por James Neilson
soluciones a la inflación y la crisis del dólar. Moreno, en capilla.
Durante años, Cristina contó con el apoyo entusiasta de un aliado poderosísimo: la economía nacional. Para euforia de los fanáticos K y consternación de los demás, sus columnas blindadas, aprovisionadas de combustible por el complejo sojero, aplastaban todo cuanto encontraron en el camino, despejándolo para que los comprometidos por “el proyecto” de la señora pudieran ocupar una multitud de espacios bien remunerados o, en el caso de los reacios a perder el tiempo dedicándose a aburridos quehaceres políticos, consiguieran enriquecerse aprovechando sus contactos con funcionarios amigos. Fue gracias a la ayuda que le prestó la economía que Cristina pudo disfrutar de aquel triunfo plebiscitario en las elecciones de octubre pasado.
Puede entenderse, pues, la indignación que siente la presidenta por la conducta reciente de lo que, con cariño maternal, llama su “modelo”. Siente que la economía le ha traicionado, que ha cambiado de bando. En efecto, ya milita, con la misma eficacia brutal que antes, en las filas opositoras. A menos que el gobierno logre reconciliarse con ella, lo que a esta altura no parece posible, sería plenamente capaz de pulverizarlo en un lapso muy breve.
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