4.2. La revolución en el tiempo y el espacio
- Una concepción de la historia
La historia es como un enorme océano de
tiempo y espacio en el que circulan diversas corrientes. Actúan en ella las
ideas que la informan , los hombres que luchan por el poder y los procesos que
estos desencadenan. Todo hombre es de algún modo el resultado de su época, e
influye también sobre ella y su posterioridad. Y por encima de todo, y al mismo
tiempo está presente en los mínimos aspectos, el Creador y Sostenedor del
mundo.
De un modo semejante al que se sugiere en la
parábola del trigo y la cizaña, en la historia y en cada momento de la
evolución del hombre siempre hay dos movimientos, uno ascendente y otro
descendente. Afirmaba el filósofo Jacques Maritain en unas conferencias
pronunciadas en un seminario en la Universidad de Notre Dame en 1955[1],
que “la parábola del trigo y la cizaña tiene un significado universal válido
tanto para el mundo como para el reino de la gracia”. Precisaba en esas
conferencias algunas fórmulas axiomáticas o leyes funcionales, “fórmulas o
sentencias (más universales) que manifiestan la estabilidad, en el curso de la
historia, de ciertas relaciones básicas o características fundamentales.” Y
entre estas una “ley del doble movimiento que podría ser llamada la ley de
degradación por un lado y de la revitalización por el otro de la energía de la
historia, o del revoltijo de la actividad humana del cual depende el movimiento
de la historia.”… “Hay cambios en la historia humana que son necesarios. Pero
(…) no es necesaria la manera o modo como suceden estos cambios: depende de la
voluntad y de la libertad del hombre. En otras palabras, el cambio necesario en
cuestión puede producirse de un modo o de otro; modos completamente diferentes
por lo que hace a su significado racional o espiritual. (…) El mismo cambio puede producirse en forma
esclavizadora y degradante o en forma genuinamente racional y liberadora. Y eso
no depende de ninguna necesidad de la historia sino del modo como interviene el
hombre, sobre todo los grandes hombres, las grandes figuras de la historia.”
Así, continúa
Maritain, “para un tomista, la fórmula “el hombre hace la historia y la
historia hace al hombre” significa que la historia posee una dirección, que es
determinada con relación a ciertas características fundamentales por la inmensa
masa dinámica del pasado que la impele hacia adelante, pero que es indeterminada con relación a las
orientaciones específicas y al espíritu o la manera como un cambio, necesario en
otros respectos, ha de cobrar existencia. El hombre está dotado de una libertad
mediante la cual, como persona, puede, con más o menos dificultad, triunfar
sobre la necesidad en su corazón. Sin que, por todo esto, sea capaz de torcer
arbitrariamente la historia, según su deseo o su capricho, el hombre puede
originar nuevas corrientes históricas, que chocarán y se combinarán con otras
corrientes, con fuerzas y condiciones preexistentes, de donde resultará la
orientación específica – no fijada por la evolución – de un determinado período
de la historia.” …“… el desarrollo de las técnicas materiales aparece, por un
lado, como haciendo caer con mayor peso el determinismo histórico sobre el
hombre; y, por el otro, ese mismo desarrollo proporcionará al hombre insospechados
medios de libertad y emancipación. Cuál de estos dos aspectos predominará
finalmente depende de la libre voluntad y la libre elección del hombre.”
- La revolución ¿locomotora de la historia?
La revolución es un concepto, pero también un
proceso que se repite corregido y aumentado a lo largo de la historia y que
tiene como característica fundamental la íntegra y radical reformulación de la
vida social. La revolución siempre se lleva a cabo con la formación paulatina
de un estado dentro del estado, con sus propias normas jurídicas que entran en
ruptura con las vigentes en la sociedad. Las revoluciones, como los procesos
cancerosos, se toman su tiempo. Los cambios pueden ser lentos. La sociedad no
toma conciencia de la radicalidad de los cambios a medida que se producen y
cuando lo hace se da cuenta que ya es tarde. Los largos procesos
revolucionarios preparan el terreno para el golpe de mano, el enfrentamiento
decisivo, que precipita (como un proceso químico) un nuevo “sistema” que
acentúa la radicalidad de las reformas, y les da una “legitimidad” de derecho
que hace más difícil volver a revertir “legítimamente” los procesos que las
sociedades han admitido consciente o inconscientemente.
