5. Los
desafíos de la hora
“En
los últimos cien años, ha habido más de dos docenas de intentos de construir
una sociedad socialista. Se ha probado en la Unión Soviética, Yugoslavia,
Albania, Polonia, Vietnam, Bulgaria, Rumania, Checoslovaquia, Corea del Norte,
Hungría, China, Alemania Oriental, Cuba, Tanzania, Benin, Laos, Argelia, Yemen
del Sur, Somalia, Congo. , Etiopía, Camboya, Mozambique, Angola, Nicaragua y
Venezuela, entre otros. Todos estos intentos han terminado en diversos grados
de fracaso. ¿Cómo puede una idea, que ha fallado tantas veces, en tantas
variantes diferentes y tantos entornos radicalmente diferentes, seguir siendo
tan popular? (pág. 21) -
Kristian Niemietz, Socialism:
The Failed Idea That Never Dies. Institute for Economic Affairs, London 2019, 374 pages.
5.1. Vigencia de
la Revolución en el siglo XXI - El
progresismo como “edulcorante”
Hoy, a cien años de la revolución rusa, podemos
apreciar con serenidad el panorama sobre este gran proceso que intentaba
describir Solzhenitsyn en toda su magnitud:
1) La revolución fue un proceso histórico en
el que se llevó a cabo la íntegra reformulación de la vida social.
2) La revolución continúa aunque el muro haya caído.
3) La revolución rusa fue la continuidad de un ciclo histórico de mayor envergadura, que incluye la revolución francesa.
4) La revolución rusa se podía apreciar en verdadera magnitud en 1917 desde la misma Rusia, pero también desde Europa Occidental.
5) La revolución en 1925 era ya un proyecto mundial en ejecución, como quedó demostrado a continuación
6) Al comenzar el siglo XXI, el mundo occidental no está a salvo de la revolución.
2) La revolución continúa aunque el muro haya caído.
3) La revolución rusa fue la continuidad de un ciclo histórico de mayor envergadura, que incluye la revolución francesa.
4) La revolución rusa se podía apreciar en verdadera magnitud en 1917 desde la misma Rusia, pero también desde Europa Occidental.
5) La revolución en 1925 era ya un proyecto mundial en ejecución, como quedó demostrado a continuación
6) Al comenzar el siglo XXI, el mundo occidental no está a salvo de la revolución.
En efecto, el fenómeno de la revolución, está
lejos de ser algo que sucedió en la historia y quedó atrás como un mal
recuerdo. Es un hecho de la más candente actualidad como lo muestran los casos
de países como Venezuela, Colombia, pero también –en cada caso con
características propias – en Nicaragua, México, Ecuador, Bolivia, Chile,
Brasil, y también Argentina. El conflicto no solo es de naturaleza político
militar, sobre todo a partir de la explosión del narcotráfico, la narco guerrilla,
la narco política, y el fondo permanente de la lucha cultural gramsciana. La estrategia revolucionaria es
complementaria de la coexistencia pacífica y el comercio internacional, aun
entre países con visiones del mundo opuestas.
Alexander Solzhenitsyn afirmaba en marzo de
1983 en Londres: “Occidente todavía tiene que esperar una revolución
comunista”. El razonamiento que soportaba tal afirmación era que el proceso
revolucionario es mundial, y que las mismas razones que afectan el corazón del
hombre del Este y del Oeste deberían poder ser la causa de un sistema político
semejante. Al pronunciar estas palabras, Solzhenitsyn lleva ya unos nueve años
viviendo en Occidente, y le faltan otros nueve para regresar a Rusia. En el
Cono Sur, ya había quedado atrás el régimen de Allende en Chile, y Argentina
retomaba una vez más el sendero democrático, luego de haberse derrotado
militarmente a la guerrilla comunista.
A más de treinta años de esas experiencias,
vemos aquellas palabras del escritor ruso no han perdido vigencia, y que más
bien se trataba de una reflexión lúcida y fundamentada, muy lejos del
pensamiento agorero y lúgubre que se le atribuía como supuesto fruto de sus
sentimientos de amargura por la situación de su propio país.
Si alguien se sintiera tentado a minimizar la
reflexión de Alexander Solzhenitsyn debería refrescar el rol atribuido por el
comunismo a la Revolución Cubana para América Latina en el marco de la
“coexistencia pacífica” entre las grandes potencias, en el que la causa de la
crisis podría haber llevado la escalada rápidamente al enfrentamiento directo,
como casi sucedió en la crisis de los misiles en octubre de 1962. Para no jugar
con exclusividad la carta “Cuba contra el Imperio” (norteamericano por
supuesto), la estrategia fue la expansión revolucionaria hacia toda América
Latina a partir de Cuba mientras oficialmente se podía proclamar la
“convivencia pacífica” como expresión de supuestos deseos. Este planteo había
surgido como la propuesta estratégica más votada en el congreso de Moscú de
partidos comunistas de noviembre de 1960.
De esa “convivencia pacífica” entre las grandes potencias fueron
expresamente excluidos Asia, África y América Latina, con respecto a los cuales
quedó establecida la política de fomentar las llamadas “guerras de liberación”
así como “apoyar la sagrada causa de los pueblos oprimidos en sus justas
guerras antiimperialistas de liberación”
Como ya se ha dicho, Nikita Kruschev precisa
esa estrategia en un discurso pronunciado en Moscú el 6 de enero de 1961 en el
que reafirma el apoyo a las guerras de “liberación nacional” en África, Asia y
América Latina, la formación de frentes con los sindicatos obreros y con todos
los partidos de la liberación nacional, aunque estos no estuvieran dirigidos
por comunistas, y al uso de estrategias electorales para alcanzar el poder sin
necesidad de revoluciones violentas, con la inclusión del “levantamiento
armado, si resiste el poder gobernante”. A partir de ese momento Cuba quedó
instalada como una base de subversión comunista “para conquistar por dentro a
América Latina” y para servir como eventual “trampolín militar” en caso
necesario. El 26 de Julio de 1960 afirmaba Fidel Castro: “Nos comprometemos a
seguir la lucha hasta que la Cordillera de los Andes se convierta en la Sierra
Maestra del Continente Americano”.
En el siglo XXI, el mundo occidental no está
a salvo de la revolución. La izquierda anti-totalitaria perdió terreno en la
batalla que llevó durante mucho tiempo en contra de la izquierda progresista. Y
quien dice progresista, dice revolucionario: “El progresismo es la idea de que todo es
político, y que en efecto, se puede acceder a un mundo mejor por la
introducción del desorden radical en las instituciones, a través de la
revolución o por la eliminación de “los malos”…“La frase inaugural del
progresismo fue escrita por Jean-Jacques Rousseau[1]:
“Odio a la servidumbre como la fuente de
todos los males de la humanidad". El mal no es más un hecho de la
naturaleza, es una realidad política o económica. Y la misión sin
precedentes asignada a la política es por lo tanto terminar con el mal”. Alimentada
con esta esperanza, la izquierda progresista no quiso ver los horrores que se
cometieron en su nombre.” Y cuando los vio, y terminó condenando al comunismo
soviético, fue para volcar su impaciencia mesiánica en Cuba o la China. La
izquierda anti-totalitaria, por el contrario, se inspiró en Solzhenitsyn y en
los disidentes para denunciar no sólo la brecha entre el ideal comunista y la
realidad, sino también el peligro de idealizar la erradicación final del
mal. Uno podría pensar que el muro de Berlín habría arrastrado a las
ilusiones del progresismo. Pero lo cierto es lo contrario. El anti
totalitarismo desapareció con el sistema totalitario.
5.2. Latinoamérica no quedó a salvo…
Los problemas planteados hace un siglo, en
tiempos de la infancia de Solzhenitsyn, tienen hoy actualidad y vigencia, en
particular para Latinoamérica a partir de la revolución cubana y a la política
internacional establecida por Kruschev en 1960. En América Latina la revolución
está más vigente que nunca. Venezuela es el ejemplo más claro. Aquí la
revolución no debería ser un objeto de estudio o análisis meramente académico.
A partir de la "caída" del imperio soviético, de la expansión
geográfica hacia China, Corea, Vietnam, Camboya, Cuba, Nicaragua, etc, resulta
patente que la revolución está lejos de haberse extinguido del curso de la
historia. El entusiasmo de Chávez en Venezuela
y de Morales en Bolivia, aplicados en destruir la sociedad democrática
para reemplazarla por distintos tipos de "socialismos para el siglo
XXI" así lo muestran.
