Comenzó la transición
Algunos empresarios que estuvieron en la reunión de Río Gallegos, que con ser amigos del poder y beneficiarios de favores aquí y allá no están acostumbrados a tener una primera fila delante de la presidenta, poco menos que quedaron demudados ante tanta sinceridad de su anfitriona. "A estas alturas, en el final de mi mandato, ya nada me sorprende", la oyeron decir. Hasta en un aparte con un dirigente industrial se permitió blanquear que uno de sus mayores anhelos de cara al futuro era malcriar a su nieto Néstor Iván en la casa de sus padres o en su lugar en el mundo, El Calafate.
Un puñado de horas después, Daniel Scioli se permitía una de las frases más contundentes que termina de poner sobre el tapete una presunción que se había comenzado a plasmar después de la derrota en las primarias del 11 de agosto: dijo que había que trabajar para que el gobierno de Cristina "termine lo mejor posible". Y que "las cosas no están tan mal, pero tampoco están tan bien". ¿Lo habilitó la presidenta a semejante definición? "Se habilitó solo", respondió mascullando entre dientes un operador de la Casa Rosada. Lo que remite a dos impresiones. La primera, que el gobernador ha decidido de una vez por todas jugar por las suyas, ubicándose en el escenario de manera inocultable con traje de sucesor. La siguiente, casi una herejía de la política: en el mundo kirchnerista hacían cola para disparar munición gruesa contra el enemigo interno más odiado por la asombrosa osadía de ponerle plazo fijo a la gestión de la jefa de todos ellos. "¿Quién es Scioli para hablar de final de mandato?", se preguntó el hombre, que de seguro no estuvo en Río Gallegos. Interrogante que le cabe a los Kunkel, las Conti, las Di Tullio, a los "pibes para la liberación" que sospechan que se les acaba el laburito fácil de aplaudidores todoterreno en el Salón de las Mujeres, y que ya soportan con estoicismo que desde su propio gobierno se diga que "La Cámpora, mejor lejos que cerca, porque son piantavotos".
Ellos, y muchos otros, tienen que morderse la lengua, y encima la orden es aplaudir a rabiar al gobernador y decir que es el verdadero jefe de campaña. Justo al hombre al que siguen considerando el peor traidor y al que apenas unos meses atrás, por decir semejante barbaridad en público y ante un auditorio internacional como fue la reunión del Council of Americas, lo hubiesen masacrado. Resignados, algunos funcionarios que siguen la saga desde la periferia dicen que es el nuevo escenario, es lo que hay, y que habrá que acomodarse a lo que viene.
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