¿Hay que hablar de la revolución en la
historia o de una historia en la que la revolución opera como un agente de
cambio más? Puesto que la historia no ha terminado y están vigentes de algún modo los problemas
planteados hace un siglo en Rusia, puede afirmarse que la Revolución es un
asunto no resuelto aún.
La revolución rusa comienza cien
años antes de Solzhenitsyn, como veremos, y debe ser integrada a un gran movimiento de rebeldía
muy anterior que continúa hasta nuestros días.
El caso ruso es entonces “la culminación
lógica aunque extrema de una larga tradición revolucionaria de la civilización
europea como un todo". Las
revoluciones tienen sus raíces en la historia europea y ostentan
características comunes. Son momentos más o menos largos que forman parte de
procesos nacionales e internacionales. Y estos procesos se han ido
radicalizando desde el siglo XV hasta el XX, con énfasis en Francia en 1789 y
en Rusia en 1917.
La revolución rusa agregará elementos que la
harán más radical y duradera. Sostiene Malia que lo que hizo única a la
revolución de octubre fue que la ideología determinó la estructura política
(hegemonía del partido). La estructura política determinó el orden económico, y
no hubo "sociedad civil" independiente, quedando todo subordinado a
los objetivos y al control del partido, y estando a su vez el todo justificado
por la construcción y la defensa del socialismo. Este modelo posibilitó el
"congelamiento" de la historia y la eliminación de la libertad desde
1917 hasta 1989-91.
Los conflictos sociales han sido causa
necesaria pero no suficiente de una revolución mayor. Para que esta suceda,
debe darse el marco de un "estado unitario" que focalice todas las
formas de protesta política, social, o de otras clases en un único conjunto de
instituciones. Esta focalización transforma las estructuras del estado. El
concomitante desafío a la legitimidad estatal existente es lo que da a una
revolución general su carácter de explosivo y su naturaleza
político-ideológica.
En la historia, las revoluciones no repiten
exactamente el mismo modelo. Cada una “aprende” de la experiencia de la
precedente y eleva un paso más el "modelo" hacia un nivel más extremo
de radicalización. La tradición revolucionaria occidental fue desplazando sus
contenidos desde la primacía de las libertades políticas hacia la eliminación
de las desigualdades sociales; desde las formas desde una relativa moderación
hacia el extremismo; y geográficamente desde las sociedades más avanzadas en
los países del Atlántico occidental hacia el este en dirección a Prusia,
Austria y Rusia, para luego expandirse en el siglo XX al resto del "tercer
mundo", dando en este siglo el lugar protagónico a la revolución universal
en la historia de todo el mundo. Esto incluye China, Vietnam, Cambodia, África
y América-latina en los procesos inducidos de “descolonización” y de
“liberación”…
Repasaremos –a grandes trazos-
algunas partes significativas de la historia de esa rebelión.
- Las etapas que desembocan en la gran
revolución del siglo XX
Hace algunos años, en mayo de 2007, tomé
consciencia de la continuidad histórica
del gran proceso revolucionario al leer el libro de Malia[2]
“Las locomotoras de la historia – revoluciones y realización del mundo
moderno”. Sin tener aún en mente la escritura de este ensayo, escribí un
artículo que titulé “¿Qué es una revolución?
Entender la revolución” en el que describía el concepto y el proceso
histórico revolucionario y afirmaba que: “a medida que avanza la historia del
hombre y llegados a una altura del conocimiento y de la experimentación de
múltiples formas de organización social, desde el clan y la tribu hasta la
democracia y el comunismo, debería el hombre estar en condiciones de
extraer conclusiones del pasado para
elegir una dirección determinada y poner los medios para avanzar resueltamente.
