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miércoles, 8 de mayo de 2013

Argentina - Reforma judicial. La ley que el Gobierno impuso en el Congreso multiplica el malestar social.

Rumbo a la nada

por James Neilson


En países de instituciones democráticas robustas, los gobiernos que se las arreglan para protagonizar desastres descomunales suelen despedirse con un gemido, con un “me quiero ir” lastimero y autocompasivo, para que otros se encarguen de restaurar un mínimo de orden. 

Tienen que dar un paso al costado porque sus integrantes saben que la ciudadanía no les permitiría modificar las reglas del juego a fin de aferrarse al poder; si trataran de hacerlo, los expulsaría sin miramientos. 

En países de tradiciones más anárquicas, por decirlo de algún modo, desalojar del poder a los artífices de la catástrofe más reciente, sobre todo si se habían creído destinados a cambiar la historia, marcar un antes y un después e inaugurar una edad de esplendor sin precedentes, puede resultar mucho más difícil.

Por cierto, a personajes como los halcones del kirchnerismo no les hace ninguna gracia la visión de T. S. Eliot que, en el poema, “Los hombres huecos” en que aludía a sus congéneres espirituales, dictaminó: “Así acaba el mundo, no con un estallido sino con un gemido”. 

Puede que los comunistas soviéticos, abrumados por el fracaso de su experimento luego de haber asesinado a decenas de millones de burgueses, se hayan confesado derrotados por la realidad, pero los kirchneristas son más tercos o, quizás, más imaginativos.

Desde el punto de vista de tales militantes, si de perder el poder se trata, sería más digno que fuera después de protagonizar una lucha épica que como consecuencia de algo tan banal como una elección. 

A diferencia de quienes apenas movieron un dedo para impedir la implosión del colosal imperio soviético, los tienta lo que los españoles llaman el numantismo, la voluntad, auténtica o no, de resistirse a las embestidas enemigas hasta que no quede nadie de pie, lo que a su juicio les aseguraría un lugar honorable en la historia de las rebeliones contra un statu quo insoportable. 

Asimismo, la experiencia les ha enseñado que si dejan a sus sucesores un país arruinado, después de un intervalo relativamente breve muchos sentirán nostalgia por los buenos viejos tiempos, lo que, siempre y cuando no estén entre rejas, les daría una oportunidad para disfrutar de un regreso triunfal.

Pues bien: en las semanas últimas, se ha difundido la sospecha de que Cristina y sus pretorianos han llegado a la conclusión de que, en vista de que las circunstancias los han forzado a elegir entre la democracia y el poder que, como decía el fallecido Alfredo Yabrán, confiere impunidad, no les queda más alternativa que la de ponerse a demoler las ya destartaladas instituciones republicanas, comenzando con las judiciales que tantos disgustos podrían ocasionarles.
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