4.3. La revolución islámica
La forma en que Occidente deba tratar el
problema de la asimilación de comunidades integradas en torno a instituciones
religiosas que profesan valores que contrarios al sistema de los vigentes en
esa misma sociedad, constituye un problema clásico.
El tratamiento de las sociedades “islámicas” es
un ejemplo, y el de los cristianos en Medio Oriente otro. Ambos tienen
relación. Se atribuye a André Malraux un texto que ya habría cumplido sesenta
años, en el que se resume con claridad lo que sucedería a continuación, hasta
nuestros días, y realiza un paralelo significativo –en el contexto de este
ensayo- con el comunismo desarrollado en los tiempos de Lenin, resaltando las
razones por las resulta difícil poner un dique de contención a estos
absolutismos a sociedades que han perdido los fundamentos de las propias
constituciones no escritas que les dieron forma y constituyeron su esencia
alguna vez.
Malraux y un texto premonitorio[1]
El
impulso islámico, para André Malraux anima a las sociedades humanas al impacto
de la doctrina de Mahoma, independientemente del lugar geográfico que ocupen: "La
naturaleza de una civilización reside en que ésta se congrega alrededor de una
religión. Nuestra civilización es hoy tan incapaz de construir un templo como
una tumba... Se verá obligada a encontrar el valor que la fundamente, o se
derrumbará. La violencia del empuje islámico es el gran fenómeno de nuestro
tiempo, y es subestimado por la mayoría de nuestros contemporáneos. Este
surgimiento del Islam es análogamente comparable a los inicios del comunismo en
tiempos de Lenin. Las consecuencias de este fenómeno son aún impredecibles. En
el origen de la revolución marxista, se pensó que la corriente podría ser
contenida mediante la construcción de un dique conformado por soluciones
parciales. Pero ni el cristianismo, ni las organizaciones patronales o de
trabajadores, encontraron la respuesta. Hoy mismo, tampoco el mundo occidental
parece estar preparado para enfrentar el problema del Islam. En teoría, la
solución parece extremadamente difícil. Para
limitarnos al aspecto francés de la cuestión, quizás sería posible en la práctica
si esta fuera pensada y aplicada por un verdadero estadista. Los datos actuales
del problema sugieren que se establecerán sucesivamente diversas formas de
dictadura musulmana en todo el mundo árabe. Cuando hablo de
"musulmán", pienso menos en las estructuras religiosas que en las
estructuras temporales que se desprenden de la doctrina de Mahoma. De ahora en
adelante, el sultán de Marruecos queda desactualizado y Bourguiba solo podrá
retener el poder convirtiéndose en una especie de dictador. Quizás las
soluciones parciales habrían sido suficientes para poner un dique a la
corriente del Islam, si se hubieran aplicado a tiempo... ¡Actualmente, es
demasiado tarde! Los "miserables" tienen por otra parte poco que
perder. Preferirán conservar su miseria en el interior de una comunidad
musulmana. Su suerte, sin duda, seguirá siendo la misma. Nosotros tenemos una
concepción demasiado occidental para analizarlos. Ellos preferirán el futuro de
su raza a los beneficios que afirmamos poder brindarles. África negra no
permanecerá por mucho tiempo insensible a este proceso. Todo lo que podemos
hacer es tomar conciencia de la gravedad del fenómeno e intentar retardar su evolución”.
André Malraux, 3 de junio de 1956
El problema de la inmigración
Al respecto, el Catecismo de la Iglesia
Católica suministra un aporte equilibrado: “Las naciones más prósperas tienen
el deber de acoger, en cuanto sea posible, al extranjero
que busca la seguridad y los medios de vida que no puede encontrar en su
país de origen. Las autoridades deben velar para que se respete el derecho
natural que coloca al huésped bajo la protección de quienes lo reciben. Las
autoridades civiles, atendiendo al bien común de aquellos que tienen a su
cargo, pueden subordinar el ejercicio del derecho de inmigración a diversas
condiciones jurídicas, especialmente en lo que concierne a los deberes de los
emigrantes respecto al país de adopción. El inmigrante está obligado a respetar
con gratitud el patrimonio material y espiritual del país que lo acoge, a
obedecer sus leyes y contribuir a sus cargas.” (§ 2241).