O como mínimo, deberíamos claramente saber hacia dónde no debe ir la sociedad y
porqué no avanzar en determinada dirección. En el mar de la historia, las
sociedades deberían estar en condiciones de conocer y aceptar las leyes
impresas en la naturaleza humana y hacerlas jugar a su favor, del mismo modo en
que los barcos aceptan las leyes físicas y las hacen jugar a su favor en su
diseño, sistema de propulsión, y forma de acomodar la carga.
Sin embargo, en pleno siglo XXI, no solamente los hombres no conocen ni aceptan
las leyes de la naturaleza, sino que las ignoran o se llegan a negar su misma
existencia. A nadie se le ocurriría pensar en navegar con el palo mayor y el
velamen sumergido, la quilla al viento, ni se le ocurriría afirmar que sería
esta la mejor y más eficiente manera de navegar. De hecho, los cascos y la
forma de las cubiertas se diseñan de tal modo que al producirse una vuelta de
campana, el propio barco tiende a recuperar la vertical y ponerse derecho. Y
logrará o no hacerlo, pero a nadie se le ocurriría intentar proseguir la
navegación invertido. La imagen de una
revolución, es la de una sociedad que da una vuelta de campana. Los mismos que
no se animarían a plantear la hipótesis de la supuesta normalidad de navegar
con un barco o un avión invertidos, han sido capaces de diseñar, proponer y
llevar a cabo formas de organización social “revolucionarias”, totalmente
contrarias a la naturaleza humana, y lo siguen haciendo, luego de transcurrido
el siglo que mayor cantidad de víctimas y destrucción ha producido, siguiendo
la fantasía utópica de vivir la revolución. De allí la importancia en conocer y
profundizar el conocimiento de las revoluciones acaecidas en la historia,
analizar las diferentes formas en las que el hombre ha pretendido dar vuelta de
campana a la organización social y los resultados y catástrofes provocados cuando
ha tenido “éxito” al hacerlo. Sería útil e instructivo, en estos tiempos de
convulsiones de una profundidad y amplitud como nunca antes se dieran, echar
una mirada a la historia y analizar con la mayor perspectiva posible este tipo
de transformaciones que se siguen produciendo en nuestro propio país y en el
mundo.”
Con esta idea en mente, y siguiendo a Martin
Malia, en la crisis de Occidente que desemboca en la revolución rusa conviene resaltar
algunas etapas del proceso:
·
Surgimiento de la cristiandad, y organización
del orden medioeval (1000-1400)
·
La guerra de los Cien Años y la gran
depresión
·
El intento de re cristianización combinado
con la “mundanización” en la Iglesia
·
Las herejías (cátaros, husitas)
·
El Renacimiento y la Reforma que secularizan
la historia y dividen la Cristiandad
·
La Revolución Científica (S XVII) con el
abandono de la Revelación, y su reemplazo por la Razón y por la Ciencia.
·
La Revolución militar que va desembocando en
un absolutismo centralizador, que luego se denominará “antiguo régimen”, que curiosamente
tiene como característica una participación muy elevada del gasto militar
dentro de los gastos del estado, con la consiguiente deformación del sistema
económico
·
El sistema estatal unitario absolutista del
SXVIII (“desde el Atlántico a los Urales”)
·
El Iluminismo que dará luz al sistema
“revolucionario-republicano” demoliendo “el absolutismo real con el poder de
raíz divina” y proclamando al individuo como ciudadano en el centro de la
política.
·
La elevación de la libertad, la igualdad y la
fraternidad a la categoría de “dogmas fundantes”, ya completamente aislados del
orden sobrenatural.
Malia considera que la revolución en su
origen es un producto propio de la cultura europea, de sus instituciones y de
su sistema normativo. Una "gran revolución" europea, es una revuelta
generalizada contra el “ancien régime”, particularmente contra el de las dos
espadas: secular o temporal y espiritual; y contra el de los tres órdenes: de los
que rezan, de los que luchan y de los que trabajan. Las revoluciones
occidentales son en primera instancia una transformación política e ideológica
más que social. Se producen “contra” un estado centralizado. Las monarquías
feudales, formadas entre 1100 y 1300 se “centralizan” y se convierten en lo que
fueron las monarquías absolutas del
“ancien régime” en el siglo XVI.
