Un papa popular ante un gobierno populista
por Joaquín Morales Solá
Esto no durará", escuchó Cristina Kirchner que le decía un colaborador suyo, mientras ambos observaban en Roma las multitudes que se movilizaban alrededor del papa Francisco. Ella no respondió. Ambos daban por entendido que el funcionario se refería al fenómeno popular en que se convirtió el nuevo pontífice. El lugarteniente presidencial percibió la incomodidad de la Presidenta ante un futuro irreversible: deberá convivir en adelante con un hombre más popular que ella dentro de su propio país. Deberá coexistir también con un argentino con prestigio en el mismo mundo que no siente simpatía por la presidenta argentina.
Sin embargo, la razón última de la incomodidad indisimulable del cristinismo es más profunda: intuye que el liderazgo social ha cambiado de mano. Según todas las mediciones de opinión pública, ese liderazgo en la Argentina lo tiene ahora más el papa Francisco que cualquier otro dirigente. La Presidenta puede decir con razón que ella conserva el liderazgo político e institucional del país, pero el liderazgo moral de una amplia mayoría de la sociedad (no sólo de la gente que profesa la religión católica) está en poder del papa Bergoglio.
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