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jueves, 22 de agosto de 2013

Según todos los cánones normales de las democracias, lo antidemocrático es creerse el dueño eterno del país y que los demás sean todos conspiradores.

La estupefacción del gobierno

por Carlos Mira
Lo que está ocurriendo en la Argentina es francamente bizarro. Los problemas se acumulan y nadie los atiende. El gobierno de la señora de Kirchner parece paralizado detrás de paranoias incomprensibles para alguien que se ufana de haber construido un aparato estatal que todo lo controla y que a todo puede dar respuesta.
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El periodismo cumple la función de un aguijón. Si un gobierno no puede digerir esa verdad de la democracia, entonces no es un gobierno democrático. El periodismo es molesto, desconfiado, sospechador del poder… Está para encender luces por aquí y por allá, sólo para que el poder sepa que no está solo y que la ciudadanía tiene una vía para conocer aunque sea parte de sus manejos.

Richard Nixon podría haber denunciado un plan de desestabilización de la democracia norteamericana cuando la prensa investigó sus escuchas ilegales a la sede del Partido Demócrata. Pero ni se la pasó por la cabeza; sólo hubiera agregado un problema más a su por entonces larga lista de infortunios. Lo mismo podría haber hecho Sarkozy y ahora Rajoy. Dilma también podría haber lanzado la misma acusación cuando arreciaban las denuncias por corrupción de sus ministros. Pero ninguno de ellos optó por esa alternativa totalitaria. Se las aguantaron. Dieron explicaciones (mientras pudieron), echaron funcionarios y, en el caso del republicano, se fue cuando su proceso de juicio político era inevitable. Pero aún en ese extremo la democracia norteamericana siguió funcionando como lo venía haciendo en los 200 años previos. Es más, luego del vicepresidente Ford -que asumió el Ejecutivo- el siguiente funcionario en la línea sucesoria no era republicano, era el legendario Tip O’Neal, el Speaker of the House (presidente de la Cámara de Representantes) que pertenecía al partido demócrata. No hubo allí ninguna diputada Di Tullio que se le ocurriera insinuar que semejante hecho constituía un “golpe institucional” como la ahora candidata a renovar su banca por el FpV acaba de sugerir aquí para el caso de que la oposición pretenda quedarse con ese cargo en la Cámara baja, luego de las elecciones de octubre.
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