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lunes, 9 de diciembre de 2019

La revolución islámica


4.3.   La revolución islámica

La forma en que Occidente deba tratar el problema de la asimilación de comunidades integradas en torno a instituciones religiosas que profesan valores que contrarios al sistema de los vigentes en esa misma sociedad, constituye un problema clásico.

El tratamiento de las sociedades “islámicas” es un ejemplo, y el de los cristianos en Medio Oriente otro. Ambos tienen relación. Se atribuye a André Malraux un texto que ya habría cumplido sesenta años, en el que se resume con claridad lo que sucedería a continuación, hasta nuestros días, y realiza un paralelo significativo –en el contexto de este ensayo- con el comunismo desarrollado en los tiempos de Lenin, resaltando las razones por las resulta difícil poner un dique de contención a estos absolutismos a sociedades que han perdido los fundamentos de las propias constituciones no escritas que les dieron forma y constituyeron su esencia alguna vez.

Malraux y un texto premonitorio[1]

El impulso islámico, para André Malraux anima a las sociedades humanas al impacto de la doctrina de Mahoma, independientemente del lugar geográfico que ocupen: "La naturaleza de una civilización reside en que ésta se congrega alrededor de una religión. Nuestra civilización es hoy tan incapaz de construir un templo como una tumba... Se verá obligada a encontrar el valor que la fundamente, o se derrumbará. La violencia del empuje islámico es el gran fenómeno de nuestro tiempo, y es subestimado por la mayoría de nuestros contemporáneos. Este surgimiento del Islam es análogamente comparable a los inicios del comunismo en tiempos de Lenin. Las consecuencias de este fenómeno son aún impredecibles. En el origen de la revolución marxista, se pensó que la corriente podría ser contenida mediante la construcción de un dique conformado por soluciones parciales. Pero ni el cristianismo, ni las organizaciones patronales o de trabajadores, encontraron la respuesta. Hoy mismo, tampoco el mundo occidental parece estar preparado para enfrentar el problema del Islam. En teoría, la solución parece extremadamente difícil.  Para limitarnos al aspecto francés de la cuestión, quizás sería posible en la práctica si esta fuera pensada y aplicada por un verdadero estadista. Los datos actuales del problema sugieren que se establecerán sucesivamente diversas formas de dictadura musulmana en todo el mundo árabe. Cuando hablo de "musulmán", pienso menos en las estructuras religiosas que en las estructuras temporales que se desprenden de la doctrina de Mahoma. De ahora en adelante, el sultán de Marruecos queda desactualizado y Bourguiba solo podrá retener el poder convirtiéndose en una especie de dictador. Quizás las soluciones parciales habrían sido suficientes para poner un dique a la corriente del Islam, si se hubieran aplicado a tiempo... ¡Actualmente, es demasiado tarde! Los "miserables" tienen por otra parte poco que perder. Preferirán conservar su miseria en el interior de una comunidad musulmana. Su suerte, sin duda, seguirá siendo la misma. Nosotros tenemos una concepción demasiado occidental para analizarlos. Ellos preferirán el futuro de su raza a los beneficios que afirmamos poder brindarles. África negra no permanecerá por mucho tiempo insensible a este proceso. Todo lo que podemos hacer es tomar conciencia de la gravedad del fenómeno e intentar retardar su evolución”. André Malraux, 3 de junio de 1956

El problema de la inmigración

Al respecto, el Catecismo de la Iglesia Católica suministra un aporte equilibrado: “Las naciones más prósperas tienen el deber de acoger, en cuanto sea posible, al extranjero que busca la seguridad y los medios de vida que no puede encontrar en su país de origen. Las autoridades deben velar para que se respete el derecho natural que coloca al huésped bajo la protección de quienes lo reciben. Las autoridades civiles, atendiendo al bien común de aquellos que tienen a su cargo, pueden subordinar el ejercicio del derecho de inmigración a diversas condiciones jurídicas, especialmente en lo que concierne a los deberes de los emigrantes respecto al país de adopción. El inmigrante está obligado a respetar con gratitud el patrimonio material y espiritual del país que lo acoge, a obedecer sus leyes y contribuir a sus cargas.” (§ 2241).
El deber es personal, no es un deber colectivo. Lo que no se debe hacer, es “confundir nuestro deber personal con una persona con la que estamos tratando y que está en necesidad, con el problema de la acción colectiva de millones de personas que se ponen en el camino y pagan a contrabandistas sumas exorbitantes mientras toman riesgos apreciables para llegar a Europa, sabiendo que en ocasiones no serán expulsadas y que podrán participar en la riqueza local”  … “En cuanto a evocar un bien común mundial, además de que no tiene el mismo significado que a nivel nacional por falta de autoridad correspondiente, no se ha demostrado de ninguna manera que implique migraciones masivas, por el contrario.” Tampoco se debe  “confundir el encuentro personal con un migrante aislado con el efecto masivo en nuestras sociedades cuando los migrantes se cuentan en millones” … . “Si millones de personas de una cultura radicalmente diferente llegan a establecerse en su país, el riesgo es real de ver afectados los equilibrios sobre los que se basa la vida en común, cuestionada de manera radical, y no precisamente en la dirección de la paz social.”
Como opina Pierre de Lauzan, “el cuello de botella, el mayor riesgo de la inmigración está en la profunda interrupción del equilibrio sociopolítico y cultural del país anfitrión[2]

