entre ellos, uno que parece insuperable: el de dejar –de pronto– toda una nación sin papel higiénico. Circunstancia que luce, quizás, cómica. Pero que no lo es. Para nada. Piense usted, lector, como se sentiría si, de pronto, fuera un protagonista más de semejante situación. No le gustaría, sin duda alguna.
El manejo –autoritario, centralizado y por cierto absolutamente caprichoso– de la economía venezolana ha provocado situaciones y generado extremos realmente insólitos. Todo lo cual está sucediendo en medio del desabastecimiento y de una inflación totalmente desbocada. Los venezolanos, no obstante, tratan de sobrevivir. Como pueden, naturalmente.
Mientras tanto, los funcionarios públicos bolivarianos, cual dueños de la verdad subidos a sus púlpitos, pontifican sobre todo, urbi et orbi. Sin descanso. Escuchándose a sí mismos. Frente a aplausos alquilados. Pero sin credibilidad alguna. Y sin generar un ápice de confianza.
Entre ellos Eduardo Samán –el nuevo director del llamado Instituto para la Defensa de las Personas en el Acceso a los Bienes y Servicios (ente que responde al poco atractivo nombre de Indepabis)–, quien acaba de llamar, en una entrevista televisada, a "detener esta locura que se desató con la especulación, con el tema del abuso hacia la gente, en todos los niveles".
Como si hubiera sido un evento repentino e impredecible, del que nadie en el gobierno venezolano –claro está– es responsable. Una casualidad, quizás.
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