Parafraseando a Vladimir Lenin, en uno de sus
programas “Aló Presidente”, “Chávez ya destacaba la necesidad de construir un
partido revolucionario, una dirigencia revolucionaria, orientada en función de
una estrategia.”… "Ahora, la dirigencia, por eso insisto yo tanto en un
partido, en la necesidad de un partido, porque no hemos tenido dirigencia revolucionaria
a la altura del momento que estamos viviendo, una dirigencia a la altura del
momento que estamos viviendo, unida, orientada en función de una estrategia,
unida, como decía Vladimir Illich Lenin, una maquinaria que sea capaz de
articular millones de voluntades en una sola voluntad, eso es imprescindible
para llevar adelante una revolución, si no se pierde como los ríos cuando se
desbordan, como el Yaracuy cuando llega allá al Caribe, se pierde el cauce y se
convierte en laguna, se convierte como en un Delta pero lagunoso, o de
lagunas"
El Presidente Hugo Chávez “invitaba a los
venezolanos a estudiar los escritos del revolucionario ruso León Trotsky, y
especialmente lo expresado por éste en el folleto El Programa de Transición,
programa de acción elaborado por Trotsky y aprobado en el Congreso Fundacional
de la Cuarta Internacional en 1938 en Chile, el cual es una de las bases
fundamentales de la corriente trotskista." Afirmaba: "Bueno, aquí
están dadas las condiciones, yo creo que ese pensamiento o esa reflexión de
Trotsky es útil para el momento que estamos viviendo, aquí las condiciones
están dadas, en Venezuela y en América Latina. No me voy a meter con Europa en
este momento, ni con Asia. Ahí hay otras realidades, otros tiempos, otras
dinámicas, pero en América Latina están dadas las condiciones, y en Venezuela
pero por supuesto, para hacer una verdadera revolución[2]."
Hay factores que unen a los ideólogos, los activistas y los procesos
revolucionarios. Entre ellos se cuentan la
“inteligencia de poder”, la inserción en el sistema legal, la acción directa
permanente, la guerrilla urbana
desestabilizadora interna. Se los encuentra en una estrategia que abarca ciclos
históricos largos, puesto que la política interna de los países está condicionada
al contexto. No hay política interna sin política exterior. Y cuando el
contexto externo se polariza, el interno también, aunque esto no sucede
automáticamente, ni en todos los casos…
Como ejemplo, en la Argentina, en la década de los sesenta los
movimientos subversivos con apoyo y redes en el exterior –concretamente en URSS
y Cuba- se insertaron con fuerza en el peronismo –y en el radicalismo en menor
grado- y generaron un consenso moral sobre la “legitimidad” de su existencia y
reclamos montándose en un antiamericanismo y en una “tercera posición”
(edulcoración del socialismo extremo).
En el marco de la guerra fría, la entonces comunista Unión Soviética a
través de su red de superficie o encubierta sirvió de escuela teórica y de
apoyo practico –Cuba y Fidel mediante- para el desarrollo de organizaciones
legales e ilegales, que trabajaron –guerrilla urbana mediante- en paralelo
hacia un mismo fin: la llegada al poder de gobiernos de “liberación”... Y así accedieron
a los poderes institucionales en Argentina en 1973, con Cámpora, insertados o
infiltrados en el peronismo. Lucharon en paralelo para llegar al poder total,
que no consiguieron. En el seno del propio peronismo se generó en las sombras
el anticuerpo de la triple A, y el poder institucional –cuando percibió que
hacían falta medios más contundentes- decretó la aniquilación de los
subversivos, con las debidas reglamentaciones operativas, que han salido a la
luz, y que daban el marco normativo a una lucha que fue una guerra interior hecha
y derecha.
En esta instancia,
en Argentina, si la subversión fue vencida, se careció luego de “la
inteligencia de poder[3]”
que si tuvieron los extremistas, que consideran que la política,
al revés de Von Clausewitz, es la continuación de la guerra por otros
métodos[4]...
Los revolucionarios locales tuvieron “inteligencia de poder”, inserción en el
sistema legal, y guerrilla urbana. Y como finalmente el agresor termina siendo
“no el que lanza la guerra sino el que detiene la agresión” como André
Gluksmann cita a Von Clausewitz, resultó finalmente que el rol del agresor se
atribuyó a las fuerzas armadas del país.
La Argentina
se diferencia de otros países de América Latina por ser un pueblo de naturaleza
pacífica, pero no se puede dejar de pensar que así como guerras hubo también en
este sub-continente, no está escrito que no las vuelva a haber...
Si se piensa
en ciclos históricos largos, y en que la política interna de la Argentina está
también fuertemente condicionada al contexto externo, no se puede dejar de
advertir los resultados del antinorteamericanismo alimentado durante
décadas. Las fuerzas armadas argentinas
también fueron “desarmadas” prolijamente, desde el punto de vista moral y
material, pese a ser anteriores “a la patria misma” tanto desde el punto de
vista histórico, como causal: sin defensa calificada, no hay patria sustentable
operativamente. También se ha intentado forzar en ellas una alineación
obligatoria con una interpretación marxista de la historia de los últimos años,
aprovechándose que en democracia, las fuerzas armadas están sometidas a un jefe
natural, el presidente de la nación. También se ha eliminado la posibilidad de
que las fuerzas hagan inteligencia interna, aún sabiendo que los conflictos
internacionales tienen extensiones en el interior de los países, y que todos
los países desarrollados tienen como parte de sus fuerzas armadas no solo la
inteligencia, sino los servicios de espionaje, que constituyen también parte de
dichas fuerzas, aunque sea como organismos especiales, y por su misma
naturaleza de alta discreción. Quitarles
esta función sugiere que muchos consideran aún que las fuerzas armadas de la
nación son –por definición- parte del enemigo...
Así mismo, se
ha eliminado la formación y entrenamiento de las fuerzas del Estado en la lucha
contra la guerrilla urbana. ¿Y qué objetivo podría tener esta acción que no
fuera el de dejar el campo orégano para una eventual acción futura de
extremistas y terroristas?
Entremezclados
en el poder político, en la administración y en agrupaciones políticas y sociales,
los herederos de las organizaciones de superficie vencidas en los setenta,
siguen en carrera, apoyándose en el consenso social del gobierno de turno, con
el poder que da el dinero de las cajas obtenibles a través de los cargos de la
estructura estatal permanente y políticos, las agrupaciones sociales
subvencionadas por los sucesivos gobiernos, y en “la inteligencia de poder” a
la que nadie presta atención, ya que fueran debilitadas las fuerzas armadas
tradicionales por la “limpieza étnica”.
Los ciclos
históricos abarcan tiempos largos, y no es la política de cada presidente el
problema, sino la “estrategia de poder” de quienes, en las sombras, vencidos
sus militantes por las armas, dan contenido a las políticas de gobierno. Una
estrategia de poder, va mucho más allá que un programa electoral, o una alianza
para “defender las instituciones”.
No alcanza un mero análisis pragmático de la
economía y de la política para enfrentar semejante desafío. Hay que entender el
fenómeno de la revolución, que va mucho más allá de las explosiones históricas
que son las que más impresionan y llaman la atención. La memoria de más de cien
millones de víctimas que perdieron la vida en el siglo XX debería llevar a la
reflexión a los dirigentes..
En la medida en que el hombre occidental -de hecho cientos de millones de personas- vaya perdiendo sus principios y convicciones milenarias, no sepa porqué vive, no esté seguro acerca de la esencia del matrimonio y de la familia, no asuma la educación como responsabilidad que los padres no pueden delegar al estado, no tenga conciencia de sus responsabilidades morales y cívicas, no se plantee con seriedad el fin del uso de su propia libertad, habrá ido debilitando y abandonando sus "trincheras" y sus "fortificaciones", y de a poco habrá perdido la guerra, en el marco de una paz aparente y de una violencia esterilizada.
En la medida en que el hombre occidental -de hecho cientos de millones de personas- vaya perdiendo sus principios y convicciones milenarias, no sepa porqué vive, no esté seguro acerca de la esencia del matrimonio y de la familia, no asuma la educación como responsabilidad que los padres no pueden delegar al estado, no tenga conciencia de sus responsabilidades morales y cívicas, no se plantee con seriedad el fin del uso de su propia libertad, habrá ido debilitando y abandonando sus "trincheras" y sus "fortificaciones", y de a poco habrá perdido la guerra, en el marco de una paz aparente y de una violencia esterilizada.
Frente a este panorama tampoco alcanza la
llamada « contra-revolución », puesto que un tipo de sociedad no se define
existencialmente en contraposición a otro. De allí la necesidad de volver una y
otra vez sobre aquellos aspectos constitutivos de identidad, erosionados con vehemencia.
Los principios, los valores y las virtudes que inspiraron en Argentina la
Constitución de 1853 siguen siendo válidos. La verdad existe y puede ser
alcanzada por la recta razón. El bien común puede ser definido. La naturaleza
humana no es moldeable como la masilla y cuando no se respeta su esencia las
consecuencias se dejan ver rápidamente y pese a todo lo expuesto, un futuro
mejor es posible. Sólo requiere el desarrollo de una visión adaptada a las
necesidades de la época, y estar dispuesto a pagar el precio que implica ir
detrás de ella. Es un problema a resolver. Un desafío urgente que debe ser
asumido, so pena de dejar avanzar aún más el fermento revolucionario, y sufrir
las consecuencias, o aún evitándolas para nosotros mismos, dejarles un mundo
peor a quienes nos sucedan.
5.3.
¿Nación rusa o imperio ruso?
