4.8. Algunas enseñanzas de la Iglesia
Para completar este capítulo, transcribimos algunos textos
emanados por la jerarquía de la Iglesia Católica, que se ha manifestado muy
claramente a lo largo de los años y con ellos concluyen estas “apostillas”
sobre la revolución cósmica.
Kristina Olney, directora de relaciones
gubernamentales de la Victims of Communism Memorial Foundation, afirmó
recientemente que "no puede haber un caso católico de comunismo, porque la
dignidad de la persona humana está en la raíz de la fe católica, y el comunismo
es una ideología que para la religión es anatema ", … Desde que el
comunismo moderno se desarrolló por primera vez como una teoría a mediados del
siglo XIX, los papas han condenado la práctica y enseñado el derecho de
propiedad privada de la propiedad. En 1846, el Beato Pío IX escribió que
"esa infame doctrina del llamado comunismo es absolutamente contraria a la
ley natural en sí misma" eventualmente "destruiría por completo los
derechos, propiedades y posesiones de todos los hombres, e incluso la sociedad
misma". Y su sucesor, el Papa León XIII, llamó al comunismo "la plaga
fatal que se insinúa en la médula de la sociedad humana solo para provocar su
ruina" en su encíclica Quod Apostolici muneris. El papa Pío XI escribió la
encíclica Divini Redemptoris, donde también condenó el comunismo. En 1949, el
Venerable Pío XII emitió el Decreto contra el comunismo, que excomulgó a todos
los católicos que profesaban ser comunistas.” “San Juan Pablo II hizo de la
oposición al comunismo un sello distintivo de su papado, y su visita pastoral a
su tierra natal de Polonia se atribuye a impulsar el movimiento de Solidaridad
allí y la eventual caída del comunismo en Europa del Este. Los cristianos han
enfrentado persecución en varios países que hicieron la transición a gobiernos
comunistas. En 2001, San Juan Pablo II beatificó a Nicholas Charnetsky y a 24
compañeros, católicos bizantinos martirizados por comunistas en Europa del Este
entre 1935 y 1973. El "Terror Rojo" de la Guerra Civil española vio a
casi 7,000 miembros del clero y hermanas religiosas asesinados por su fe. Casi
2.000 mártires de la Guerra Civil española ya han sido beatificados. … En los
Estados Unidos, el comunismo y el socialismo han crecido en popularidad en los
últimos años. La mayoría de los jóvenes de hoy dicen que rechazan el
capitalismo. Una "verdadera sensación de privación de derechos"
podría ser la razón por la cual los estadounidenses están adoptando el
socialismo y el comunismo, explicó Olney, que es un sentimiento con el que
simpatiza, pero que también atribuye la ingenuidad: "la gente dice que el
socialismo puede ser una solución a los problemas que enfrentan, pero, ya
sabes, el hecho es que, aunque el socialismo está ganando popularidad, la gente
no puede describir lo que es"”[1]
Para el Papa León XIII “la humanidad está dividida en dos
campos que se combaten sin tregua: el reino de Dios, constituido por la Iglesia
de Cristo, y el reino de Satanás, constituido por los secuaces del demonio.
Esta lucha no es un episodio en la historia, sino que se remonta al primer
momento de la creación del universo y durará hasta el fin de los tiempos.” En
la Encíclica Humanum genus del 20 de abril de 1884 León XIII afirma que: “El
género humano, después que, por ´por la envidia de Lucifer´ se rebeló
desafortunadamente contra Dios, creador y dador de dones sobrenaturales, se
dividió en dos campos contrarios y enemigos uno del otro, de los cuales uno
combate sin descanso por el triunfo de la verdad y la virtud, y el otro lucha
por el triunfo del mal y del error. El primero es el reino de Dios en la
tierra, es decir, la verdadera Iglesia de Jesucristo. Los que quieren
pertenecer a ésta de corazón con sincero afecto y como conviene para su salvación,
deben entregarse al servicio de Dios y de su Unigénito Hijo con todo su
entendimiento y toda su voluntad. El segundo es el reino de Satanás. Bajo su
jurisdicción y poder se encuentran todos quienes, siguiendo los funestos
ejemplos de su caudillo y de nuestros primeros padres, se niegan a obedecer la
ley divina y eterna y emprenden multitud de obras prescindiendo de Dios o
combatiendo contra Dios.»
En la encíclica Quod Apostolici Muneris, declara:
“Porque, de hecho, aunque los socialistas, robando en el Evangelio mismo con el
fin de engañar más fácilmente a los incautos, se han acostumbrado a
distorsionarlo para satisfacer sus propios propósitos. Sin embargo, es tan
grande la diferencia entre sus enseñanzas depravadas y la más pura doctrina de
Cristo que nada más grande podría existir.
