Translate

sábado, 3 de mayo de 2014

Hace falta acabar con el sistemático asalto faccioso al Estado para colonizar las administraciones públicas con compañeros, correligionarios, familiares o simples amigos


El peso de los viejos prejuicios

por Aleardo F. Laría


La izquierda siempre se consideró heredera de las tradiciones jacobinas de la Revolución Francesa. En su autopercepción se erigió en vanguardia de la historia y portadora de los valores de la igualdad y la solidaridad. Enfrente sólo vio a unos capitalistas desalmados movidos por el afán de aumentar su riqueza. Esa percepción maniquea y religiosa todavía impregna el inconsciente de muchos "progresistas" que abominan de cualquier acercamiento con la estigmatizada "derecha".

Con la implosión de la Unión Soviética, los imaginarios utópicos sufrieron un duro golpe, al punto que lo primero que hicieron los partidos comunistas es cambiar de nombre. Algunos representantes de la izquierda revolucionaria se refugiaron en las aguas más tranquilas del reformismo socialdemócrata. Otros, más radicales, pusieron su entusiasmo y energía en los "nuevos movimientos sociales". Y en América Latina, un tercer sector encontró en el populismo de Hugo Chávez y su revolución bolivariana un revitalizador que les permitía mantener con anabolizantes los alicaídos ideales socialistas.

Frente a tantos cambios conceptuales resultaba imprescindible conservar algún elemento vertebrador de identidad. Y como acontece en otros escenarios, una identidad política se consigue a partir de generar una exterioridad constitutiva, un otro exterior que representa los valores opuestos. De allí que la dicotomización moral del campo político en una "izquierda" bienintencionada que enfrenta a una "derecha" vil ha sido una operación intelectual dirigida a salvar algunos restos del naufragio.

La simplificación del espacio político para forzar una elección entre buenos y malos, amalgamando a todos los adversarios bajo las señas de identidad de los sectores más extremos del variado conjunto, fue llevada hasta la exasperación por los intelectuales del kirchnerismo refugiados tras la palabra "progresistas". El resultado de ese simulacro es que ha dejado deshilachada una expresión que el nuevo Frente Amplio, con inteligencia, ha sabido abandonar. ¿Cuánto progresismo contiene un modelo que ha convertido en multimillonarios al matrimonio presidencial, alienta un capitalismo generoso con los amigos Cristóbal López y Lázaro Báez y que ha aumentado el nivel de pobreza o no ha conseguido sacar de ella a millones de personas?

Norberto Bobbio hizo un último esfuerzo para conservar la metáfora espacial –nacida de la azarosa colocación de los representantes en la asamblea de la Francia revolucionaria– afirmando que la izquierda buscaba atenuar o reducir los factores de desigualdad, mientras la derecha lo consideraba un dato ineliminable. Pero tuvo la sagacidad de establecer otra díada tan importante como la primera, alrededor de la idea de libertad, que permite diferenciar a los movimientos autoritarios –de izquierda o derecha– de los defensores de las libertades y las instituciones. Trasladada a nuestra realidad, permitiría diferenciar a los "institucionalistas" de los defensores del gastado "populismo autoritario" que desprecia las reglas de juego de la democracia por considerarla una máscara meramente formal.

Otra manera menos espiritual y más pragmática de buscar identidades sería hacerlo alrededor de propuestas dirigidas a cortar los nudos gordianos que tienen atenazada en el atraso a la República. Si se midiera la magnitud de los desafíos presentes, fácilmente se comprobaría que toda suma de voluntades resultaría escasa. Un rápido repaso de alguna de las tareas pendientes permitiría establecer, con cierto rigor, los espacios políticos desde los cuales obtener suficiente masa crítica.

Un primer desafío pasa por reconstituir la estructura institucional de nuestra deteriorada democracia. Reconstituir la autoridad del Parlamento, dotar de verdadera independencia al Poder Judicial y desmontar el sistema de concentración autoritaria del presidencialismo hegemónico requiere algo más que la voluntad de un grupo político inspirado en las mejores intenciones.

..............

No hay comentarios:

Publicar un comentario