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lunes, 5 de mayo de 2014

Si Europa interesa es para que garantice la paz y la libertad. El resto habrá que explicarlo y proponerlo, partiendo casi de cero.

Europa o la barbarie de la virtud




El título del libro tiene toda la atracción de la paradoja:La barbarie de la virtud (Galaxia Gütember). Apareció hace unas semanas publicado en España y su joven autor, Luis Gonzalo Díez, sostiene una interesante tesis. La cultura política de los dos últimos siglos refleja el desconcierto del hombre contemporáneo. No es la política la madre de la perplejidad sino su hija. En los proyectos públicos desaguan la insatisfacción y la desorientación que llevamos dentro.

¿Pero acaso el justo medio, la virtud, puede equipararse con las hordas germánicas que destruyeron el Imperio Romano? González Díez rastrea el virus destructivo que tiene nuestra cultura democrática. El patógeno, que fue generado por el puritanismo, ha ido mutando su contenido genético durante doscientos años y llega hasta el presente con un aspecto menos amenazador. Pero es tan nocivo como al principio.

La virtud se vuelve bárbara si deja de ser una meta buscada personal y socialmente con humilde realismo –dispuesto a aceptar los mínimos a los que se pueda llegar–. La bondad se torna vandalismo cuando se exige en su nivel máximo al Estado y a las instituciones. Lo inalcanzable, en este caso, tiene que ser procurado por la res publica. Así es como nacen las revoluciones violentas. De esta matriz surge el jacobinismo, el nacionalismo y una larga lista de ismos.

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