Malia analiza -con erudición- las principales
revoluciones, que comienzan en Europa con la redefinición de la esfera de lo espiritual; esto es, con la
herejía. Son varios los ejemplos, como el de la Bohemia husita 1415-1436, de la
Alemania luterana 1517-1555, de la Francia hugonote 1559-1598 la revuelta holandesa de 1566-1609 y la
revolución inglesa o puritana (1640-1660) (“la revolución de los santos”)
Luego se producen las revoluciones ideológico-político-militares: la revolución
americana, la revolución francesa (1789-1799), la de la Comuna de Paris (1871)
y la revolución rusa (1917).
En los Siglos XII y XIII la organización
feudal no había fomentado el desarrollo
integral de la sociedad y el poder pasa a las monarquías centralizadas, con el
equilibrio que podía aportar la formación de asambleas representativas de los
estados y de las «jerarquías feudales»
En los Siglos XIV y XV se produce la Guerra
de los cien años, la gran crisis y
hambruna provocada por la gran depresión, los Papas de Avignon, el Gran Cisma y
las herejías de cátaros y husitas.
En el Siglo XVI tenemos el Renacimiento y la
Reforma “…intentos de “renovación” del cristianismo que alimentaron la
secularización.” El Renacimiento, “recupera la cultura “no-cristiana” de la
antigüedad clásica y la Reforma, “divide el cristianismo al que buscaba
purificar”. De modo que a fines del Siglo XVII “ya era claro que la unidad religiosa
del Cristianismo no sería restaurada”.
En el Siglo XVII, la Revolución científica
ofrece una “fuente de verdad radicalmente nueva”, que “deriva enteramente de la
razón y de la verificación empírica” y que no debe nada a la “revelación
divina”, y que se constituye tanto en una cultura alternativa a la cristiandad com
en la herencia del clasicismo, y en la garantía de una “ciencia racional del
hombre y de la sociedad por la que el hombre podría hacer su propio mundo”. Al
mismo tiempo, la revolución militar “transforma la monarquía feudal en un
absolutismo centralizado” militarmente, en lo que luego de 1789 se llamo L´ancien regime. Para entonces, “la
tecnología militar y la movilización de los ejércitos consumían “el 80/90 % de
los ingresos monárquicos” y “El absolutismo militar utilizó la nueva ciencia y
el racionalismo filosófico que la acompañaba para promover un estado mas
coherentemente organizado, una sociedad más ordenada políticamente y una
economía mejorada” y produjo una única “cultura secular y un sistema estatal
unitario que para el siglo XVIII se extendía del Atlántico a los Urales”
En el Siglo XVII, “Entre la revolución
científica y el absolutismo real, el iluminismo “reduce al polvo el ethos de la
vieja Europa”, preparando el camino para el advenimiento de lo que Tocqueville
llamó más tarde democracia. En 1789 la unidad básica de la sociedad es el
individuo como ciudadano y la igualdad entre los ciudadanos se vuelve en el
fundamento de la política”.
Las revoluciones deben ser estudiadas históricamente
más que estructuralmente o "transculturalmente".
El método utilizado por Malia es comparar los
casos desde la misma cultura y contiguos en el tiempo, generalizando de algún
modo la visión del impulso democrático hacia delante y hacia atrás en la
historia, ampliando de algún modo la visión de Tocqueville y aplicando la
sensibilidad de Weber a los problemas tratados por aquel respecto del rol
social de la Cristiandad. Esto "significa ligar el contenido doctrinal de
la doctrina de la Cristiandad y su estructura institucional a los procesos
políticos y sociales de la "escalada" democrática. Para ello es
necesario ir de nuevo al punto de partida en el año 1000, y relacionar la
teología y la eclesiología con el feudalismo y los sucesos tempranos del Antiguo
Régimen, esfuerzo que por supuesto no intentó el mismo Weber". En esta
perspectiva, el radicalismo europeo se fue moviendo desde la sedición religiosa
contra la Iglesia en épocas en que aún no existían los estados, para ir
escalando desde la sedición religiosa a la política y luego a la revolución
abierta.