Ejemplo dinamarqués

No hace mucho citaba Judith Bergman en un artículo[3] a Lars Løkke Rasmussen, primer ministro de Dinamarca, quien narraba en su discurso del 1 de enero de 2019 que “cuando estaba en la escuela secundaria, había en Dinamarca alrededor de 50,000 personas con raíces no occidentales. Hoy hay casi medio millón. En una generación, nuestro país ha cambiado”. Rasmussen  mencionaba que las sociedades religiosas paralelas constituyen un problema y que los inmigrantes deben aprender a "poner las leyes seculares sobre las religiosas". El inconveniente es que una tercera parte de los jóvenes de ese origen de entre 18 y 29 años cree que "deben respetarse las leyes religiosas y culturales" aunque puedan ser contrarias a la ley del lugar”, y que las mezquitas que se autorizan a construir y que nuclean las comunidades locales tienen sus autoridades en el extranjero, y operar bajo la supervisión del ‘Líder Supremo’ de Irán, el ayatolá Ali Khamenei.

¿Es posible hablar de revolución islámica?

Si se piensa en la superposición de normas morales, sociales y jurídicas propias de las enormes comunidades islámicas en las concentraciones urbanas de Europa y se considera el aumento de población musulmana en Europa como una “invasión”  tendiente al progresivo reemplazo o conversión de una población de raíz y tradición judeo-cristiana por otra de origen y práctica del islamismo -sobre todo como proyecto político-  y si ese reemplazo terminara en un cambio de régimen, bien se podrá hablar de revolución islámica. Esta “revolución invisible” estaría “legitimando” socialmente la arbitrariedad, el terror, la ruptura del sistema y la caducidad del orden jurídico existente, apropiándose arbitrariamente de la representatividad del “pueblo”, incluso por encima de las fronteras y leyes de los países de residencia.
Se ha considerado a la misma revolución islámica como una revolución incluso anterior a la comunista. En 1925, Gustave Gautherot compara al propio comunismo con el utopismo islámico: “El comunismo, si bien parte de falsos principios, lleva al extremo su propia lógica y pone en juego las pasiones extremas, prometiendo a los proletarios un maravilloso paraíso terrestre. Enciende en los corazones una fe ardiente, un fanatismo imperativo comparable al de los primeros discípulos de Mahoma. Moscú es la Meca del profeta Lenin” y “los comunistas se asemejan a los caballeros teutónicos medioevales y a las bandas sarracenas que , cimitarra en mano, amenazan de muerte a toda la cristiandad” …pero el Mahoma de la revolución “ no se contenta con profetizar y legislar en nombre de la Divinidad: el quiere suprimir a Dios”.

Anarquismo y “revolución islámica

No hace mucho (2005) también Anna Glifman[4] comparaba el nihilismo de los anarquistas rusos con el de los terroristas islámicos: « Para los anarquistas, los maximalistas y los miembros de una multitud de grupúsculos obscuros, las finalidades políticas eran menores. Derrocar al gobierno de Nicolás II o el régimen zarista solo representaba un objetivo intermedio. Su “programa de máxima” incluía la erradicación del “antiguo orden” entero, es decir, el conjunto formado por las leyes, instituciones, la religión, las costumbres, las tradiciones y las convenciones sociales. Y de ahí surgía su desacuerdo con la línea oficial de los socialistas revolucionarios en cuanto al uso restringido y limitado del terror. Insistían en que no alcanzaba con arrancar concesiones al estado gracias a la acción violenta. El terror debía ir crescendo hasta la agonía final del mundo burgués. La hostilidad radical de los extremistas se extendió en consecuencia no solo a la misma burguesía, sino también a las clases medias emergentes. Fue contra ellas que se trataba de actuar “sin ninguna forma de compromiso y sin necesidad de legitimar ninguna reivindicación o exigencia concreta”  En la práctica, esta puesta en práctica de “acción directa” equivalía a destruir las vidas y bienes de los enemigos de clase, que se extendían al conjunto de la población.”