Transcurridos más de diez años de la muerte
de Solzhenitsyn, los grandes temas siguen en discusión. Una pregunta que cabe
formularse es si la Rusia post comunista sigue siendo un imperio, y sigue manteniendo
su vocación imperial. Una característica de los imperios es su manejo diferente
del espacio y del tiempo respecto de las “pequeñas naciones”. En parte esto se
debe al poder militar agregado al carácter cuasi vitalicio de los gobernantes,
que en los países democráticos está sujeto al calendario electoral, en el que
puede cambiarse con relativa facilidad de gobiernos “de izquierda o de
derecha”, con un claro posicionamiento contradictorio en el espacio mundial. En
este aspecto, son mas “imperiales” la Rusia y China que los Estados Unidos.
En una entrevista reciente, el medio National
Interest habló con Konstantin Zatulin, primer vicepresidente del comité de la
Duma para las relaciones con la CEI (La Comunidad de Estados Independientes) y
los ciudadanos rusos en el extranjero, durante casi una hora el 23 de julio de
2019, en su oficina de Moscú. Zatulin explicó que Rusia aspira a tener un mayor
dominio sobre los asuntos mundiales. "Si con la restauración del imperio
ruso, uno significa restaurar el gran papel que jugaron el Imperio Ruso o la
Unión Soviética en la vida internacional, entonces por supuesto que estaríamos
felices de tener ese papel hoy", afirmó. El legislador ruso afirmó que tal
deseo no es de ninguna manera inusual o infame, afirmando que "si somos
honestos, todos los otros actores clave en el proceso internacional están
luchando por lo mismo". Por lo tanto, ve a las acusaciones de que Rusia se
comporta como un estado pícaro como infundadas.
Si el principal desafío o el problema político
central de un gobierno es mantener el sentido y la orientación de su poder y su
capacidad de acción para desarrollarse en la dirección elegida, me parece que
durante el siglo XIX el zarismo fue perdiendo el sentido y la capacidad de
acción, mientras que los movimientos revolucionarios fueron definiendo cada vez
más su orientación y fueron también capaces de aumentar su capacidad de acción
con los medios que iban adquiriendo. Quizás el mejor ejemplo de esto fue el
acceso al poder de Lenin y el cambio de régimen logrado por la revolución rusa.
Pero vista la historia en un marco geográfico más
amplio, puede observarse que esa vocación imperial rusa de la que hablaba el
mes pasado Zatulin, abarca todo el período zarista, sigue vigente durante el
período comunista y se mantiene luego en el post-comunismo. Por lo tanto, creo
que debe tenerse en cuenta que el alcance de la influencia y del poder ruso, mientras
el país tenga la vocación y los medios, fue, es y seguirá siendo mundial. Esto
no le impedirá tampoco seguir con el tiempo el camino de tantos imperios de
este mundo.
5.4. La post revolución, el despotismo y la
libertad
Pasados
cien años del nacimiento de Solzhenitsyn se está produciendo un
"reverdecimiento de los espíritus nacionales" que está afectando el modo de relacionarse de la
humanidad. Los países se vinculan entre sí revalorizando la propia
"identidad" frente a lo que ven como las amenazas de las grandes
burocracias estatales nacionales e internacionales. Es posible ver que está en
formación lo que podría conformar en un futuro no muy lejano una nueva
ideología de “poderes nacionales fuertes” que tienden a expulsar las visiones
democráticas “light”. Esos cambios aparecen frente a nuestra vista a mayor o
menor distancia y muestran nuevos riesgos de "deslizamiento" a
conflictos de insospechada dimensión en un esquema que tiene sus semejanzas con
el que se vivió a principios del siglo XX, cuando el optimismo por el
desarrollo de la ciencia y el grado de civilización alcanzado impidió ver y
controlar el surgimiento descontrolado de una avalancha de violencia, guerras y
enfrentamientos, que ocupo prácticamente todo el siglo XX, y que pareció haber
terminado con la caída del Muro de Berlín.
A
la situación internacional respecto de los liderazgos nacionales se agrega el
componente islámico, y los cambios de paradigma que continúan sucediendo en el
interior de los países. Todo ello exige la necesidad de nuevos y profundos
análisis y la re-evaluación y actualización de formas de convivencia y de
organización política y social, lo que hasta hace poco parecía estar fuera de
discusión. En efecto, a pesar de la caída del Muro de Berlín, no cesan en
el mundo las luchas y guerras ideológicas, los "relatos políticos",
la búsqueda de la aplicación de sistemas utópicos destinados a demoler los
regímenes republicanos y democráticos y la inclusión deformante e hipertrofiada
del concepto de "pueblo" como criterio ordenador del pensamiento
político, y hasta teológico. Cuando los dirigentes incluyen como parte esencial
del discurso político destinado al público interno y externo el tema de la
defensa del “espíritu y la cultura nacional” aparecen en la superficie nuevos
planteos desafíos y conflictos, que se tenían por superados.
En
el discurso de Templeton ya anunciaba Solzhenitsyn en 1983 que el espíritu del
mal triunfante sigue girando como un torbellino por sobre los cinco continentes
sin detenerse, con la conciencia humana enturbiándose cada vez más, a pesar de
todas las guerras del siglo. Así, hacia fines del siglo XX, afirma nuestro
escritor que: “privada de la lucidez divina, la conciencia humana se deprava y
ha sido esta depravación la que ha cometido los mayores crímenes de este siglo,
empezando por la primera guerra mundial, de la que deriva en gran parte la
realidad que vivimos. Esta guerra está a punto de ser olvidada. Pero ella vio
un Europa próspera, floreciente, llena de savia vital, precipitarse en la locura,
para destruirse a sí misma, comprometiendo su futuro por más de un siglo y tal
vez para siempre. Solo puede explicarse esta guerra por un oscurecimiento de la
razón, en dirigentes que habían perdido la noción de una fuerza suprema situada
por encima de ellos. Solo el furor, olvidado de Dios, pudo llevar a Estados
aparentemente cristianos a usar los gases químicos en una clara manifestación
de barbarie. La misma depravación de la conciencia humana-privada de su luz
divina- fue la que permitió después de la segunda guerra mundial, sucumbir a la
tentación del “paraguas nuclear”. Es decir: despreocupémonos y liberemos a la
juventud de sus deberes y obligaciones, no hagamos ningún esfuerzo por
defendernos ni mucho menos por defender a los otros; tapémonos los oídos para
no oír los gemidos que vienen del oriente; instalémonos en la competencia
desenfrenada por el bienestar y si la amenaza estalla sobre nuestras cabezas,
la bomba atómica nos protegerá, y ¡si no que todo el mundo se vaya al diablo!”.
Hasta ahora, el mundo se ha sentido seguro con una buena defensa nuclear y
mucho comercio, aunque el mal siga acechando y se haya extendido por todo un
mundo inconsciente del cataclismo que se cierne sobre su cabeza: “Si los siglos
que nos precedieron hubieran podido ver tan solo los umbrales de nuestro mundo,
habría resonado un clamor unánime: ¡es el Apocalipsis! Pero nosotros ya estamos
habituados, formamos parte de él. Dostoievski había advertido: “pueden
sobrevenir acontecimientos que sorprendan de improviso nuestras facultades
intelectuales”. Esto ya ha ocurrido. Y predijo también: “el mundo se salvará
tan solo después de haber sido visitado por el espíritu del mal”. ¿Se salvará
verdaderamente? Esto es lo que nos corresponderá ver a nosotros. La salvación
va a depender de nuestra conciencia, de nuestro don de penetración, de nuestros
esfuerzos individuales y colectivos frente a una situación catastrófica. Algo
hay que ya ha ocurrido: el espíritu del mal triunfante gira en torbellino por
sobre los cinco continentes…”
En
nuestros días, avanzado ya el siglo XXI, y con un combativo, visible y renacido
“neo marxismo estratégico y cultural”, vuelven a tener sentido las advertencias
del escritor en su discurso de
Templeton: “Occidente no ha sufrido todavía la invasión comunista; la religión
aquí es libre. Pero su itinerario histórico ha desembocado en un agostamiento
del sentimiento religioso. Ha sufrido también cismas desgarradores,
enfrentamientos y sangrientas guerras religiosas. Y –casi no hay necesidad de
decirlo- desde la baja Edad Media, Occidente ha sido invadido de forma
progresiva por el secularismo. Para la fe, esta amenaza –no de un exterminio
exterior sino de una anemia interna- puede ser todavía más grave.