Luego
de las revoluciones políticas de los siglos XVII y XVIII se pasa al milenarismo
científico de la revolución social del siglo XX. Sostiene Malia que después de
haber sido la revolución un problema de la "historia política" en el
siglo XIX y un problema de la "historia social" en el siglo XX,
"se ha vuelto claro ahora que la revolución debe ser considerada en
primera instancia un problema de la "historia de las ideas"... porque
la historiografía revela que los contenidos políticos y sociales de los
diferentes casos estudiados han sido fundamentalmente moldeados por
ideas".
Una de las conclusiones a las que arriba
Malia, es que "una gran revolución no es esencialmente un fenómeno
socioeconómico, sino uno del tipo político constitucional y
cultural-ideológico. En otras palabras, ese tipo de revolución no delimita la
transición de un modo de producción a otro - como por ejemplo de uno feudal a
otro burgués - o de una ola de desarrollo económico a otra ola - como por
ejemplo de una mercantil a otra capitalista o de una tradicional a otra moderna
- aunque ese tipo de transformaciones están de algún modo involucradas en una
revolución. Sin embargo, una gran revolución es esencialmente la crisis general
de la totalidad de un sistema nacional".
Las revoluciones "apropiadamente
descriptas como guerras internas", "reordenan las coordenadas de la
legitimidad en la res publica, sellan el final de antiguos regímenes e
inauguran nuevos órdenes, y marcan el pivote de una era a otra". Como las
guerras, las revoluciones "precipitan la competencia política en violencia
abierta, legitimando de esta manera métodos que normalmente son la antítesis de
la existencia civilizada. Y los momentos revolucionarios fundadores... fueron
todos actos violentos presagio de una coerción continua".
Malia repasa, analiza y critica diversos
estudios acerca de la revolución, deteniéndose en los enfoques de Crane Buton,
Charles Tilly, Banington Moore, Theda Skopol y Georges Lefebvre, y resaltando
los aportes de los análisis de Tocqueville y Weber. De este último rescata
particularmente que "la cultura, y en particular la religión, es la
primera base de la unicidad europea". Su análisis ayuda a relacionar
personajes, acontecimientos, procesos históricos, y sobre todo la importancia,
la fuerza y el impacto de la lucha de las ideas.
- La revolución protestante
Política y religión - La herencia
de Carlomagno
Si
la revolución consiste en el remplazo violento de un régimen por otro, podría decirse
que la Reforma Protestante fue una “cuasi revolución”. Afirma Malia: “La
Reforma fue revolucionaria porque dividió de modo permanente la Cristiandad
Latina en dos bloques antagonistas. En este sentido, conjuntamente con la
Revolución Francesa tres siglos después, constituye una de las dos grandes
cisuras en la historia de esa Europa que tomó forma alrededor del año 1000”, y
aunque “el final del proceso revolucionario en Alemania no significó el final
de la Reforma como revolución” y “se produjeron sucesivas explosiones como
respuesta a los ejemplos germano y suizo”, por lo que terminó “siendo un
movimiento radical pan-europeo y una serie de sublevaciones locales”, y
“claramente, el movimiento marcó una crisis en el sistema europeo entero”.
“A
finales del siglo XV, Alemania –todavía más que Italia, Francia o Inglaterra-
está en plena crisis” … “El mundo feudal se desmorona y desaparece. Sea que se
considere la política, la ciencia, o la piedad, la “Cristiandad Medioeval” no
existe más”. En el terreno político, se plantea el conflicto entre política y
religión, y como detalla Joseph Duhr[3], la “confusión
de la política con la religión contiene en germen los conflictos entre el papa
y el emperador. Los verdaderos herederos de Carlomagno no serán sus pálidos
sucesores, incapaces y desunidos, sino los papas, guardianes supremos de la
justicia y de la paz de Cristo. Y como tales, reivindicarán el derecho de
aprobar, aconsejar, amonestar, y en el caso necesario deponer a los soberanos.
