El 4 de junio pasado, el Papa Francisco autorizó el reconocimiento del martirio de 95 católicos asesinados por los republicanos durante la guerra civil española. Entre ellos hay muchísimos sacerdotes y religiosos, como también varios laicos, todos ellos asesinados entre 1936 y 1939 por el odio a la fe.
Son miles los mártires de la oleada anticatólica de los años treinta en España, durante la cual el 70% de las iglesias fue devastado. En su día ya Juan Pablo II, entre 1987 y 2001, beatificó a 460 de estos mártires. Entre el 2005 y el 2011 Benedicto XVI beatificó más de quinientos. Con los 522 que serán beatificados el próximo 13 de octubre en Tarragona, la Iglesia tendrá algo así como 1.500 beatos mártires asesinados en España en los años treinta, algunos de los cuales ya han sido canonizados.
«Pero estos representan sólo un pequeño porcentaje de las casi 10.000 personas muertas por Cristo», explica a Tempi.it monseñor Vicente Cárcel Ortí, historiador y experto en relaciones Estado-Iglesia en la España del siglo XX, y autor de numerosos libros sobre los mártires de ese periodo.
-Monseñor Cárcel Ortí, ¿quiénes son estos hombres y mujeres que murieron a causa de su fe?
«Pero estos representan sólo un pequeño porcentaje de las casi 10.000 personas muertas por Cristo», explica a Tempi.it monseñor Vicente Cárcel Ortí, historiador y experto en relaciones Estado-Iglesia en la España del siglo XX, y autor de numerosos libros sobre los mártires de ese periodo.
-Monseñor Cárcel Ortí, ¿quiénes son estos hombres y mujeres que murieron a causa de su fe?
-Hay que precisar que estos beatos no son propiamente mártires de la guerra civil, porque la persecución empezó antes, con la instauración de la República mediante el golpe de Estado de 1931, realizado por las distintas facciones de la izquierda. Fue un atentado a la Corona, que entonces estaba asociada a la Iglesia dada la catolicidad de la nación española. Combatir contra la monarquía equivalía, por tanto, a atacar a la Iglesia. Por esta razón, los liberales eran anticlericales, y se oponían a las leyes de la Corona pues las consideraban católicas: empezó así una discriminación “de facto” y legal, acompañada por una campaña mediática no ya anticlerical, sino anticatólica. De este modo desapareció la libertad religiosa, mientras, día tras día, se creaba una mentalidad según la cual la Iglesia comenzó a ser percibida como la responsable de todos los males. Por último, tres años más tarde, en 1934, empezaron los asesinatos: en la Región de Asturias fueron asesinados mil civiles y 34 religiosos, 9 de los cuales ya han sido canonizados, y el resto está camino de la beatificación. Y no sólo: se destruyeron la bellísima catedral de la capital, Oviedo, así como el seminario y los edificios religiosos de la ciudad. Éste se convirtió en el método de la izquierda anticatólica: asesinar a cualquier creyente, profanar las iglesias y destruir cualquier símbolo, edificio u obra de arte vinculados a la religión católica.
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