En la Rerum Novarum el Papa León XIII aclara que: "Los socialistas,
por lo tanto, al dejar a un lado a los padres y establecer la supervisión
estatal, actúan contra la justicia natural y destruyen la estructura del hogar".
Así: “cuando se trate de regenerar una Sociedad en decadencia
la prescripción racional es llevarla de
nuevo a sus orígenes”. Leo XIII, Rerum
Novarum
“Finalmente,
la Iglesia no considera bastante con indicar el camino para llegar a la
curación, sino que aplica ella misma por su mano la medicina, pues que está
dedicada por entero a instruir y enseñar a los hombres su doctrina, cuyos
saludables raudales procura que se extiendan, con la mayor amplitud posible,
por la obra de los obispos y del clero. Trata, además de influir sobre los
espíritus y de doblegar las voluntades, a fin de que se dejen regir y gobernar
por la enseñanza de los preceptos divinos. Y en este aspecto, que es el
principal y de gran importancia, pues que en él se halla la suma y la causa
total de todos los bienes, es la Iglesia la única que tiene verdadero poder, ya
que los instrumentos de que se sirve para mover los ánimos le fueron dados por
Jesucristo y tienen en sí eficacia infundida por Dios. Son instrumentos de esta
índole los únicos que pueden llegar eficazmente hasta las intimidades del
corazón y lograr que el hombre se muestre obediente al deber, que modere los
impulsos del alma ambiciosa, que ame a Dios y al prójimo con singular y suma
caridad y destruya animosamente cuanto obstaculice el sendero de la virtud.
Bastará en este orden con recordar brevemente los
ejemplos de los antiguos. Recordamos cosas y hechos que no ofrecen duda alguna:
que la sociedad humana fue renovada desde sus cimientos por las costumbres
cristianas; que, en virtud de esta renovación, fue impulsado el género humano a
cosas mejores; más aún, fue sacado de la muerte a la vida y colmado de una tan
elevada perfección, que ni existió otra igual en tiempos anteriores ni podrá
haberla mayor en el futuro. Finalmente, que Jesucristo es el principio y el fin
mismo de estos beneficios y que, como de El han procedido, a El tendrán todos
que referirse. Recibida la luz del Evangelio, habiendo conocido el orbe entero
el gran misterio de la encarnación del Verbo y de la redención de los hombres,
la vida de Jesucristo, Dios y hombre, penetró todas las naciones y las imbuyó a
todas en su fe, en sus preceptos y en sus leyes.
Por lo cual, si
hay que curar a la sociedad humana, sólo podrá curarla el retorno a la vida y a
las costumbres cristianas, ya que, cuando se trata de restaurar la sociedades
decadentes, hay que hacerlas volver a sus principios. Porque la perfección
de toda sociedad está en buscar y conseguir aquello para que fue instituida, de
modo que sea causa de los movimientos y actos sociales la misma causa que
originó la sociedad. Por lo cual, apartarse de lo estatuido es corrupción,
tornar a ello es curación.”[2]
Por su parte, Pio XI, , el 19 de marzo de 1937 en su encíclica
Divini Redemptoris sobre los peligros del comunismo ateo se dirigía a “los
patriarcas, primados, arzobispos, obispos y otros ordinarios, en paz y
comunión con la Sede Apostólica”:
“1. La promesa de
un Redentor divino ilumina la primera página de la historia de la humanidad;
por esto la confiada esperanza de un futuro mejor suavizó el dolor del paraíso
perdido (Cf. Gén 3,23) y acompañó al género humano en su atribulado camino
hasta que, en la plenitud de los tiempos (Gál 4,4), el Salvador del mundo, apareciendo en la tierra,
colmó la expectación e inauguró una nueva civilización universal, la
civilización cristiana, inmensamente superior a la que el hombre había hasta
entonces alcanzado trabajosamente en algunas naciones privilegiadas.
2. Pero la lucha entre el bien y el mal quedó en el mundo
como triste herencia del pecado original. y el antiguo tentador no ha cesado
jamás de engañar a la humanidad con falaces promesas. Por esto, en el curso de
los siglos, las perturbaciones se han ido sucediendo unas tras otras hasta
llegar a la revolución de nuestros días, la cual por todo el mundo es ya o una
realidad cruel o una seria amenaza, que supera en amplitud y violencia a todas
las persecuciones que anteriormente ha padecido la Iglesia. Pueblos enteros
están en peligro de caer de nuevo en una barbarie peor que aquella en que yacía
la mayor parte del mundo al aparecer el Redentor.
3. Este peligro tan amenazador, como habréis comprendido,
venerables hermanos, es el comunismo bolchevique y ateo, que pretende derrumbar radicalmente el orden
social y socavar los fundamentos mismos de la civilización cristiana.