Ese derecho de control está subyacente en las declaraciones de Inocencio III,
de Bonifacio VIII o de Juan XXII. “El poder de la Iglesia –escribe el último-
confiada a Pedro, es más grande y más universal que el poder imperial” “La misma confusión de ideas que había
suscitado el César-Papa, creó igualmente el tipo de Papa-César”. En esas condiciones el conflicto no podía
dejar de explotar.
Cuando
los emperadores germánicos, luego de un largo período de decadencia de la
dignidad imperial, van a pretender la antigua herencia religiosa y política de
Carlomagno, encontrarán el lugar ocupado. La lucha será inevitable y se
convertirá en encarnizada sobre todo cuando el “derecho romano” haya acentuado
la oposición entre los dos jefes. Puesto de moda desde el siglo XI, es adaptado
por Federico Barbarroja y sus sucesores. Y fue una desgracia para la sociedad
medioeval que se suplantara la legislación más humana de la edad media, por un
derecho abstracto, inadaptado, creado para condiciones sociales diferentes y que
confería a los soberanos los derechos ilimitados de los antiguos emperadores
romanos. En nombre del derecho romano Federico II llevará un combate sin merced
contra Inocencio IV, que Felipe el Hermoso perseguirá a Bonifacio VIII, y Luis
de Baviera se rebelará contra Juan XXII. Marsile de Padoue, en 1934 en su
Defensor Pacis, formulará las consecuencias que se desprenden directamente del
derecho romano y preparará de lejos el absolutismo del cual se va a inspirar
Luis XIV y que se va a expandir por todas partes en el siglo XVIII. La escisión debía ser el resultado de ese
conflicto prolongado.
La
Bula de Oro (1356) elimina tácitamente la intervención del papa en la elección
del emperador, confiándola exclusivamente a siete electores. A partir de ese
día, la “Cristiandad Medioeval” no fue más que un recuerdo. En el terreno de la
razón y de la fe, el “nominalismo racionalista inaugurado a su pesar por Duns
Scoto y elaborado plenamente por el franciscano inglés Guillermo de Occam
“golpea al gran pensamiento teológico de la edad media. La razón pierde el derecho de aventurarse en
“el reino de lo invisible”, con lo que Dios, el alma y la moral serán en
adelante el terreno exclusivo de la fe”, y “Lutero extraerá del Occamismo, con
respecto a la razón, una desconfianza que irá hasta el desprecio” y en el
terreno de la piedad, “el humanismo pagano, enamorado de la ciencia y de la
belleza antigua, destronará a la fe”, y algunos, aún “glorificando al hombre ,
mantendrán la voluntad de mantener a Dios en el mismo lugar”, mientras que
otros se “volcarán al paganismo y profesarán el epicureísmo más cínico”
- La revolución francesa
“La
Revolución Francesa pronto se volvió tan caótica que a la mayoría de la gente
le pareció un retorno a la cordura nombrar emperador a Napoleón”
The sensate culture, Harold O.J. Brown, 1996
Como cambiaron en la historia todos los
regímenes de este mundo, también el llamado “ancien régime” debía hacerlo. El
problema con la revolución francesa en particular, fue que la revolución no
pretendió ser simplemente un cambio, sino que pretendió ser “el” cambio. En este
contexto histórico e historiográfico se inserta la obra de Claude Quétel[4],
que escribió una historia de la Revolución francesa. En la que
muestra cómo esta no fue más que una caricatura de los derechos "naturales,
inalienables y sagrados del hombre" proclamados por la Asamblea nacional
en 1789. “La tesis de Quétel es que la Revolución fue una orgía de
sangre desde el principio y que no mantuvo ninguna de sus promesas. No inventó los derechos del hombre,
defendidos (aunque no con este nombre) desde los comienzos de los tiempos por
el cristianismo; no fue la primera en ponerlos por escrito en la ensalzada
Declaración del 26 de agosto de 1789, puesto que la Declaración de
independencia americana ya los había proclamado en 1776. Y, sobre todo, no los
aplicó ni durante sus diez años de vida convulsa y mortal, ni después. Escribe
Quétel en la introducción de su libro de más de 500 páginas: "¿Qué
libertad? ¿Qué Igualdad? ¿Qué Fraternidad? ¿Cuándo entraron estos nobles principios
