El socialismo científico
Esteban Lijalad
“El intento utopista de hacer realidad un Estado
ideal requiere ungobierno fuerte y
centralizado formado por unas
pocas personas,que, en
consecuencia puede conducir fácilmente a una dictadura.(…) La dificultad está en el hecho de
que el autoritarismo debesilenciar
toda crítica, de tal modo que al Dictador benévolo no leserá fácil escuchar las quejas que
motivan las medidas que hatomado.
(…) Ahora vemos que el enfoque utopista
solo puedesalvarse gracias a
la creencia en un Estado ideal absoluto einmutable.” (Karl Popper)
De los dos terrores que asolaron el siglo XX- el nazismo y el comunismo- es el comunismo el más misterioso.
Que el nazismo era un sistema de violencia contra las minorías, un programa de exterminio y de predominio racial, nunca hubo dudas. Fue groseramente franco. Ya en el programa del Partido Nacional Socialista de 1920 se exponía con claridad el plan de excluir a los judíos de la nación alemana y el propósito de obtener “colonias” para dar sustento a la población alemana. Había que tener “mala entraña” para adherir a esas ideas.
Pero el comunismo, el marxismo fue otra cosa. Un ideario liberador, humanista, la culminación del proceso iniciado por la Ilustración para acabar con los privilegios de las minorías, un programa de liberación, de desaparición de la desigualdad, de desarrollo científico y económico. La promesa del marxismo fue muy atractiva. Pero sus frutos casi iguales- peores en algún sentido- a los del nazismo. El nazismo cumplió su programa a rajatabla, sin contradicciones internas. En cambio el marxismo , el “socialismo real” ocultó cuidadosamente el crimen: cumplió un plan implícito, secreto de liquidación y asesinato que aun hoy es negado. Así como los negacionistas del Holocausto judío por los nazis son seres moralmente inferiores, los innumerables negacionistas del holocausto comunista no tienen mayor estatura moral. Solo que unos tienen muy mala prensa y los otros, programas de radio y televisión.
El comunismo, ese arco que va desde un iluminado Marx hasta un asesino serial y frio como Stalin, es incomprensible. La mejor gente, la más inteligente, la más buena adhirió al comunismo. Su claridad, su fuerza expresiva convenció a varias generaciones de la incomparable justeza de sus objetivos. Picasso, Neruda, Sartre, Rolland, Saramago, por nombrar solo algunos, fueron los referentes de cientos de intelectuales, poetas, artistas – la “crème” de la intelectualidad- que adhirieron sin dudarlo al comunismo. Solo algunos, valientes y repudiados, como Guide, Koestler, Camus, Octavio Paz o Vargas Llosa se atrevieron a mirar…y vieron: el Gulag, la persecución a homosexuales, el trabajo esclavo, las deportaciones masivas, las prohibiciones, los Procesos de Moscú, el Gran Salto Adelante de Mao con sus 30 millones de muertos , la Stasi, la Cheka, la KGB, los Servicios Cubanos… Mucho, demasiado para explicar como simples “desviaciones” del programa liberador marxista.
Que el nazismo era un sistema de violencia contra las minorías, un programa de exterminio y de predominio racial, nunca hubo dudas. Fue groseramente franco. Ya en el programa del Partido Nacional Socialista de 1920 se exponía con claridad el plan de excluir a los judíos de la nación alemana y el propósito de obtener “colonias” para dar sustento a la población alemana. Había que tener “mala entraña” para adherir a esas ideas.
Pero el comunismo, el marxismo fue otra cosa. Un ideario liberador, humanista, la culminación del proceso iniciado por la Ilustración para acabar con los privilegios de las minorías, un programa de liberación, de desaparición de la desigualdad, de desarrollo científico y económico. La promesa del marxismo fue muy atractiva. Pero sus frutos casi iguales- peores en algún sentido- a los del nazismo. El nazismo cumplió su programa a rajatabla, sin contradicciones internas. En cambio el marxismo , el “socialismo real” ocultó cuidadosamente el crimen: cumplió un plan implícito, secreto de liquidación y asesinato que aun hoy es negado. Así como los negacionistas del Holocausto judío por los nazis son seres moralmente inferiores, los innumerables negacionistas del holocausto comunista no tienen mayor estatura moral. Solo que unos tienen muy mala prensa y los otros, programas de radio y televisión.
El comunismo, ese arco que va desde un iluminado Marx hasta un asesino serial y frio como Stalin, es incomprensible. La mejor gente, la más inteligente, la más buena adhirió al comunismo. Su claridad, su fuerza expresiva convenció a varias generaciones de la incomparable justeza de sus objetivos. Picasso, Neruda, Sartre, Rolland, Saramago, por nombrar solo algunos, fueron los referentes de cientos de intelectuales, poetas, artistas – la “crème” de la intelectualidad- que adhirieron sin dudarlo al comunismo. Solo algunos, valientes y repudiados, como Guide, Koestler, Camus, Octavio Paz o Vargas Llosa se atrevieron a mirar…y vieron: el Gulag, la persecución a homosexuales, el trabajo esclavo, las deportaciones masivas, las prohibiciones, los Procesos de Moscú, el Gran Salto Adelante de Mao con sus 30 millones de muertos , la Stasi, la Cheka, la KGB, los Servicios Cubanos… Mucho, demasiado para explicar como simples “desviaciones” del programa liberador marxista.
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