El Islam político

Y en nuestros días, Bernard Antony[5] precisa que “el Islam no es solo una religión, sino principalmente una totalidad social, religiosa, moral, política y cultural que no acepta la distinción cristiana básica extraída del evangelio entre lo político, lo social y la religión”. Afirma con énfasis que el "islam político" no es una inadecuada y redundante expresión como sería la equivalente de “comunismo político”: “ya he notado una o dos veces que la expresión "islam político" a menudo regresaba en los escritos de excelentes plumas, pero en este punto, creo útil expresar una divergencia pequeña y bien fundada con ellas. Entiendo que en la práctica se trata de distinguir entre musulmanes seculares y musulmanes islamistas. Ha habido, y hay, algunos musulmanes que dicen ser laicos. Pero no hay un islam no político. Porque el Islam es, ante todo, una ideología totalitaria, un orden simultáneamente religioso, moral, social, legal y político, que resume el llamado del Corán: "¡Obedezcan a Dios, obedezcan a su profeta!” Y la ley de este orden es la sharia, quintaesencia del totalitarismo, que estipula todas las cosas y en todos los terrenos. Nada en el Islam se parece a las palabras de Cristo: "¡Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios!”. En las pancartas del Estado Islámico o Hezbolá, hay una breve inscripción que se puede traducir como: "¡Alá es suficiente!”. Esto significa que no hay necesidad de una constitución, ni de ningún código que no sea la sharia. Ciertamente, en la civilización cristiana los órdenes espiritual y temporal a veces se han mezclado, y ciertamente hubo intrusión de los poderes religiosos en la política y viceversa. Pero el principio se mantuvo como fundamento mismo de la laicidad. ¡La laicidad es hija del cristianismo, no del islam! En el fondo, se podría decir que no quedaría nada por fuera del Islam, definido erróneamente como un fenómeno puramente religioso. En ninguno de los 43 países de la OIC (Organización de Cooperación Islámica) se le ocurriría a algún líder afirmar que el Islam no es político. Ni en el Irán chiíta, ni en la Arabia saudita sunita, ni en Marruecos o en Qatar. ¡Hablar del Islam político es una redundancia! ¡Es como hablar de un "comunismo político"!”

Y el cristianismo en los países islámicos, ¿sobrevivirá?

El arzobispo católico caldeo de Erbil, Mons. Bashar Matti Warda[6], uno de los pilares en la manutención y apoyo de la comunidad iraquí afirmaba que “ el número de cristianos ha ido disminuyendo hasta el día de hoy, en el que corremos peligro de extinción. Se mire como se mire, la extinción se acerca, ¿y qué dirán cuando ocurra? ¿Que nos extinguimos por un desastre natural o por una lenta emigración? ¿Que los ataques del EI fueron inesperados y nos cogieron por sorpresa? Eso es lo que dirán los medios de comunicación. O acaso brotará la verdad después de nuestra desaparición: que fuimos eliminados de forma persistente y constante en el transcurso de 1.400 años por un sistema de creencias que permite ciclos regulares y recurrentes de violencia contra nosotros, como el genocidio otomano de 1916-1922. … No se puede negar la existencia de tiempos de relativa tolerancia. Bajo Al Rashid se fundó en Bagdad la Casa de la Sabiduría, la gran biblioteca. Hubo un tiempo de relativa prosperidad cuando se valoraba la erudición cristiana y judía, y el florecimiento de la ciencia, las matemáticas y la medicina fue posible gracias a los eruditos cristianos nestorianos que tradujeron textos griegos, ya antiguos en el siglo IX. Nuestros antepasados cristianos compartieron con los árabes musulmanes una profunda tradición de pensamiento y filosofía, y mantuvieron con ellos un diálogo respetuoso desde el siglo VIII. La Edad de Oro árabe, como ha señalado el historiador Philip Jenkins, se construyó sobre la base de la erudición caldea y siríaca. Erudición cristiana. La imposición de la ley de la sharía supuso la decadencia de un gran aprendizaje y el fin de la Edad de Oro de la cultura árabe. Se había desarrollado un estilo de diálogo escolástico que sólo pudo darse porque una sucesión de califas toleró a las minorías. A medida que terminó la tolerancia, también lo hizo la cultura y la riqueza que se originaron gracias a ella. … en la raíz de todo esto están las enseñanzas de la Yihad, que es la justificación de los actos de violencia. Al adherirse estrictamente a las enseñanzas coránicas, prescriben la condición de dhimmi (ciudadanía de segunda clase) a las minorías, permitiendo la confiscación de propiedades y la aplicación de la yicia, el impuesto islámico.  La verdad es que hay una crisis fundacional dentro del propio Islam, y si esta crisis no se admite, no se aborda y no se arregla, entonces no puede haber un porvenir para la sociedad civil en Oriente Próximo, y, de hecho, en ningún lugar donde el Islam se imponga sobre una nación.”