Imperceptiblemente en Occidente el sentido de la vida se ha desgastado en el
curso de los años hasta reducirse a la sola “conquista” de la felicidad, que se
inscribe incluso en las Constituciones. No es solo en este siglo que se han
desvalorizado las nociones del bien y del mal, hábilmente sustituidas por argucias
sin fundamento, ya sean éstas de clase o de partido. Desde entonces se tiene
vergüenza en apelar a conceptos inmutables. Se tiene vergüenza en admitir que
el mal anida en el corazón del hombre antes de penetrar en los sistemas
políticos; pero nadie tiene vergüenza de ceder habitualmente al mal integral. Y
sobre la pendiente de estas concesiones, en el espacio de una generación,
Occidente está a punto de deslizarse sin remedio en el abismo. Las sociedades
occidentales pierden cada vez más su sustancia religiosa, y abandonan
alegremente su juventud al ateísmo. Los maestros ateos educan a la juventud en
el odio hacia la sociedad en la que viven. En su permanente actitud crítica,
pierden de vista el hecho de que los vicios del capitalismo son vicios inherentes
a la naturaleza humana, a los que se les ha dado libre curso siguiendo la
huella de los otros derechos del hombre ; que, bajo el comunismo (y éste
apremia a las demás formas de socialismo que no son nada sólidas) estos mismos
vicios no conocen ni freno ni control en todos aquellos que poseen una migaja
de poder (en cuanto al resto de la población, efectivamente ha conquistado la
igualdad pero en la esclavitud y en la miseria). Este odio, atizado sin cesar,
impregna hoy toda la atmósfera del mundo libre ; la extensión de las libertades
personales; el auge de las conquistas sociales e incluso del confort no hacen
paradojalmente otra cosa que acrecentar este odio ciego. Las sociedades
desarrolladas de Occidente prueban hoy día que la salvación del hombre no está
en la abundancia material ni en el éxito económico. Este odio, atizado sin
cesar, se extiende a todo lo viviente, a la vida en sí misma, a sus colores, a
sus sonidos, a sus formas, al cuerpo humano; y el arte exacerbado del siglo XX
se muere de este odio monstruoso, porque el arte sin amor es estéril.”
Solzhenitsyn
se pregunta ¿a quién pertenecerá el
Siglo XXI? y se responde: “El siglo XXI podrá no ser mejor que el Siglo XX. En
Occidente hay un progreso material, pero las almas se convierten en desiertos.
El Siglo XXI será el teatro de un conflicto entre el 3er mundo y la “raza
blanca”. Si no elevamos el espíritu y no somos más fuertes interiormente,
estaremos condenados a perecer. Aquí en Rusia, si no curamos nuestras heridas
no encontraremos la salud económica, y seremos como lobos que se devoran entre
sí.[5]” Afirma
Alexander Solzhenitsyn: “Occidente todavía tiene que esperar una revolución
comunista[6]” El
razonamiento detrás de esa afirmación era que dado que el proceso
revolucionario es mundial, las mismas razones que afectan el corazón del hombre
del Este y del Oeste deberían ser causa de un sistema político semejante. Al
pronunciar estas palabras, Solzhenitsyn llevaba unos nueve años viviendo en
Occidente, y faltaban otros nueve años para que regresara a Rusia.
En
América Latina también se está bailando al son de la misma música. En el Cono
Sur ya había quedado atrás el régimen de Allende en Chile y Argentina retomaba
una vez más el sendero democrático, luego de haber terminado la lucha armada de
la guerrilla comunista. Pero transcurridos más de treinta años de esas
experiencias, en los ejemplos de Venezuela, de Colombia, de Nicaragua, de
Méjico, de Ecuador, de Bolivia, de Chile… se constata que aquellas palabras del
escritor ruso no han perdido vigencia, y que se trataba de una reflexión lúcida
y fundamentada, lejos del pensamiento agorero y lúgubre que se le atribuía como
fruto de sus sentimientos de amargura por la situación de su propio país.
Si
alguien se sintiera tentado a menospreciar las reflexiones de Alexander Solzhenitsyn,
debería refrescar la actualidad del rol atribuido por el comunismo soviético a
la Revolución Cubana para América Latina en el marco de la “coexistencia
pacífica” entre las grandes potencias, en el que para no jugar la Unión
Soviética con exclusividad la carta “Rusia
contra el Imperio” (norteamericano por supuesto), lo que la hubiera llevado
rápidamente al enfrentamiento directo, como casi sucedió en la crisis de los
misiles en octubre de 1962, la estrategia fue la expansión revolucionaria hacia
toda América Latina a partir de Cuba mientras oficialmente se podía proclamar
la “convivencia pacífica” entre las grandes potencias como expresión de
supuestos deseos. Esta realidad surgió como la estrategia más votada en el congreso
de Moscú de partidos comunistas de noviembre de 1960. De esa “convivencia pacífica fueron
expresamente excluidos Asia, África y América Latina, con respecto a los cuales
quedó establecida la política de fomentar las llamadas “guerras de liberación”
así como “apoyar la sagrada causa de los pueblos oprimidos en sus justas
guerras antiimperialistas de liberación” Nikita Kruschev precisó la estrategia
en un discurso del 6 de enero de 1961 en Moscú en el que reafirma el apoyo a
las guerras de “liberación nacional” en África, Asia y América Latina, la
formación de frentes con los sindicatos obreros y con todos los partidos de la
liberación nacional, aunque estos no estuvieran dirigidos por comunistas, y al
uso de estrategias electorales para alcanzar el poder sin necesidad de
revoluciones violentas, con la inclusión del “levantamiento armado, si resiste el poder gobernante”.
A
partir de ese momento Cuba quedó instalada como una base “para conquistar por
dentro a América Latina” y para servir como eventual “trampolín militar” en
caso necesario dada la cercanía física con el “imperio”. El 26 de Julio de 1960
afirmaba Fidel Castro: “Nos comprometemos a seguir la lucha hasta que la
Cordillera de los Andes se convierta en la Sierra Maestra del Continente
Americano”.
Pero
esta actualidad del socialismo abarca también las grandes potencias. Así,
recientemente, Jeremy Corbyn señalaba a Venezuela
como modelo para el "Socialismo del siglo XXI". En una manifestación
en conmemoración de Hugo Chávez en Londres en marzo. 2013, por ejemplo, el
actual líder del Partido Laborista británico Jeremy Corbyn dijo: “Chávez... nos
mostró que hay una manera diferente y mejor de hacer las cosas. Se llama
socialismo... En su muerte, marcharemos hacia ese mundo mejor, justo, pacífico
y esperanzador[7]”
E incluso en junio de 2015, cuando el fracaso del experimento socialista en
Venezuela ya era evidente, Corbyn repitió: “Cuando celebramos, y es motivo de
celebración, los logros de Venezuela, en empleos, vivienda, salud, educación,
pero sobre todo, su papel en el mundo como un lugar completamente diferente,
entonces lo hacemos porque reconocemos lo que han logrado y cómo están tratando
de lograrlo” Y solo unas semanas después, declaró con entusiasmo que "la
revolución bolivariana está en pleno apogeo y está proporcionando inspiración
en todo un continente". Venezuela fue elogiada como un contra modelo
exitoso de las "políticas neoliberales"”
Para
John Ashmore[8]:
“... ningún observador serio afirmaría que Europa no es hoy un lugar más seguro
y más próspero que cuando la mitad del continente estaba bajo el yugo del
totalitarismo soviético. Sin embargo, para algunos, no fue un triunfo la
transferencia de franjas enteras de Europa a la democracia liberal y a la
economía de mercado. Lejos de haber sido una “distopía desmoronada”, Alemania
Oriental había sido un lugar de "pleno empleo, igualdad social, vivienda
barata, transporte y cultura", sin mencionar "uno de los mejores
sistemas de cuidado infantil del mundo". Esta evaluación de la antigua RDA
no proviene de algún académico marxista, sino de Seumas Milne, un
revolucionario de la escuela pública que posiblemente pronto podría encontrarse
en Downing Street N° 10 como el asesor más influyente de Jeremy Corbyn ... En
una columna del Guardián, por ejemplo, aprendemos que "a pesar de todas
sus brutalidades y fracasos, el comunismo soviético produjo una rápida
industrialización, educación de las masas, seguridad laboral y enormes avances
en la igualdad social y de género".”
Así,
parece evidente que el fenómeno de la revolución, lejos de ser algo que pertenece
a la historia pasada, es un hecho de la más candente actualidad. El conflicto
no solo es de naturaleza político militar, sobre todo a partir del desarrollo
del narcotráfico, la narco guerrilla, la narco política, y con el fondo
permanente de la lucha cultural gramsciana y la estrategia revolucionaria se complementa
con una oficial coexistencia pacífica y un intenso intercambio del comercio
internacional, aun entre países con visiones del mundo opuestas. La
revolución rusa de comienzos del siglo XX se hizo supuestamente para terminar
con un régimen que se consideraba despótico. Muchos pensaron que con la caída
del muro de Berlín, se abriría automática y rápidamente un camino que
desembocaría en una democracia libre.
