Semana de intenso desgaste para CFK
por Hugo E. Grimaldi
Para enmarcar el tono político a la luz de los barquinazos que pegó el Gobierno durante la semana que pasó, resulta imprescindible enlazar una frase que pronunció la Presidenta de la Nación y que fue poco comentada, pese a que contradice de modo evidente sus acciones (“yo digo siempre que en política se puede hacer cualquier cosa menos ignorar la realidad”), con la famosa ley que expresó hace unos 50 años Edward Murphy Jr. que dice que “todo lo que puede salir mal, saldrá mal”.Si se emparejan ambas afirmaciones como sustento del análisis, habrá que ver a qué porcentaje de esta formulación tan pesimista del científico estadounidense se llegó por errores no forzados surgidos de la confusión presidencial entre ideología y realidad, como parte del desconcierto negativo que todo el kirchnerismo destiló durante estos días, desde las Paso para acá.
Es necesario hacerlo, porque el juego de las comparaciones invita a pensar si, diciendo lo que dice y actuando de modo opuesto, Cristina Fernández en verdad no se está boicoteando a sí misma, tras embarcarse en acciones poco realistas que la han llevado de modo inevitable al escenario que le tocó padecer esta última semana, con responsabilidades que ella misma desvió, como de costumbre, hacia la prensa que informa e interpreta las cosas que el poder no quiere que se informen ni se interpreten.
Por lo que fuere y hasta por aquello del saber popular que dice que la mala onda llama a la mala onda, lo cierto es que una espantosa red de problemas de toda índole le cayó en estos días por encima a la Presidenta, la envolvió, la paralizó, le puso los nervios de punta y hasta terminó bajándole aún más el precio al pretendido “debate” que impulsó con los empresarios y sindicalistas más amigos en Río Gallegos. Si ésta era su bala de plata, los primeros indicios sugieren que, al menos, la malgastó.
Cuestiones difusas de su parada en las islas Seychelles, varias bofetadas judiciales muy duras de aquí y del exterior, las desafortunadas comparaciones con Australia y con Canadá, la pérdida de reservas, el mayor endeudamiento del Tesoro con el BCRA y el debilitamiento de la autoridad monetaria, el dólar a $ 9,10 y hasta una fuga de presos que obligó a un cambio de funcionarios a contramano de decisiones previas, más el grito desesperado de Miguel Galuccio pidiendo inversiones de otras empresas como Chevron, mientras en paralelo La Cámpora acorralaba a LAN y generaba un conflicto con
Chile, tienen que haber desestabilizado a la Presidenta.
Igualmente, ella ha demostrado más de una vez que es capaz de sobreponerse a cataratas similares de malas nuevas, pero es evidente que cuando el boxeador retrocede y es desbordado por la andanada de golpes, sólo atina a colgarse de las cuerdas o a dejarse caer. Quizás así lo vio también el gobernador Daniel Scioli quien pronunció otra frase imperdible: “Este Gobierno tiene que terminar lo mejor posible”, un modelo de ambigüedad para ser interpretada para el lado que más convenga.
El retroceso desde el centro del ring comenzó el domingo último por la noche, cuando en simultáneo con un informe que se estaba pasando por televisión y sin conocerlo aún, el Gobierno salió a despotricar por medio de un furibundo comunicado contra el periodista Jorge Lanata.
“Sicario. Asesino mediático”, le dijo el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, porque difundió algo que se había publicado en el mismísimo Boletín Oficial: que la Presidenta tenía previsto pasar dos días en “visita de Estado” en Victoria, la capital de un paraíso fiscal del océano Indico.
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