La burbuja nacionalista
Francisco Pou
11 de septiembre. Barcelona se llenó una tarde de domingo con banderas, tambores y lemas incoados en una sola dirección: "independencia.
El número de asistentes (estamos hablando de un 9% de la población catalana recogida en trenes y autobuses especiales) no tiene valor en el proceso legislativo democrático. Pero los organizadores le atribuyeron "el sentimiento legítimo representativo de un pueblo", acelerando un proceso cultural que se ha ido dando desde la transición; la catalanidad "debe" llevar al nacionalismo. Y ahora el nacionalismo "debe" llevar a la independencia.
La conclusión, es clara: es "mal catalán" quien no quiera la independencia.
No es un análisis hipotético; está ya ocurriendo en los medios en Cataluña.
Por eso, al hablar de número o ruido, es importante mirar antes a Cataluña, al completo. El número de parados, silenciosos, en Cataluña, 850.000 era mayor que los de esa tarde festiva.
El hambre, real en Cataluña, que despierta un hormiguero de humanidad para servir más de 90.000 comidas gratuitas, voluntarias y anónimas, tampoco hacía ruido, como los tambores domingueros. Igual que los jóvenes que ya pasaron océanos y fronteras para buscar un trabajo fuera. En Cataluña dos tercios de los que acaban en la Universidad están sin trabajo, y va a peor.
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