Los
conflictos que enfrenta la época no son claros ni simples: revolución vs
contrarrevolución, comunismos socialismos y nacionalismos vs sociedades libres,
occidente vs oriente, “buenos vs malos”… En algunas regiones la guerra es
abierta y clara, pero en los conflictos globales, al mismo tiempo que en las
conferencias internacionales se encuentran los líderes del mundo a tratar a la
luz del día los grandes temas del momento, por detrás se desarrolla de forma
menos abierta una “guerra híbrida”[9], que se lleva a cabo en pos de objetivos
perseguidos que pueden ser de varios tipos simultáneamente: energéticos,
estratégicos, políticos, militares, económicos, culturales que no son
necesariamente transparentes ni fácilmente visibles por los diferentes países y
alianzas. La gravedad y dimensión del problema es evidente en cuanto se empieza
a hacer una lista de los conflictos “de baja intensidad” que suceden en las
diversas partes del globo y a considerar todo “lo que pasa por detrás”
Las
actividades llevadas a cabo con mayor o menor discreción incluyen: despliegue
de grupos locales de espionaje desproporcionados respecto de una convivencia
pacífica, invasiones o agresiones armadas “a pedido”, intromisión en las
elecciones de otros países, ataques cibernéticos, guerra económica, guerra
energética, operaciones de propaganda y de influencia, organizaciones no
gubernamentales, financiación de partidos políticos “amigos”, sembrar las
divisiones y el caos económico, promoción de grupos y causas “ecológicas”
inhibidoras del desarrollo económico y de la explotación de los recursos
naturales, etc. Hoy las herramientas utilizadas en los conflictos incluyen el
terrorismo (en sus múltiples facetas), el narcotráfico, el mercado negro de
armas, el crimen organizado, las mafias, las operaciones encubiertas, el
contrabando, el sabotaje, el ciberterrorismo, el ciberespionaje, la
ciberinfluencia, la guerra espacial. De este modo la determinación del campo de
la seguridad y la defensa y de las medidas de defensa y ataque dejan de estar
limitadas a lo más o menos visible o transparente, y la manipulación de la
opinión pública reemplaza a la información y pasa a formar parte de los
instrumentos en uso, haciendo del tema de la guerra y la paz un área reservada
a especialistas…
La
enumeración no tiene fines alarmistas, pero sí el propósito de llamar la
atención de mirar por un momento la parte oculta del iceberg y evitar cometer
una vez más los mismos errores…
¿Hay
razones para el optimismo? ¿Es inevitable un final de nuevas catástrofes y
cataclismos?
Se
puede decir que desde el punto de
vista de la ciencia, de la cultura, de la política, y de la religión, nuestro
siglo XXI está en condiciones de revertir la tendencia hacia la autodestrucción
en la que parece estar empeñado. El conocimiento ya existe. Grandes escritores
y pensadores como Dante, Shakespeare, Cervantes, y en nuestra época
Solzhenitsyn, ya nos han dicho lo suficiente como para poder dimensionar al
hombre en su totalidad, en relación consigo mismo, con la sociedad y con todo
lo que lo rodea.
Si “la sociedad humana” debe elegir el mejor bien
para sí misma, es necesario empezar por verificar que tenga interés en hacerlo.
La libertad se trata de eso. Estamos acostumbrados a pensar que somos libres
para elegir entre lo que es bueno o malo. Eso equivale a decir que la libertad
al conducir un vehículo consiste en elegir entre chocar o no hacerlo. En
realidad, al conducir, somos libres para poder elegir el mejor camino y manejar
del modo más adecuado al arte de la conducción para llegar con rapidez y
seguridad a destino. Y al que elige chocar no lo caracterizaríamos nunca como
paladín de la libertad, sino de la estupidez, si lo hace adrede. La libertad de
los políticos no reside en hacer lo que se les ocurra o les sirva para acceder
y mantener el poder, sino en elegir el mejor bien para su pueblo y para la
humanidad. El problema está en el corazón de cada hombre que toma decisiones
que afectan su contexto.
La ambición sumada a la ideología constituye el
mejor camino a la destrucción.
¿Al problema lo constituyen las ideologías, o es
la cultura en la que están impregnados los dirigentes además de una ambición de
poder sin límites? Lo cierto es que la guerra y los conflictos acompañaron
siempre las relaciones entre los pueblos. Basta repasar el Antiguo Testamento
para verificar la naturalidad con que se consideraban los enfrentamientos y las
luchas por el poder con frecuente, nutrido y sangriento uso de la violencia. A
lo largo de los siglos, en
la forma de relacionamiento de los países, la agudización y profundización de
los conflictos fue aumentando a cada nuevo ciclo histórico y en los tiempos del
iluminismo y de la revolución francesa adquirió una dimensión mayor, y
transformó al mundo. Todo acompañado con un aumento radical en el alcance de la
guerra, de la tecnología aplicada al
armamento, cada vez más sofisticada, y más costosa, y del número de víctimas,
sobre toda de las más inocentes. Así, la guerra fue haciéndose más total e
ilimitada, mientras el mundo retrocedía “a la barbarie tribal”.[10] Pasó
de tener objetivos de defensa o ataque de territorios y los bienes y personas
para convertirse en un instrumento al servicio del sostenimiento y propagación
de “ideas filosóficas primero, y luego principios de independencia, unidad y
ventajas inmateriales de distinto tipo”
Y cuando las guerras tienen
como objetivo la imposición de ideologías, cambia la magnitud de los
conflictos. Se utilizaron extensamente la propaganda y la persuasión, y
los himnos -como la Marsellesa- para excitar los ánimos y el patriotismo. Se
reemplazaron las tropas profesionales y de mercenarios por el servicio militar
obligatorio, lo que hacía más barata a la guerra y permitía la creación de
ejércitos de una dimensión cada vez mayor.
Se
pensó que las victorias tremendas y aplastantes asegurarían la paz y lo que se
produjo fue todo lo contrario. Los conflictos de poder no fueron solo militares
entonces, sino de ideas, diplomáticos, económicos, psicológicos, y un objetivo
de los conflictos paso a ser el interior de la cabeza de los países
contendientes, sus poblaciones, sus dirigentes. Se pasó a utilizar todos los
medios “útiles”, fueran estos visibles o invisibles y la misma realidad de los
conflictos, de lo que estaba sucediendo, así como lo que esperaban las partes
de ellos, paso a ser algo no tan evidente para todos.
También
fueron aumentando la dimensión y el costo de la guerra a través de las
invenciones y el desarrollo de las armas. Ejemplos: el carro a vapor de Cugnot
(1769), el globo Montgolfier (1783), los barcos a vapor (Potomac, 1787), los
proyectiles de artillería, los detonadores de proyectiles (1800), las cápsulas
para proyectiles de percusión(1816), las balas cónicas (1823), el uso de
cohetes (1789/1800), el submarino (1776), la producción en masa de fusiles, las
minas terrestres y marítimas, los cañones de largo alcance en los barcos y la
propulsión a hélice, las balas de cañón con cabezas explosivas, el aumento de
la precisión de los fusiles, el desarrollo de redes de ferrocarril para
permitir el transporte de tropas en cantidad (Rusia: 1855/700 millas,
1881/14.000 millas, 1941/66.000 millas) los barcos de vapor, los cascos
acorazados.
En
las guerras coloniales de fines del siglo XIX, los protagonistas ya utilizan
masivamente el fusil a repetición, la pólvora sin humo, las ametralladoras y la
artillería de tiro rápido. Y Gran Bretaña, Alemania, Francia, Italia, España,
Portugal, Bélgica y Holanda multiplicaron
por diez la superficie del territorio que ocupaban naturalmente en su
expansión colonial. Y con la rápida expansión territorial de sus
fronteras…surge la necesidad de “proteger” los nuevos territorios.
Ya
esta altura de la historia, la guerra se había convertido en un gran negocio
para los industriales.
Theodore Dalrymple[11],
toma el ejemplo de Macbeth como el caso de un político ascendente a quien se le
presenta la tentación de cometer lo que llamaríamos un crimen político para
ascender en su escala de ambiciones. Trae a colación una cita de Solzhenitsyn
en la que éste atribuye a las ideologías el aporte del impulso diferencial que
es necesario a los Hitler o Stalin de nuestro tiempo para provocar
destrucciones masivas de pueblos, minimizando las guerras de la época de
Shakespeare en la que las víctimas eran menos en cantidad. Así, Macbeth sería
la ambición de siempre sin ideología y la revolución es la ambición humana más
la ideología. En efecto, una cosa era matar a Duncan. Otra la magnitud de los
modernos genocidios y matanzas. Una cosa era Lady Macbeth. Otra las ideologías.
Sin embargo, el proceso interno de la tentación y de la realización del mal,
son similares desde Adán y Eva, pasando por Macbeth y su mujer, y llegando a
nuestros modernos revolucionarios y déspotas. Siempre son las personas las que
tienen que elegir. Una vez más, el problema está en los hombres. Afirma
Dalrymple: "Macbeth es llevado al mal por su ambición: y lo entendemos
como si estuviéramos dentro de la trama porque todos vivimos en una sociedad en
la cual es inevitable luchar por una posición o por el poder. Macbeth somos
nosotros mismos sin escrúpulos morales. … Shakespeare, como Solzhenitsyn,
trabajan en la línea que divide al bien
del mal que pasa por el interior de todo corazón humano, y nos muestran un
camino.
Hoy entra en juego en los conflictos no solo la ambición y el poder de los hombres
sino también la penetración ideológica que sirve de pantalla, de pretexto y de
instrumento a los apetitos humanos. Un puñado de líderes ocupa en estos
momentos los lugares centrales que afectan el equilibrio en la política internacional,
con poder y capacidad de desestabilización. En la búsqueda o con el pretexto de
la “legítima defensa” están en condiciones de hacer mucho, bueno o malo, por o
contra la armonía del desarrollo mundial.
Sin embargo, debería ser posible abandonar el
camino de la violencia en el que parecemos mostrarnos bastante cómodos. El
mundo lo agradecería. La violencia no existe en sí, como las ideas de Platón.
