por Javier Lozano
Hace escasos días la Iglesia celebraba la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz y si algún lugar en el mundo puede reflejar de manera gráfica su poder no es otro que un recóndito rincón en el norte de Lituania, que sin embargo, tiene un gran símbolo visible: la colina de las cruces. Un lugar que muestra de manera impresionante el poder de la fe y la esperanza sobre la opresión y el sufrimiento.
La colina de las cruces está situada a doce kilómetros al norte de la ciudad industrial de Siauliai y se ha convertido en el gran lugar de peregrinación del pueblo lituano. De hecho, en este importante enclave se ha manifestado la cruz como gloriosa y ha servido como un espaldarazo para el pueblo lituano en sus momentos de mayor dificultad.
La resistencia pacífica de los católicos
Y ha sido precisamente siempre en los momentos más convulsos cuando la colina de las cruces se ha erigido como el gran faro de los creyentes. La cruz ha guiado y dirigido al pueblo hacia Cristo y su madre la Virgen.
Desde hace siglos, la colocación de cruces en esta colina ha representado la resistencia pacífica de los católicos hacia la opresión. Experimentó un auge en el siglo XIX cuando en una rebelión campesina contra el Zar, éste no permitió a las familias honrar a sus muertos. Colocaron cruces en su honor pese a la oposición de las autoridades. Poco a poco el número de cruces y el tamaño de éstas iban creciendo paulatinamente.
Sin embargo, este ejemplo de resistencia se mostró de manera más clara durante la ocupación soviética y la represión del régimen comunista hacia los cristianos. Cuando Lituania fue anexionada a la URSS la colina de las cruces ya era un lugar sagrado para los lituanos. Miles de cruces llenaban la pequeña montaña.
El odio del comunismo a la cruz
Evidentemente la Unión Soviética no podía permitir que la cruz brillase por lo que se empeñó en destruir cualquier atisbo de cristianismo. Y esta colina representaba un desafío a su poder y un problema de orden público.
En aquel momento, la URSS deportó a una quinta parte de los lituanos a Siberia e instauró un férreo sistema ateísta que pretendía arrancar la fe del alma de este pueblo. Por ello, los lituanos se agarraron a la fe y convirtieron esta colina como un signo de su lucha por conservar lo más profundo de su ser.
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