El deber es personal, no es un deber
colectivo. Lo que no se debe hacer, es “confundir nuestro deber personal con
una persona con la que estamos tratando y que está en necesidad, con el
problema de la acción colectiva de millones de personas que se ponen en el
camino y pagan a contrabandistas sumas exorbitantes mientras toman riesgos
apreciables para llegar a Europa, sabiendo que en ocasiones no serán expulsadas
y que podrán participar en la riqueza local”
… “En cuanto a evocar un bien común mundial, además de que no tiene el
mismo significado que a nivel nacional por falta de autoridad correspondiente,
no se ha demostrado de ninguna manera que implique migraciones masivas, por el
contrario.” Tampoco se debe “confundir
el encuentro personal con un migrante aislado con el efecto masivo en nuestras
sociedades cuando los migrantes se cuentan en millones” … . “Si millones de personas
de una cultura radicalmente diferente llegan a establecerse en su país, el
riesgo es real de ver afectados los equilibrios sobre los que se basa la vida
en común, cuestionada de manera radical, y no precisamente en la dirección de
la paz social.”
Como opina Pierre de Lauzan, “el cuello de botella, el mayor riesgo de la inmigración
está en la profunda interrupción del equilibrio sociopolítico y cultural del
país anfitrión[2]”
Ejemplo dinamarqués
No hace mucho citaba Judith Bergman en un
artículo[3]
a Lars Løkke Rasmussen, primer ministro de Dinamarca, quien narraba en su
discurso del 1 de enero de 2019 que “cuando estaba en la escuela secundaria,
había en Dinamarca alrededor de 50,000 personas con raíces no occidentales. Hoy
hay casi medio millón. En una generación, nuestro país ha cambiado”. Rasmussen mencionaba que las sociedades religiosas
paralelas constituyen un problema y que los inmigrantes deben aprender a
"poner las leyes seculares sobre las religiosas". El inconveniente es
que una tercera parte de los jóvenes de ese origen de entre 18 y 29 años cree
que "deben respetarse las leyes religiosas y culturales" aunque
puedan ser contrarias a la ley del lugar”, y que las mezquitas que se autorizan
a construir y que nuclean las comunidades locales tienen sus autoridades en el
extranjero, y operar bajo la supervisión del ‘Líder Supremo’ de Irán, el
ayatolá Ali Khamenei.
¿Es posible hablar de revolución
islámica?
Si se piensa en la superposición de normas
morales, sociales y jurídicas propias de las enormes comunidades islámicas en
las concentraciones urbanas de Europa y se considera el aumento de población
musulmana en Europa como una “invasión”
tendiente al progresivo reemplazo o conversión de una población de raíz
y tradición judeo-cristiana por otra de origen y práctica del islamismo -sobre
todo como proyecto político- y si ese
reemplazo terminara en un cambio de régimen, bien se podrá hablar de revolución
islámica. Esta “revolución invisible” estaría “legitimando” socialmente la
arbitrariedad, el terror, la ruptura del sistema y la caducidad del orden
jurídico existente, apropiándose arbitrariamente de la representatividad del
“pueblo”, incluso por encima de las fronteras y leyes de los países de
residencia.
Se ha considerado a la misma revolución
islámica como una revolución incluso anterior a la comunista. En 1925, Gustave
Gautherot compara al propio comunismo con el utopismo islámico: “El comunismo,
si bien parte de falsos principios, lleva al extremo su propia lógica y pone en
juego las pasiones extremas, prometiendo a los proletarios un maravilloso
paraíso terrestre. Enciende en los corazones una fe ardiente, un fanatismo
imperativo comparable al de los primeros discípulos de Mahoma. Moscú es la Meca del profeta Lenin” y
“los comunistas se asemejan a los caballeros teutónicos medioevales y a las
bandas sarracenas que , cimitarra en mano, amenazan de muerte a toda la
cristiandad” …pero el Mahoma de la revolución “ no se contenta con profetizar y
legislar en nombre de la Divinidad: el quiere suprimir a Dios”.
Anarquismo y “revolución islámica
No hace mucho (2005) también Anna Glifman[4]
comparaba el nihilismo de los anarquistas rusos con el de los terroristas
islámicos: « Para los anarquistas, los maximalistas y los miembros de una
multitud de grupúsculos obscuros, las finalidades políticas eran menores.
Derrocar al gobierno de Nicolás II o el régimen zarista solo representaba un
objetivo intermedio. Su “programa de máxima” incluía la erradicación del
“antiguo orden” entero, es decir, el conjunto formado por las leyes,
instituciones, la religión, las costumbres, las tradiciones y las convenciones
sociales. Y de ahí surgía su desacuerdo con la línea oficial de los socialistas
revolucionarios en cuanto al uso restringido y limitado del terror. Insistían
en que no alcanzaba con arrancar concesiones al estado gracias a la acción
violenta. El terror debía ir crescendo hasta la agonía final del mundo burgués.
