El octubre de Benedicto
José Luis Restán
Llega un mes de octubre cargado, incluso extenuante para un hombre de 85 años que debe mantener las luces largas y la mano fuerte en el timón. Desde ahora conviene no perder comba, porque Benedicto XVI no da puntada sin hilo. No hay palabras sobrantes ni gestos inútiles. El Papa enhebra sus mensajes para lanzar un gran reclamo, para mostrar ante el pueblo cristiano la raíz luminosa de la fe, y para testimoniar al mundo (como acaba de hacer en Líbano) el tipo de experiencia humana que forja esa misma fe amiga de la libertad y de la razón.
Hace unos días, al recibir a un grupo de obispos recientemente ordenados, quiso recordar la intención del beato Juan XXIII al convocar el Concilio Vaticano II: que la doctrina cierta e inmutable de la Iglesia, que debe ser fielmente respetada, se profundice y se presente de una forma que responda a las exigencias de nuestro tiempo.
No es casualidad la cita del Papa Juan, cuyas huellas seguirá el próximo 4 de octubre para llegar al Santuario de Loreto. Allí se postró hace 50 años para rogar la protección de Santa María para un evento que algunos consideraban locura y que despertaba tantas inquietudes como esperanzas.
Ahora llega a Loreto otro hombre en sazón con las llaves de Pedro al cinto, uno que conserva en la memoria los trajines llenos de apasionada esperanza de aquellos días, cuando Joseph Ratzinger era un prometedor teólogo que aconsejaba a los obispos alemanes.
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