en la realidad histórica? ¿A partir de cuándo la proclamación de los derechos
del hombre lleva concretamente al respeto de los seres humanos como
personas?". El objetivo de Quétel es, por consiguiente, sólo uno:
"Descubrir la impostura y reconocer, por fin, que la Revolución francesa fue un
episodio execrable de la historia de Francia, una locura
mortífera e inútil, una guerra civil. Toda la Revolución fue un
deslizamiento desde los primeros días de los Estados generales, hasta el
punto de que para salvar a
Francia de la anarquía fue necesaria una dictadura militar”…
Mientras la violencia se intensifica en las
calles, los primeros años de la Revolución son elogiados como el triunfo de la
democracia. Pero los trabajos en la Asamblea nacional son cualquier cosa menos democráticos. La ley, según el artículo
6 de la Declaración, "es la expresión de la voluntad general" y así, en
las tribunas se admite la participación popular en el nombre de la
"transparencia, que es la salvaguardia del pueblo". A cada sesión
asisten miles de personas que aplauden "como si estuvieran en un
teatro" los discursos de los diputados más radicales y silban a los más
moderados, influyendo así en el debate. Antoine de Rivarol, periodista de
origen italiano, recuerda: "Los diputados no tienen libertad de
voto. Quien tiene ideas moderadas es silbado y recibe cartas amenazadoras.
Los aplausos son sólo para los más violentos".
Se constituye un comité encargado de recibir
acusaciones anónimas y el resultado es que, debido al miedo, los más moderados
"se callan" para no convertirse en "enemigos del pueblo". Y
paciencia si, como establece el artículo 10 de la Declaración, "nadie debe
ser molestado por sus opiniones".
Aunque en esos días los jacobinos aún no
habían empezado a reunirse, el terror ya se difundía por doquier. Ya se había
empezado a aplicar lo que Rousseau teorizaba en El contrato social:
"Todo el que se niegue a obedecer la voluntad general, será sometido por
todos los cuerpos sociales. Esto significa una única cosa: ¡obligarles a ser
libres!"… “Y entre los que están obligados a ser libres están los
habitantes de la Vendée. De unas 600.000 víctimas de la
Revolución (guerras incluidas), masacradas en el nombre de la Libertad, la
Igualdad y la Fraternidad, casi 250.000 fueron los insurrectos de la
Vandée en favor del rey y del culto católico. Está el que habla de
"genocidio", como Reynald Secher; quien sólo se refiere a "crímenes
de masa planificados", como Jean-Clément Martin. Pero está también uno
de los principales autores de la masacre, el general Westermann, quién hablaba
así de ella, en público, en 1793: "La Vendée ya no existe, ciudadanos
republicanos. Ha muerto bajo nuestra espada libre, con sus mujeres y sus
hijos. Siguiendo nuestras órdenes, he aplastado a los niños bajos los
cascos de los caballos y masacrado a las mujeres, que así ya no podrán tener
hijos bandidos. No tengo ni siquiera que sentirme culpable por haber hecho
prisioneros, ya que los he exterminado a todos". Otras regiones en las que
se "exportó la Revolución" no tuvieron mejor fortuna.”[5]
El problema: reforma o revolución
Tocqueville describe el dilema que se
planteaba a quienes buscaban una “sana reforma” en una carta del 8 de julio de
1858 a Pierre Freslon[6]:
“M Roger-Collard deseaba apasionadamente la destrucción del “ancien régime” y
siempre tenía horror que el mismo volviera. Anhelaba con gran ardor la
abolición de los privilegios, la igualdad de derechos públicos, la libertad del
hombre, su dignidad. Y siempre detestó ese espíritu de aventura, de violencia,
de tiranía, de demagogia, que constituyó el prototipo del espíritu
revolucionario en todo el mundo. Creía firmemente que se podía derrocar el
“ancien régime” sin obedecer a ese espíritu. ¡Aspiraba a que otra cosa que ese
espíritu surgiera de la revolución ¡Nunca pensó que se debiera destruir todo de
la antigua sociedad francesa, sino solamente romper lo que obstaculizaba al
espíritu moderno, una libertad moderada, igualdad de derechos, apertura a las
esperanzas de cada persona, de todas las carreras y de todos los destinos.”