En Irak para Mons. Bashar Matti Warda ahora “la cuestión es si el Islam dará o no continuidad a una trayectoria política en la que la sharía es la base del derecho civil y donde casi todos los aspectos de la vida quedan circunscritos a la religión, o si se desarrollará un movimiento más cívico y tolerante. “ Y la función de la sociedad secular de Occidente –respecto de Irak- es considerar la “situación con veracidad, tal como es en realidad, no según interpretaciones de un relativismo histórico que disminuye, o más bien insulta, la realidad de nuestro sufrimiento, privándonos así incluso de la dignidad de nuestra perseverancia en la fe . El fin último de la lucha es comprender la naturaleza de la batalla que libran. Para ello, os tendréis que preguntar: ¿Cuánto tiempo puede sobrevivir una sociedad moderada y decente sin la influencia de las instituciones cristianas? ¿Cuánto tiempo puede perdurar la tradición después de la muerte de la fe?  ¿Cómo se llenará el vacío?” 





[1] La poussée islamique, selon André Malraux. “La nature d’une civilisation, c’est ce qui s’agrège autour d’une religion. Notre civilisation est incapable de construire un temple ou un tombeau… Elle sera contrainte de trouver sa valeur fondamentale, ou elle se décomposera. C’est le grand phénomène de notre époque que la violence de la poussée islamique. Sous-estimée par la plupart de nos contemporains, cette montée de l’islam est analogiquement comparable aux débuts du communisme du temps de Lénine. Les conséquences de ce phénomène sont encore imprévisibles. A l’origine de la révolution marxiste, on croyait pouvoir endiguer le courant par des solutions partielles. Ni le christianisme, ni les organisations patronales ou ouvrières n’ont trouvé la réponse. De même aujourd’hui, le monde occidental ne semble guère préparé à affronter le problème de l’islam. En théorie, la solution paraît d’ailleurs extrêmement difficile. Peut-être serait-elle possible en pratique si, pour nous borner à l’aspect français de la question, celle-ci était pensée et appliquée par un véritable homme d’Etat. Les données actuelles du problème portent à croire que des formes variées de dictature musulmane vont s’établir successivement à travers le monde arabe. Quand je dis “musulmane”, je pense moins aux structures religieuses qu’aux structures temporelles découlant de la doctrine de Mahomet. Dès maintenant, le sultan du Maroc est dépassé et Bourguiba ne conservera le pouvoir qu’en devenant une sorte de dictateur. Peut-être des solutions partielles auraient-elles suffi à endiguer le courant de l’islam, si elles avaient été appliquées à temps… Actuellement, il est trop tard ! Les “misérables” ont d’ailleurs peu à perdre. Ils préféreront conserver leur misère à l’intérieur d’une communauté musulmane. Leur sort sans doute restera inchangé. Nous avons d’eux une conception trop occidentale. Aux bienfaits que nous prétendons pouvoir leur apporter, ils préféreront l’avenir de leur race. L’Afrique noire ne restera pas longtemps insensible à ce processus. Tout ce que nous pouvons faire, c’est prendre conscience de la gravité du phénomène et tenter d’en retarder l’évolution". André Malraux, le 3 juin 1956

[4] Anna Glifman, La mort sera votre Dieu, du nihilisme ruse au terroriste islamiste – La Table Ronde, 2005

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