Existen los que ejercen la violencia, los violentos. Los grandes
acontecimientos mundiales, no "suceden". Son los hombres concretos
los que los provocan, los ejecutan y los sufren.
5.5. El
problema de las naciones, las nacionalidades, el poder, los imperios y los
dirigentes.
“La
primera consecuencia del resurgimiento del problema de la identidad se encuentra
en el alejamiento de las clases populares, tanto del marxismo como del
liberalismo. Estas dos ideologías se unen en el materialismo que profesan.
Según estos dos sistemas, el hombre está completamente dominado por la
economía. Otro punto común a estos dos sistemas es la apología de las
innovaciones sociales que empujan cada vez más lejos los límites de la
libertad, una libertad que se ha vuelto loca, completamente desconectada de
toda verdad, y además secuestrada por protestas de minorías reivindicativas
cuyos excesos "hacen la cama", por reacción, al fundamentalismo
islamista.” - Los pueblos no han abdicado de su identidad. El viejo mundo
todavía se está moviendo, y nos va a sacudir: - Jean-Michel Castaing - 12 de
septiembre de 2018[12]
En el medio de los grandes planteos políticos de
nuestro tiempo, han tomado fuerza
y plantean nuevos dilemas los problemas que se presentan con la identidad de
los pueblos, las nacionalidades, los nuevos nacionalismos, el “soberanismo”, el patriotismo, las ideologías, el poder, los nuevos imperios,
las fallas y deficiencias de los líderes políticos, la lucha ideológica, la
lucha entre las naciones y los mismos imperios[13].
La
consideración del universo ruso de Solzhenitsyn, nos ayuda para analizar los
matices entre temas como nacionalidad, nacionalismo, identidad o patriotismo
para poder ahondar en los matices de su sentido de pertenencia, y ubicar estos
temas en un marco de referencia en el que la consideración y las conclusiones a
las que se llegue adquiere una importancia cada vez mayor, conforme avanza el
siglo XXI[14].
Su
postura se podría alinear con el planteo de Mark Malvasi[15]
cuando afirma que “el nacionalismo no ha traído ni traerá unidad, aunque no sea
por otra razón que el nacionalismo insiste en la uniformidad y siempre debe
excluir a aquellos que no la cumplen. Sin embargo, si hay una posibilidad de
alcanzar cierta medida de unidad, el que debería poder permitirla es el
patriotismo...”
Constatando
la actualidad de estos planteos, en los días que corren, por ejemplo, el
presidente Trump, en el marco de un orden internacional que considera injusto,
y frente a los problemas de inmigración y de comercio que enfrenta su país, se
autoproclama “nacionalista". Y como aplicaciones prácticas del concepto
“nacionalista”, “América primero”, modifica su adhesión a los acuerdos
“climáticos” de Paris, y a su tratado de armas con Rusia. Y en el marco de una
reciente campaña, desafía Trump a las 18.000 personas presentes: "¿Saben
lo que soy? Soy nacionalista. ¿Vale? Nacionalista. Usen esa palabra. Usen esa
palabra". El aumento muy significativo de votantes en todo el mundo que
sostienen partidos y políticas de defensa de la identidad y de los intereses
nacionales convierten al tema en un problema práctico a resolver, que obliga a
tomas de posiciones definidas, por todas las connotaciones derivadas del
nacionalismo alemán del siglo pasado…
El
problema es importante. Ante la crisis del marxismo y del liberalismo, se hace
en estos días más común como dato verificable de análisis, el renacimiento de
un “espíritu nacional” de los países frente a presiones de organismos
internacionales, como la ONU, o la
relación con pretendidos “gobiernos” internacionales como la Unión Europea que
avanzan sobre la soberanía de los “socios”. Se plantea un enorme problema
porque muchos otros identifican –de buena o mala fe- el “espíritu nacional” y
la “identidad” de los pueblos con el “nacionalismo” y el “fascismo”. Y estas
denominaciones están llamadas a despertar viejas polémicas y divisiones.
La
situación, en el interior de los países, hace imposibles algunas alianzas
políticas, aún ignorando las convicciones y valores de las “mayorías”
silenciosas que están convencidas de la necesidad de nuevas y creativas
asociaciones. El resultado son partidos que podrían ser aliados, y que son
destinados a ser minoritarios electoralmente.
El
medio político francés Atlántico se pregunta incluso recientemente, si es la
nación la respuesta a la crisis occidental, y menciona un reciente número de la
revista Foreign Affairs que trata acerca del nacionalismo, descripto como una
forma de política prácticamente inevitable. Allí, Edouard Husson opina que la guerra civil y la
guerra internacional acompañan el nacimiento de las naciones modernas, y que
hay que aceptar una realidad terrible: “la nación no nace como un contrato
social; se forja -en parte- contra un enemigo, exterior o interior. Esta es la
fase por la que pasaron las naciones occidentales, hace varias décadas. Hoy
estamos en una etapa posterior, la del apaciguamiento democrático. A menos de
querer continuar por el camino de los desequilibrios económicos y sociales, se
trata de dejar emerger democracias nacionales renovadas…[16]”
En
el plano internacional, la dificultad se acentúa con el problema de los
“imperios” que buscan expandir su influencia y poder, o defenderse de los
avances de los demás. Y más se complica la situación cuando la expansión
implica la conquista e incorporación de otros pueblos, aparte de los meros
protagonismos indirectos en el poder y la influencia globales. En el mundo
actual los países con vocación y medios imperiales constituyen un problema en
el marco de la política nacional e internacional.
"La
geopolítica, la batalla por el espacio y el poder, ahora ocurre dentro de los
estados y entre ellos", dice Robert D. Kaplan[17]. En este contexto adquieren particular
relevancia las certezas profundas de nuestro escritor. Queda como tarea aún
pendiente un análisis profundo de sus convicciones, que requeriría la lectura
completa de sus obras. Sin embargo, esta fuera de toda duda su convicción acerca
del valor de la identidad, la importancia y la peculiaridad de la nacionalidad rusa,
habiendo incluido el tema en sus discursos. Nunca menguó su conciencia y
orgullo de pertenecer al pueblo ruso y venerar sus tradiciones, ni su
“vocación” en mantener su nacionalidad. Cuando experimentó el exilio, tuvo que
ser desterrado contra su voluntad.
Su
patriotismo se translucirá en toda su vida y su obra. Cuando se refiere a
Pouchkine, admiraba en el que pudiera “… indignarse igualmente de los vicios
internos de la Rusia de la que fuera contemporáneo (carta a Tchaadaev, 1836) y
nunca perder de vista el lugar de Rusia en la historia mundial.” [18] Para
él, su espacio vital fue Rusia, de donde nunca quiso emigrar, y su tiempo de
“pertenencia” fue el prácticamente todo el siglo XX. En un programa de la
televisión francesa, en 1975, confirmó su “doble identidad espacial y temporal”
superpuestas: "Debo decir, en primer término, que soy un escritor ruso. Mi
suerte, mi destino, están vinculados a mi patria, a mi pueblo. Por otra parte,
soy un escritor del siglo XX, de nuestro siglo".
En
un orden más amplio, ¿qué es lo que aísla a los pueblos y naciones y provoca
reacciones xenófobas? ¿el populismo, el soberanismo, el indigenismo, el
pobrismo, el egocentrismo megalómano, el nacionalismo, el racismo? ¿cuáles son
los alcances y los límites de la soberanía? ¿Dónde está el límite entre
soberanía y soberanismo? ¿hasta dónde debe llegar el patriotismo? ¿Por qué
sería mayor paradigma del mal Hitler que Stalin, o la derecha que la izquierda?
Entramos
en un terreno pantanoso… ¿hasta dónde debe llegar el orgullo de la propia
identidad de cada pueblo? ¿hasta dónde defenderla? ¿hasta dónde llegan los
“derechos del emigrante” en un país con otra cultura? ¿hasta dónde llega el
derecho de preservar la propia cultura?
En
Sudamérica, el ejemplo del pueblo autodenominado “nación mapuche” constituye una
muestra del tipo de conflicto donde se mezcla todo. Hace poco tiempo, este
“colectivo mapuche” enviaba un
comunicado dirigido al Vaticano, solicitando al
Papa "un diálogo directo fundado en el principio y el derecho de la
autodeterminación, deponiendo el paternalismo, el indigenismo, la domesticación
y el colonialismo que hemos sido objeto hasta hoy".
En el debate que hoy divide a los liberales económicos de los
liberales conservadores la derecha cristiana, estigmatizada como “populista” es
un ejemplo que se verifica tanto en los países “occidentales” como a los que
pertenecían a la esfera soviética del este europeo. Estas diferencias, hacen
difícil encontrar una “tipología” de nación que pudiera servir como ejemplo.
