El inconformismo y la piedad
POR LUCIANO ÁLVAREZ
Paul Johnson, un crítico tenaz de los intelectuales olímpicos sostiene que “lo que aman ciertos intelectuales es la idea de la humanidad, y no a los individuos de carne y hueso que la constituyen.” Al mismo tiempo, “lejos de ser inconformistas e individualistas, son de hecho ultra-conformistas dentro de los círculos formados por aquellos cuya aprobación buscan y agradecen. […] Cuando a su pasión por las ideas se añade un ideal programático, es casi seguro que abusarán del poder que lleguen a ostentar, sea del tipo que sea.”
En esta bolsa caben los intelectuales orgánicos o los artistas “comprometidos” cuya compasión y empatía está reservada a los humanos que pertenecen al mundo de sus ideas.
Rumiando estas cosas me vino a la mente un ejemplo en contrario: Georges Brassens (1921 – 1981), uno de los mayores poetas de la lengua francesa y uno de los cantantes más influyentes. Al menos 650 artistas de todas las lenguas han interpretado sus obras más famosas; 1.600 calles, colegios, parques o centros culturales de Francia llevan su nombre y su poseía forma parte de los programas de estudio. Brassens suele ser identificado con el estereotipo del anarquista, adversario de todo orden e instituciones constituidas y de toda la “gente bien intencionada”, grandes destinatarios de sus dardos en temas como “La mala reputación” o “El gorila”.
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