I. Posición de la Iglesia frente
al comunismo
Condenaciones anteriores: 4. Frente a esta
amenaza, la Iglesia católica no podía callar, y no calló. No calló esta Sede
Apostólica, que sabe que es misión propia suya la defensa de la verdad, de la
justicia y de todos aquellos bienes eternos que el comunismo rechaza y combate.
Desde que algunos grupos de intelectuales pretendieron liberar la civilización
humana de todo vínculo moral y religioso, nuestros predecesores llamaron
abierta y explícitamente la atención del mundo sobre las consecuencias de esta
descristianización de la sociedad humana. Y por lo que toca a los errores del
comunismo, ya en el año 1846 nuestro venerado predecesor Pío IX, de santa
memoria, pronunció una solemne condenación contra ellos, confirmada después en
el Syllabus. Dice textualmente en la encíclica Quipluribus: «[A esto tiende] la
doctrina, totalmente contraria al derecho natural, del llamado comunismo;
doctrina que, si se admitiera, llevaría a la radical subversión de los
derechos, bienes y propiedades de todos y aun de la misma sociedad humana»[1]. Más tarde, uno
predecesor nuestro, de inmortal memoria, León XIII, en la encíclica Quod Apostolici numeris, definió el comunismo como «mortal
enfermedad que se infiltra por las articulaciones más íntimas de la sociedad
humana, poniéndola en peligro de muerte»[2], y con clara visión
indicaba que los movimientos ateos entre las masas populares, en plena época
del tecnicismo, tenían su origen en aquella filosofía que desde hacía ya varios
siglos trataba ele separar la ciencia y la vida de la fe y de la Iglesia.
Documentos
del presente pontificado: 5. También Nos, durante nuestro pontificado, hemos
denunciado frecuentemente, y con apremiante insistencia, el crecimiento
amenazador de las corrientes ateas. Cuando en 1924 nuestra misión de socorro
volvió de la Unión Soviética, Nos condenamos el comunismo en una alocución
especial dirigida al mundo entero[3]. En nuestras
encíclicas Miserentissimus
Redemptor [4],Quadragesimo
anno[5], Caritate
Christi [6], Acerba
animi [7], Dilectissima
Nobis [8] Nos hemos levantado una solemne protesta
contra las persecuciones desencadenadas en Rusia, México y España; y no se ha
extinguido todavía el eco universal de las alocuciones que Nos pronunciamos el
año pasado con motivo de la inauguración de la Exposición Mundial de la Prensa
Católica [9], de la audiencia a
las prófugos españoles[10] y del radiomensaje navideño[11]. Los mismos enemigos
más encarnizados de la Iglesia, que desde Moscú dirigen esta hucha contra la
civilización cristiana, atestiguan con sus ininterrumpidos ataques de palabra y
de obra que el Papado, también en nuestros días, ha continuado tutelando
fielmente el santuario de la religión cristiana y ha llamado la atención sobre
el peligro comunista con más frecuencia y de un modo más persuasivo que
cualquier otra autoridad pública terrena.
Necesidad
de otro documento solemne: 6. Pero, a pesar de estas repetidas advertencias paternales,
que vosotros, venerables hermanos, con gran satisfacción nuestra, habéis
transmitido y comentado con tanta fidelidad a los fieles por medio de
frecuentes y recientes pastorales, algunas de ellas colectivas, el peligro está
agravándose cada día más por la acción de hábiles agitadores. Por este motivo,
nos creemos en el deber de elevar de nuevo nuestra voz con un documento aún más
solemne, como es costumbre de esta Sede Apostólica, maestra de verdad, y como
lo exige el hecho de que todo el mundo católico desea ya un documento de esta
clase. Confiamos que el eco de nuestra voz será bien recibido por todos
aquellos que, libres de prejuicios, desean sinceramente el bien de la
humanidad. Confianza que se ve robustecida por el hecho de que nuestros avisos
están hoy día confirmados por los frutos amargos cuya aparición habíamos
previsto y anunciado, y que de hecho van multiplicándose espantosamente en los
países dominados ya por el mal y amenazan caer sobre los restantes países del
mundo.
El comunismo es intrínsecamente malo, y
no se puede admitir que colaboren con el comunismo, en terreno alguno, los que
quieren salvar de la ruina la civilización cristiana.” [3]
Por su parte, también Juan
XXIII escribe en Mater et Magistra que “ningún católico debería suscribir
incluso el más moderado socialismo”
[1] Why One Expert Says
Communism is ‘Anathema to Religion’ - Christine Rousselle/CAN/JUL.27, 2019 - A column recently
published in America Magazine, entitled “The Catholic Case for Communism”, by
Dean Dettloff, has resurrected questions about whether it is permissible for a
Catholic to be a communist - https://www.catholicnewsagency.com/news/why-one-expert-says-communism-is-anathema-to-religion-13273
[2] « Rerum Novarum, Lettre
encyclique de sa sainteté le pape Léon XIII », Léon XIII, Le Vatican,
1891
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