Como afirma Juan Meseguer[19],
“Hoy el diagnóstico más habitual vincula el deterioro de la
democracia liberal con el auge del populismo” y “aunque la liberal no es el único modelo de
democracia posible, desde la perspectiva de Occidente su erosión suele verse
como una pésima noticia. No es para menos a la vista de lo que promete:
derechos y libertades fundamentales, elecciones libres e imparciales, Estado de
derecho, división de poderes, opinión pública abierta, gobierno de la mayoría
con protección para los derechos de las minorías…”
Un caso que se cuestiona es el de Hungría, cuyo primer ministro Viktor
Orbán “ declaró su intención de hacer de Hungría “un Estado iliberal, un
Estado no liberal, que no rechaza los principios fundamentales del liberalismo,
tales como la libertad y otros que podría enumerar, pero que se niega a hacer
de esta ideología el elemento central de la organización del Estado. Y que
incluye, en cambio, un enfoque diferente, especial, nacional”. Este caso es un
ejemplo de la imposibilidad en las democracias occidentales de formar mayorías
que incluyan algún tipo de compromiso con la fe.
Fr.. Benedict Kiely[20],
se refiere al “caso Orban” en un artículo reciente[21]
destacando que “la creación de un estado democrático cristiano ha sido la
política central del gobierno húngaro, basada según afirmara Orban, en
"tres pilares: la familia, la nación y la libertad cristiana". No
solo proclamar la fundación cristiana del país de uno sino también reconstruir
la nación de acuerdo con los principios cristianos estaba destinado a provocar
la ira de los laicos hastiados que presiden con éxito la cultura post cristiana
moribunda de Europa. Por lo tanto, no es sorprendente que el gobierno de
Hungría sea tan agresivamente atacado por las fuerzas antidemocráticas de la
Unión Europea y sus partidarios en los medios y academia Se podría argumentar
que la organización actual de la UE y su parlamento, sin mencionar la
burocracia grotesca y en constante crecimiento que la alimenta, a un gran costo
para los estados miembros, se opone diametralmente a los tres
"pilares" de la democracia de Hungría. El hecho que “Orbán y los otros miembros de
los Cuatro de Visegrado - Polonia, Eslovaquia y la República Checa - son odiados en el estéril oeste, es una clara
señal de que están haciendo algo digno para proteger el corazón cristiano de
Europa.” … “la UE es antinacionalista y
anti familiar.”
Por
su parte, el ensayista Mathieu Bock-Côté, miembro del Institut Thomas More, un think tank
liberal-conservador también reflexiona sobre estas cuestiones en un reciente
reportaje[22],
en el que define algunas divisiones de la reflexión y de la vida política
contemporánea: “Conservadores y progresistas, populistas y progresistas, soberanistas y
globalistas, "identidades" y diversitistas, "nacionalistas"
y multiculturalistas” Afirma que “una cosa es segura: ya no podemos reducir la
confrontación política a su única dimensión socioeconómica”. “La lucha política
de hoy es sobre el significado de la experiencia democrática en la modernidad.
Se trata de la definición de nuestra civilización. Luego vemos en torno a qué
temas se constituiría esta nueva división: identidad nacional o multiculturalismo,
respeto a las fronteras o inmigración masiva, recordatorio de la existencia de
una naturaleza humana o reingeniería antropológica de la raza humana bajo la
lógica de la fluidez de la identidad, respeto de las libertades públicas o
derecho al disfrute de todos los deseos por parte de un individuo desafiliado,
soberanía popular o gobierno de jueces, soberanía nacional o gobernanza
mundial.”
Una dificultad radica en las definiciones “a priori”. Por ejemplo: “Tan
pronto como un hombre acepta estar en el eje izquierda-derecha, es llevado,
casi a pesar de sí mismo, a un proceso que lo empuja a multiplicar pequeñas
capitulaciones disfrazadas de compromiso para permanecer en el juego político.
Desde este punto de vista, los que no se reconocen a la izquierda deberían
hacer una crítica severa de la división entre la izquierda y la derecha para
mostrar cómo este planteo distorsiona la realidad y la somete a un molde
intelectual de carácter progresivo. Deberían tratar de salir del esquema y
definirse fuera de sus categorías. Del mismo modo, deberían cuestionar la idea
de un sentido de la historia que sirva sobre todo para justificar todas las
innovaciones sociales que conducen a la deconstrucción de los fundamentos
antropológicos de nuestra civilización.”
El problema que se le plantea es “que
su país dure en el tiempo, porque es a través de él que participa en la
historia y la humanidad. … Respeta los modales y es sensible al derecho a la
continuidad histórica de los pueblos y las civilizaciones. Se niega a confundir
la emancipación del hombre con la aniquilación de sus pertenencias y está
preocupado por un mundo que busca realizar la fantasía de auto engendrarse. Un
filósofo católico ha escrito magníficamente: "esta monstruosa convicción
se encuentra en la base de la actividad de revolucionarios y herejes de todo
tipo: ellos piensan que lo que destruyen puede ser reemplazado, que tienen algo
que llevar a la práctica en su lugar". “Lo políticamente correcto sofoca
la libertad de expresión, además de justificar un millar de iniciativas
relacionadas con una empresa de reingeniería antropológica de las sociedades
occidentales.” La dificultad es la de “traducir políticamente este malestar sin
encerrarlo en una estrategia de tribuna” Esta dificultad la tienen tanto los
que realizan planteos “identitarios” como los que postulan diferentes grados de
“ingeniería social”
5.6.
Ciclo de vida de las naciones
En la escalera de la historia, civilizaciones
y naciones, nacen y mueren. Jim Nelson Black en su libro When Nations Die[23],
observa que las civilizaciones se expanden, pero también caen y mueren y la
historia del mundo está jalonada por la historia de naciones que son
conquistadas por otras o que se derrumban simplemente como fruto de la anarquía
interior. Black analiza los paralelismos entre esas sociedades y las modernas,
y constata que la destrucción, la caída, la disolución, el colapso son los
frutos de semillas semejantes entre sí.
Enumera los tres aspectos de la decadencia
que se verifican entre las civilizaciones que han muerto y la nuestra
occidental: la decadencia
1) social,
2) cultural y
3) moral.
2) cultural y
3) moral.
También señala tres tendencias que permiten
ver la decadencia social:
1) "la crisis de la
anarquía",
2) la "pérdida de disciplina económica" y
3) la "creciente burocracia".
2) la "pérdida de disciplina económica" y
3) la "creciente burocracia".
A su vez, la decadencia cultural se percibe en
1) el "declive de la educación",
2) el "debilitamiento de los fundamentos culturales",
3) la "pérdida del respeto por la tradición" y
2) el "debilitamiento de los fundamentos culturales",
3) la "pérdida del respeto por la tradición" y
4) el "aumento del materialismo".
Y la
decadencia moral se verifica en tres tendencias: 1) el “aumento de la
inmoralidad”, 2) el “abandono de la religión o la decadencia de las creencias
religiosas” y 3) la “devaluación de la vida humana”.
Dicho de otra forma, el ascenso de una
civilización requiere como condiciones
la armonía y el orden social, la disciplina económica, la supresión de una burocracia
paralizante, la importancia que se le dé a la educación, el valor atribuido a
los cimientos culturales, la fortaleza de la tradición, la vigencia de
creencias espirituales, de una visión
teocéntrica y la práctica de la religión, y la valoración y defensa de
la vida humana.
Y el camino del descenso de las naciones y de
la sociedad humana pasa –inversamente-
por la anarquía y el caos, la destrucción de la economía, la existencia
de una burocracia influyente, el deterioro educacional, la decadencia cultural,
la preeminencia de una hermenéutica de la ruptura, el materialismo, la
inmoralidad a gran escala, la supremacía del agnosticismo y del ateísmo, y la
desconsideración por la vida humana.
Los cristianos sabemos que si la principal causa de la crisis es
moral, el remedio también lo será. Cuando una gran parte de la sociedad tenga
como fines propios y asumidos el procurar conocer la verdad y trabajar por el
bien común, las soluciones técnicas surgirán espontáneamente. Afirmaba hace
poco Jonathan Sacks, Rabino Jefe de las congregaciones judías de la
Commonwealth: “Estabilizar el euro es una cosa; sanar la cultura que lo rodea
es otra. Un mundo en el que los valores materiales constituyen todo y los
valores espirituales son nada, ni genera un Estado estable ni una buena
sociedad. Ha llegado el momento para nosotros de recobrar la ética
judeo-cristiana de la dignidad humana a imagen de Dios.”[24]
Benedicto XVI[25] insistía en la necesidad de recuperar valores perdidos: “la
crisis actual “puede ser una ocasión para que toda la comunidad civil verifique
si los valores en los que se basa la vida social han generado una sociedad más
justa, equitativa y solidaria, o si por el contrario es necesaria una profunda
reflexión para recuperar los valores que están en la base de una verdadera
renovación de la sociedad, y que favorezcan una recuperación no solo económica,
sino que al mismo tiempo tienda a promover el bien integral de la
persona humana”.
Es un camino duro y difícil, pero ya mostró sus resultados. Los resultados se darán como sucedió cuando se cristianizó Roma.
Es un camino duro y difícil, pero ya mostró sus resultados. Los resultados se darán como sucedió cuando se cristianizó Roma.