La hostilidad radical de los extremistas se extendió en consecuencia no solo a
la misma burguesía, sino también a las clases medias emergentes. Fue contra
ellas que se trataba de actuar “sin ninguna forma de compromiso y sin necesidad
de legitimar ninguna reivindicación o exigencia concreta” En la práctica, esta puesta en práctica de
“acción directa” equivalía a destruir las vidas y bienes de los enemigos de
clase, que se extendían al conjunto de la población.”
El Islam político
Y
en nuestros días, Bernard Antony[5]
precisa que “el Islam no es solo una religión, sino principalmente una
totalidad social, religiosa, moral, política y cultural que no acepta la
distinción cristiana básica extraída del evangelio entre lo político, lo social
y la religión”. Afirma con énfasis que el "islam político" no es una
inadecuada y redundante expresión como sería la equivalente de “comunismo
político”: “ya he notado una o dos veces que la expresión "islam
político" a menudo regresaba en los escritos de excelentes plumas, pero en
este punto, creo útil expresar una divergencia pequeña y bien fundada con
ellas. Entiendo que en la práctica se trata de distinguir entre musulmanes
seculares y musulmanes islamistas. Ha habido, y hay, algunos musulmanes que
dicen ser laicos. Pero no hay un islam no
político. Porque el Islam es,
ante todo, una ideología totalitaria, un orden simultáneamente religioso,
moral, social, legal y político, que resume el llamado del Corán:
"¡Obedezcan a Dios, obedezcan a su profeta!” Y la ley de este orden es la
sharia, quintaesencia del totalitarismo, que estipula todas las cosas y en
todos los terrenos. Nada en el Islam se parece a las palabras de Cristo:
"¡Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios!”. En las
pancartas del Estado Islámico o Hezbolá, hay una breve inscripción que se puede
traducir como: "¡Alá es suficiente!”. Esto significa que no hay necesidad
de una constitución, ni de ningún código que no sea la sharia. Ciertamente, en
la civilización cristiana los órdenes espiritual y temporal a veces se han
mezclado, y ciertamente hubo intrusión de los poderes religiosos en la política
y viceversa. Pero el principio se mantuvo como fundamento mismo de la laicidad.
¡La laicidad es hija del cristianismo, no del islam! En el fondo, se podría
decir que no quedaría nada por fuera del Islam, definido erróneamente como un
fenómeno puramente religioso. En ninguno de los 43 países de la OIC
(Organización de Cooperación Islámica) se le ocurriría a algún líder afirmar
que el Islam no es político. Ni en el Irán chiíta, ni en la Arabia saudita
sunita, ni en Marruecos o en Qatar. ¡Hablar del Islam político es una
redundancia! ¡Es como hablar de un "comunismo político"!”
Y el cristianismo en los países islámicos, ¿sobrevivirá?
El
arzobispo católico caldeo de Erbil, Mons. Bashar Matti Warda[6],
uno de los pilares en la manutención y apoyo de la comunidad iraquí afirmaba
que “ el número de cristianos ha ido
disminuyendo hasta el día de hoy, en el que corremos peligro de extinción. Se mire como se mire, la extinción se
acerca, ¿y qué dirán
cuando ocurra? ¿Que nos extinguimos por un desastre natural o por una lenta
emigración? ¿Que los ataques del EI fueron inesperados y nos cogieron por
sorpresa? Eso es lo que dirán los medios de comunicación. O acaso brotará la
verdad después de nuestra desaparición: que fuimos eliminados de forma
persistente y constante en el transcurso de 1.400 años por un sistema de
creencias que permite ciclos regulares y recurrentes de violencia contra
nosotros, como el genocidio otomano de 1916-1922. … No se puede negar la
existencia de tiempos de relativa tolerancia. Bajo Al Rashid se fundó en Bagdad
la Casa de la Sabiduría, la gran biblioteca. Hubo un tiempo de relativa
prosperidad cuando se valoraba la erudición cristiana y judía, y el
florecimiento de la ciencia, las matemáticas y la medicina fue posible gracias
a los eruditos cristianos nestorianos que tradujeron textos griegos, ya
antiguos en el siglo IX. Nuestros antepasados cristianos compartieron con los
árabes musulmanes una profunda tradición de pensamiento y filosofía, y
mantuvieron con ellos un diálogo respetuoso desde el siglo VIII. La Edad de Oro
árabe, como ha señalado el historiador Philip Jenkins, se construyó sobre la
base de la erudición caldea y siríaca. Erudición cristiana. La imposición de la ley de la sharía supuso
la decadencia de un gran aprendizaje y el fin de la Edad de Oro de la cultura
árabe. Se había
desarrollado un estilo de diálogo escolástico que sólo pudo darse porque una
sucesión de califas toleró a las minorías. A medida que terminó la tolerancia,
también lo hizo la cultura y la riqueza que se originaron gracias a ella. … en
la raíz de todo esto están las enseñanzas de la Yihad, que es la justificación
de los actos de violencia. Al adherirse estrictamente a las enseñanzas
coránicas, prescriben la condición de dhimmi (ciudadanía de segunda clase) a las
minorías, permitiendo la confiscación de propiedades y la aplicación de la
yicia, el impuesto islámico. La verdad es que hay una crisis fundacional
dentro del propio Islam, y si esta crisis no se admite, no se aborda y
no se arregla, entonces no puede haber un porvenir para la sociedad civil en
Oriente Próximo, y, de hecho, en ningún lugar donde el Islam se imponga sobre
una nación.”
