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martes, 7 de mayo de 2013

La educación liberal y la formación de dirigentes políticos

LA EDUCACIÓN LIBERAL:
 simiente de la formación del dirigente político 


Conferencia pronunciada por el Dr. Carlos A. Piedra Buena 
 al incorporarse a la Academia Provincial de Ciencias y Artes "San Isidro"
 como Académico Correspondiente, 
el 18 de Abril de 2013


“Un hombre es lo que aprende a ser: esa es la condición humana.”
Michael Oakeshott

El tema elegido para esta disertación, que materializa mi incorporación formal a esta prestigiosa Corporación, interpreto es por demás pertinente, ya sea tanto en orden a las esencias de esta Academia, artes y ciencias, como por su actualidad meridiana. En este último sentido, como es sabido, siempre lo ha sido desde que los hombres comenzaron a especular sobre asuntos políticos y buen gobierno.

Necesidad de la educación política
Priorizar lo político no significa politizarlo todo - como se tiende a entenderlo hoy por la influencia de una equivocada, reducida y pedestre concepción de la política - sino volver a considerarla en su sentido original, con su luminosa tradición desde los clásicos griegos, donde desde muy antiguo ya encontramos las trazas de esa visión que acertará a sintetizar Aristóteles con su concepto arquitectónico de la Política.[2]
Ha sido normalmente en épocas de crisis, donde las ideas políticas han dado un salto cualitativo, y paradójicamente aquellos que las impulsaron, en general no pudieron ver el logro de sus aportes en vida.
Nuestros tiempos, tanto en la realidad nacional como internacional, no constituyen una excepción. Es que el tema que nos ocupa es propio del hombre, realidad que trasciende lo espacial y lo temporal.
Días atrás, la ex Secretaria de Estado de los Estados Unidos de Norteamérica, Condoleezza Rice[3], ha sostenido en la Universidad del Estado de Misissippi, “que una democracia madura requiere que los ciudadanos entiendan no sólo sus derechos individuales, sino también sus responsabilidades”. Rice enfatizó que la calidad de la educación es clave para tal concepto. Sosteniendo además, que la democracia toma tiempos, y que democracia y libertad no son lo mismo[4]. Explicó, además, que una democracia madura y estable no puede ser una dictadura de las mayorías ni una fuerte explotación de las debilidades.
Como vemos los contenidos del discurso de la doctora Rice, implican una serie de conceptos centrales para el buen funcionamiento de lo que se ha dado en llamar la calidad de la democracia; entre lo que destaca claramente, en relación a nuestra disertación, que la educación es clave para alcanzar esta premisa.

¿De qué educación estamos hablando?

Responder a este interrogante, presupone considerar tres términos íntimamente relacionados, pero conceptualmente distintos: educación, instrucción y formación.
Sin entrar en detalles, atento a la calidad de la formación de todos y cada uno de Ustedes y el tiempo disponible, salgamos de esta fronda, afirmando a vuela pluma, que de la complementariedad equilibrada de las dos primeras surge naturalmente la formación.
A modo de ejemplo, recordemos lo sostenido por dos hombres preeminentes de la Generación del 37: Juan Bautista Alberdi y Domingo Faustino Sarmiento; los que frente a las necesidades de la Argentina incipiente, el primero hacía hincapié en la instrucción, mientras que el segundo privilegiaba la educación. La armoniosa respuesta llevada a cabo por aquellos antepasados que institucionalizaron la República, estuvo nutrida de ambas, y su resultado se plasmó, no sólo en la formación de los dirigentes de la Generación del Ochenta y de aquellas derivadas de la misma, sino también en un férreo compromiso ciudadano.
De aquellos tiempos, entre otros, dejaron testimonio Georges Clemenceau, Federico Pinedo, Carlos Ibarguren, Ramón José Cárcano, Nicolás Repetto, Archibaldo Lanús; respectivamente, en sus “La Argentina del Centenario”, “En tiempos de la República”, “La historia que he vivido” “Mis primeros ochenta años”, “Mi paso por la política”, “Aquel apogeo”.
Los cambios en el mundo, la sociedad de masas - descripta con precisión por Ortega y Gasset[5] –, la crisis de la modernidad, el despertar de las ideologías y la irrupción de los populismos, cambiaron sensiblemente a nuestra sociedad y por ende, la calidad política nacional.
La experiencia histórica viene demostrando que la perfección institucional es insuficiente; lo determinante son las personas que dan vida a esas organizaciones.[6]Nuestra realidad nacional lo pone en evidencia.

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Leer aquí: pensamiento-perenne.blogspot.com.ar/

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