"… es el hombre el que hace la historia",
decía Pío XII; hacen falta muy pocos hombres para cambiar
radicalmente el curso de los acontecimientos. La
historia de la Iglesia lo demuestra: doce apóstoles y un
buen genio sobre dotado y frágil, que se convertirá en San
Pablo, en el comienzo, van a transformar totalmente-desde
el interior- al mundo antiguo. Leamos a Tertuliano: muy rápido, al
final de los tiempos apostólicos, ya bajo la persecución, y
antes del Edicto de Milán en el año 313, los cristianos influyen
de modo determinante en la sociedad y orientan el futuro de los
imperios y reinos.” Expresa Tertuliano en su Apología[27]: “7... Si hubieras buscado a quién mandar; te
hubieran quedado más enemigos que ciudadanos. 8. Ahora, de hecho, tus enemigos
son menos numerosos que los ciudadanos, debido a la multitud de cristianos, que
son casi todos ciudadanos.”
Sin embargo, no sabemos lo
que nos espera en el futuro. Quizás sirva considerar las palabras finales de un
artículo de James V. Schall[28] Sobre la misión cristiana: “Agustín y Pieper
tenían razón sobre el final de los tiempos. Solo los más valientes, a costa de
sus vidas y de su status,
podrán hablar de lo que implica la realidad. El mundo no se va a
"convertir". Lo que va a suceder es lo que está sucediendo. El
contenido de la misión cristiana será encontrado en aquellas palabras que no se
permite pronunciar libremente y públicamente entre los hombres, palabras que se
refieren a lo que es ser humano, a lo que está bien y a lo que está mal.”
Para
cerrar este ensayo, volvemos a a recordar a Solzhenitsyn, y a unas palabras
recientes de Daniel J. Mahoney[29]:
“La experiencia de la revolución ideológica nos enseña que
todas las formas de maniqueísmo que afirman saber con certeza quién es una
víctima y quién es un victimario, carecen de auto-conocimiento, de prudencia
política y de sabiduría espiritual. Esta idea es mejor transmitida por
Solzhenitsyn en El Archipiélago Gulag.
En un pasaje memorable escribe que “la
línea que separa el bien y el mal no pasa a través de los estados, ni entre las
clases, ni entre los partidos políticos, sino a través de cada corazón humano,
y a través de todos los corazones humanos. Esta línea cambia. Dentro de
nosotros, oscila a través de los años... Es imposible expulsar el mal del mundo
en su totalidad, pero es posible reducirlo dentro de cada persona” Palabras
de sabiduría para todos los tiempos, y muy relevantes en momentos en que un
moralismo político "políticamente correcto" (paradójicamente
arraigado en un relativismo dogmático) se afianza en el mundo occidental. En
Occidente necesitamos, como nunca antes, recurrir a la mejor sabiduría
anti-totalitaria. Este camino de elevación espiritual y política que apunta a
unir, lenta pero seguramente, a la política y a la conciencia, a la libertad y
a la auto-limitación moral, con un saludable respeto por los límites y las imperfecciones humanas se encuentra entre las
mentiras utópicas y la indiferencia moral posmoderna. Es un camino arduo que no
tiene nada que ver con falsas esperanzas ni con utópicas ilusiones”
[1] La phrase inaugurale du progressisme a été écrite par
Jean-Jacques Rousseau: «Je hais la servitude comme la source de tous les maux
du genre humain.» Le mal est donc une réalité politique ou économique, ce n'est
plus un fait de nature. D'où cette mission inouïe assignée à la politique: en
finir avec le mal. Nourrie de cette espérance, la gauche progressiste ne
voulait pas voir les horreurs commises en son nom. L’Express, 30 août 2004, con referencia a su libro
« Au nom de l'Autre »
[2] https://www.aporrea.org/actualidad/n93859.html
[4] y siguen pensando que el poder se
construye con “consenso moral”; y con medios materiales, físicos, coercitivos,
legales o no, que transformen poco a poco la realidad en aquello que “la
inteligencia de poder” ha determinado.
[5] Discurso
Universidad de Sarátov (13.9.1995)
[6] marzo de 1983 - Londres
[7] Kristian Niemietz, Socialism: The Failed Idea That Never Dies. Institute for Economic Affairs,
London 2019, 374 pages.
[8] https://capx.co/totalitarian-recall-the-cold-war-lives-on-at-the-heart-of-the-labour-party/
[9] El “Centro Europeo
de Excelencia para Contrarrestar las Amenazas Híbridas” define como guerra
híbrida a la "acción coordinada y sincronizada que ataca deliberadamente
las vulnerabilidades sistémicas de los estados e instituciones democráticas, a
través de una amplia gama de medios (políticos, económicos, militares, civiles
(ONG) y de información y contrainformación) "y" actividades [que]
explotan los umbrales de detección y atribución, así como la frontera entre la
guerra y la paz ".
[10] The Conduct
of War, 1789-1961 (Rutgers University Press, 1961)
[11] Un médico y escritor inglés preocupado
por la decadencia cultural inducida por los intelectuales en nuestra época,
titula "Porqué Shakespeare es para todos los tiempos" a un capítulo
de "Nuestra cultura, lo que se ha
dejado de ella".
[12] La première conséquence de la résurgence de la
problématique identitaire réside dans l’éloignement des classes populaires à la
fois du marxisme et du libéralisme. Ces deux idéologies se rejoignent en effet
dans le matérialisme qu’elles professent. Selon ces deux systèmes, l’homme est
entièrement dominé par l’économie. Autre point commun à ces deux systèmes :
l’apologie des innovations sociétales qui repoussent toujours plus loin les
limites de la liberté – une liberté devenue folle, complètement déconnectée de
toute vérité, et de surcroît prise en otage par des minorités revendicatives
dont les excès font le lit, par réaction, de l’intégrisme islamiste. Le vieux
monde bouge encore, et il va vous secouer - Les
peuples n'ont pas abdiqué leur identité Par Jean-Michel
Castaing - 12
septembre 2018
[13]
Dilema: situación difícil o comprometida en la que hay que elegir entre varias
posibilidades de actuación y no se sabe por cual optar.
[14] En realidad, se
presenta una dificultad al pretender dar validez universal a la visión de un
pensador que pareció empeñado en mantener su identidad como ruso hasta su
propia muerte como un valor de algún modo superior. Transcurridos diez años de
la muerte del escritor, y analizando las circunstancias actuales del mundo, se
ve claramente la necesidad de volver a reflexionar sobre los conceptos de
identidad, nacionalidad, patriotismo y nacionalismo.
[15] Toward
Patriotism: An Alternative to Nationalism by Mark Malvasi https://theimaginativeconservative.org/2017/09/patriotism-nationalism-mark-malvasi.html
[16]
https://www.atlantico.fr/decryptage/3566183/la-nation-reponse-existentielle-a-la-crise-occidentale--pour-la-revue-americaine-de-reference-en-matiere-de-relation-internationales-la-reponse-est-oui-edouard-husson
[18] Nivat, op cit p
362
[19]
https://www.aceprensa.com/articles/la-critica-populista-la-democracia-liberal/
[20]
Fundador
de Nasarean.org, una organización benéfica dedicada a aliviar la persecución de
los cristianos en el Medio Oriente
[21]
In Orbán’s Hungary, Christ is King - Fr. Benedict Kiely - https://www.crisismagazine.com/2019/in-orbans-hungary-christ-is-king
[22]
Zemmour en politique ? par Bastien Lejeune
- Jeudi 26 septembre 2019 - L'essayiste Mathieu Bock-Côté répond aux questions
de Valeurs actuelles - https://www.valeursactuelles.com/politique/zemmour-en-politique-il-est-plus-que-courageux-mais-le-systeme-chercherait-laneantir-111180
[23] Jim Nelson
Black, When Nations Die (Wheaton, IL:
Tyndale, 1994)
[25]
https://www.aciprensa.com/noticias/papa-recuperar-valores-y-derrotar-individualismo-para-superar-la-crisis
[26]
L'engagement des chrétiens en politique, Thierry Boutet,
2007. Editeur : Privat.
Date de parution mars 2007
[27] L'APOLOGÉTIQUE DE
TERTULLIEN - http://www.tertullian.org/french/apologeticum.htm - CHAPITRE
XXXVII - 7 …Vous eussiez pu chercher à qui commander; il vous serait resté plus
d'ennemis que de citoyens. - 8. Maintenant, en effet, vos ennemis sont moins
nombreux que les citoyens, à cause de la multitude des chrétiens, qui sont
presque tous citoyens. Et ces chrétiens, presque tous citoyens, vous avez
préféré les considérer comme ennemis et leur donner le nom d'ennemis du genre
humain plutôt que de l'erreur humaine! … 10. Or, sans même songer à récompenser
un secours si précieux, sans vous dire que, loin de vous être à charge, notre
race vous est nécessaire, vous avez préféré nous traiter en ennemis. Ennemis,
nous le sommes assurément, non pas du genre humain, mais plutôt de l'erreur
humaine!
[28] S.J.
(1928-2019) https://prudentiapolitica.blogspot.com/2019/11/agustin-y-pieper-tenian-razon-sobre-el.html
[29] “Más allá de la mentira ideológica: la revolución de 1989 treinta años
después” Noviembre 2019 https://www.lawliberty.org/liberty-forum/beyond-the-ideological-lie-the-revolution-of-1989-thirty-years-later/
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