Dos meses antes de su muerte (el domingo, en un presumible accidente de tráfico cerca de La Habana) el disidente cubano repasó su vida para Intereconomía.
Oswaldo Payá no es un desencantado del castrismo porque lo rechazó desde niño; ahí reside su fuerza moral. Su primer acto de rebeldía consistió -mientras hacía la mili- ennegarse a participar en un traslado de presos políticos. Inmediatamente se convirtió en uno de ellos, pasando una temporada privado de libertad en la isla de Pinos, un lugar que por entonces no era paradisíaco. Pero no solo estaba ahí por sus ideas. “También por mi fe. Recuerdo esa etapa como muy cruel”.
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