Vivir sin la mentira
por Aleksandr Solzhenitsyn
Texto escrito justo antes de que Solzhenitsyn fuera expulsado de la Unión Soviética en 1974 y fue publicado originalmente en el Wasington Post
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No hemos madurado lo suficiente como para dirigirnos a las plazas a gritar la verdad o a expresar en voz alta lo que pensamos. No es necesario.
Es peligroso, pero déjennos negarnos a decir lo que no pensamos. Este es nuestro camino, el más fácil y accesible, el que tiene en cuenta nuestra arraigada, inherente cobardía. Y es mucho más fácil –incluso es peligroso decir esto– que el tipo de desobediencia por la que abogó Gandhi.
Nuestro camino es hablar fuera de ese corrompido límite. Si no uniésemos los huesos muertos y los peldaños de la ideología, si no cosiéramos los trapos podridos, nos asombraríamos por lo rápido que la mentira quedaría desamparada y desaparecería.
Lo que estuviera desnudo aparecería entonces desnudo ante el mundo entero. De modo que cada uno, en su intimidad, debe realizar una elección: o seguir siendo siervo de la mentira voluntariamente –por supuesto, no queda fuera la inclinación a mentir, pero otra cosa es alimentar a la familia, educando a los hijos en el espíritu de la mentira–, o despreciar la mentira y volverse un hombre honesto y digno de respeto tanto para los hijos como para los contemporáneos.
A partir de ese momento:
- No escribirá, firmará o imprimirá por ningún medio una sola frase que, en su opinión, deforme la verdad.
- No dirá esa misma frase ni en público ni en privado, ni por sí mismo ni por instigación de otro, ni como agitador, profesor, educador, ni siquiera como actor.
- No representará, adoptará o difundirá una sola idea que considere falsa, o que distorsione la verdad, ya sea a través de la pintura, la escultura, la fotografía, la técnica o la música.
- No citará fuera de contexto, ni oralmente ni por escrito, sólo por complacer a alguien, o para enriquecerse, o por lograr éxito en su trabajo, una idea que no comparta o que no refleje con precisión el asunto en cuestión.
- No se obligará a asistir a manifestaciones o a reuniones contra su voluntad, y tampoco levantará ningún cartel o eslogan que no acepte completamente.
-No levantará la mano para votar a favor de una propuesta con la que no simpatice sinceramente, ni votará públicamente o en secreto a quien considere indigno o dude de sus capacidades.
- No se obligará a asistir a una reunión en la que quepa esperar una discusión forzada o distorsionada de una cuestión.
- Abandonará inmediatamente cualquier reunión, sesión, conferencia, representación o película en la que el orador mienta, distribuya estupideces ideológicas o propaganda desvergonzada.
- No se suscribirá ni comprará ningún periódico o revista en los que la información sea deformada o donde los hechos principales sean ocultados.
No hemos enumerado, desde luego, todas las desviaciones posibles y necesarias de la falsedad, pero una persona que se vaya purificando fácilmente sabrá distinguir otros supuestos.
No, al principio no será igual para todos. Algunos, al principio, perderán sus empleos. Los jóvenes que quieran vivir en la verdad tendrán, al principio, muchas complicaciones, porque se exigen declaraciones llenas de mentiras, y es necesario elegir.
Pero no hay ninguna escapatoria para alguien que quiera ser honesto.
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