En Irak para Mons. Bashar Matti Warda ahora “la cuestión es si el
Islam dará o no continuidad a una trayectoria política en la que la sharía es la base del derecho civil y
donde casi todos los aspectos de la vida quedan circunscritos a la religión, o
si se desarrollará un movimiento más cívico y tolerante. “ Y la función de la
sociedad secular de Occidente –respecto de Irak- es considerar la “situación con veracidad, tal como es en
realidad, no según interpretaciones de un relativismo histórico que disminuye,
o más bien insulta, la realidad de nuestro sufrimiento,
privándonos así incluso de la dignidad de nuestra perseverancia en la fe . El
fin último de la lucha es comprender la naturaleza de la batalla que libran.
Para ello, os tendréis que preguntar: ¿Cuánto tiempo puede sobrevivir una
sociedad moderada y decente sin la influencia de las instituciones cristianas?
¿Cuánto tiempo puede perdurar la tradición después de la muerte de la fe?
¿Cómo se llenará el vacío?”
[1] La poussée islamique, selon André Malraux. “La nature
d’une civilisation, c’est ce qui s’agrège autour d’une religion. Notre
civilisation est incapable de construire un temple ou un tombeau… Elle sera
contrainte de trouver sa valeur fondamentale, ou elle se décomposera. C’est le
grand phénomène de notre époque que la violence de la poussée islamique.
Sous-estimée par la plupart de nos contemporains, cette montée de l’islam est
analogiquement comparable aux débuts du communisme du temps de Lénine. Les
conséquences de ce phénomène sont encore imprévisibles. A l’origine de la
révolution marxiste, on croyait pouvoir endiguer le courant par des solutions
partielles. Ni le christianisme, ni les organisations patronales ou ouvrières
n’ont trouvé la réponse. De même aujourd’hui, le monde occidental ne semble
guère préparé à affronter le problème de l’islam. En théorie, la solution paraît
d’ailleurs extrêmement difficile. Peut-être serait-elle possible en pratique
si, pour nous borner à l’aspect français de la question, celle-ci était pensée
et appliquée par un véritable homme d’Etat. Les données actuelles du problème
portent à croire que des formes variées de dictature musulmane vont s’établir
successivement à travers le monde arabe. Quand je dis “musulmane”, je pense
moins aux structures religieuses qu’aux structures temporelles découlant de la
doctrine de Mahomet. Dès maintenant, le sultan du Maroc est dépassé et
Bourguiba ne conservera le pouvoir qu’en devenant une sorte de dictateur.
Peut-être des solutions partielles auraient-elles suffi à endiguer le courant
de l’islam, si elles avaient été appliquées à temps… Actuellement, il est trop
tard ! Les “misérables” ont d’ailleurs peu à perdre. Ils préféreront conserver
leur misère à l’intérieur d’une communauté musulmane. Leur sort sans doute
restera inchangé. Nous avons d’eux une conception trop occidentale. Aux
bienfaits que nous prétendons pouvoir leur apporter, ils préféreront l’avenir
de leur race. L’Afrique noire ne restera pas longtemps insensible à ce
processus. Tout ce que nous pouvons faire, c’est prendre conscience de la
gravité du phénomène et tenter d’en retarder l’évolution". André Malraux,
le 3 juin 1956
[3] Dinamarca: ¿Cómo lidiar con la integración? https://www.gatestoneinstitute.org/14563/denmark-immigration-integration
[4] Anna Glifman, La mort sera votre Dieu, du nihilisme
ruse au terroriste islamiste – La Table Ronde, 2005
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