Reflexiones sobre el descenso
de la participación en la Santa Misa
por Daniel Iglesias Grèzes
1. Datos muy preocupantes
Recientemente leí un artículo de Noticeu (el boletín electrónico de la CEU –Conferencia Episcopal del Uruguay) acerca del descenso de la participación de los católicos uruguayos en la Santa Misa. Allí se dice que en un plazo de 21 años (1989-2010) la participación en la Misa dominical descendió casi a la mitad en Montevideo (de 58.700 a 31.500 personas).
Buscando en Internet, encontré otros dos artículos que aportan más datos sobre el mismo tema: uno de “El Observador” y otro de “La República”. Allí se dice que, en la misma ciudad y período, también descendió en forma muy considerable la práctica de otros sacramentos: bautismos, primeras comuniones, confirmaciones y matrimonios. De los datos suministrados por esos dos diarios de Montevideo me impresionan sobre todo el dramático descenso de los matrimonios sacramentales (de 3.562 en 1989 a 1.120 en 2010; una caída de más de dos tercios) y las muy bajas cantidades de confirmaciones (933 en 1989 y 721 en 2010).
Dejo constancia de que las cantidades absolutas de bautismos y de primeras comuniones en 1989 y en 2010 indicadas en los dos artículos son exactamente iguales (4.357 y 2.947 para cada uno de estos sacramentos). Esta coincidencia muy improbable lleva a pensar que casi seguramente uno de los dos pares de datos (el de bautismos o el de primeras comuniones) es erróneo. Probablemente los datos erróneos sean los de bautismos, ya que el pasaje de 4.357 a 2.947 representa una reducción del 32%, porcentaje que coincide con el indicado en esos artículos para la reducción de las primeras comuniones, mientras que para los bautismos indican una reducción del 55%, que implicaría cantidades diferentes.
Estos nuevos datos, aunque muy lamentables, confirman una marcada tendencia decreciente que se puede apreciar en muchos estudios estadísticos de las últimas décadas sobre las cantidades de católicos de Montevideo y sobre su práctica sacramental. Por ejemplo, según datos publicados en 1993 por la Vicaría Pastoral de la Arquidiócesis de Montevideo, sólo unos 48.000 montevideanos (en promedio) participaban de la Misa dominical en el trienio 1990-1992. Esa cantidad equivalía al 3,5% de la población total del departamento. Seguramente, ya entonces ese porcentaje de asistencia a la Misa dominical era uno de los más bajos del mundo entre los países de tradición católica; y los nuevos datos publicados implican que ese porcentaje descendió al 2,4% en 2010. Además, no parece previsible que la tendencia vaya a cambiar en el corto plazo.
Es muy claro que este descenso no es exclusivo de Montevideo, sino que la situación es parecida en todo el Uruguay. El artículo de “El Observador” muestra incluso que en algunos departamentos del país la situación es bastante peor que en Montevideo. En particular, hay tres departamentos (Rocha, Río Negro y Rivera) donde los católicos son menos de un tercio de la población.
Más aún, el problema señalado tampoco se reduce al Uruguay, sino que en mayor o menor medida ha afectado a la Iglesia Católica en casi todas las naciones de Occidente durante los últimos 50 años. La descristianización y la secularización han hecho estragos en muchas Iglesias locales por lo menos desde 1965, cuando comenzó la gran crisis eclesial del post-concilio.
2. Una cuestión de vida o muerte
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3. La causa principal de esta crisis
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4. Recomenzar desde Cristo
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No puedo extenderme aquí sobre cómo enfrentar el gravísimo problema de la gradual (y ya bastante avanzada) apostasía del pueblo uruguayo. En esa línea me limito a recordar un aporte de 2012 sobre algunos aspectos doctrinales y culturales de la necesaria “terapia”: Diez claves sobre el renacimiento o la renovación de la cultura católica. El presente aporte se centra en la cuestión del diagnóstico (en resumen, se trata de una crisis de fe). La terapia debería ser proporcionada al diagnóstico.
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