Todo sea por “amor a los oprimidos”
En nuestros días, Alain Finkielraut[7]
relaciona el amor a los oprimidos como justificación de la violencia y con los
fundamentos del “derecho a la revolución francesa”. Los vincula con la lucha de
los modernos comunistas de Italia en su lucha subversiva y su “justicia
popular”. Al referirse al proceso a Luis XVI, afirma que “mucho antes de Lenin y su múltiple
descendencia, Robespierre fue el primero que fundó el terror en el amor a los
desdichados.” Se pregunta “si es posible definir y aplicar una “justicia
revolucionaria” –apoyándose en los supuestos derechos del pueblo- sea para
matar a un rey y sustituir un régimen milenario, o si hay derecho a matar a una
empleada del sistema penitenciario porque los presos que cuidaba eran
comunistas revolucionarios”, como se hizo en Italia hace pocos años,
transformando a la simple empleada pública en un “enemigo de clase”, o sea en
automático merecedor de la justicia sumaria de la vanguardia y el “cadalso subversivo”,
como paso con Luis XVI y el resto de víctimas de la revolución francesa.
Es curioso como “el amor por los oprimidos
destruye todos los obstáculos y todos los artificios jurídicos que la ley pone
en su camino. La creación de un tribunal revolucionario permite obrar con una
prontitud inflexible. Omnipotencia del acusador público, nada de defensores
para quienes conspiraron contra la patria, ningún testigo si existen pruebas
materiales o morales independientemente de la prueba testimonial: en suma, la
supresión del derecho por amor a los humildes queda consumada. Lo mismo sucedió
en Rusia, y hasta nuestros días “desde Libia a Rusia ahora ya no hay otra
tiranía que no sea popular. Al perfeccionarse, el modelo de 1793 proliferó: el
poder destroza las constituciones, aliena los derechos inalienables, ahoga la
vida social bajo el peso de una gigantesca burocracia e instaura el terror
teniendo como referencia y emblema al pueblo, colocando la voluntad colectiva
por encima de las libertades fundamentales.”
El progresismo y la desaparición del “anti
totalitarismo”…
De hecho, “el progresismo es la idea de que todo es
político, y que en efecto, se puede acceder a un mundo mejor por la
introducción del desorden radical en las instituciones, a través de la revolución
o por la eliminación de “los malos”. “La frase inaugural del progresismo fue
escrita por Jean-Jacques Rousseau: “Odio a la servidumbre como la fuente de
todos los males de la humanidad". El mal no es más un hecho de la
naturaleza, es una realidad política o económica. Y la misión sin
precedentes asignada a la política es por lo tanto terminar con el mal”.
Alimentada con esta esperanza, la izquierda progresista no quiso ver los
horrores que se cometieron en su nombre.” Cuando los vio y terminó condenando
al comunismo soviético, fue para volcar su impaciencia mesiánica sobre Cuba o
la China.
La izquierda anti-totalitaria, por el contrario, se
inspiró en Solzhenitsyn y en los disidentes para denunciar no sólo la brecha
entre el ideal comunista y la realidad, sino también el peligro de idealizar la
erradicación final del mal. Uno podría pensar que el muro de Berlín habría
arrastrado a las ilusiones del progresismo. Pero lo cierto es lo
contrario. El anti totalitarismo desapareció con el sistema totalitario.”
Johan Rivalland enumera los múltiples episodios revolucionarios de
Francia repasados por Gaël Nofri: “Étienne Marcel, Caboche, las Guerras de
Religión, las Frondas, 1789-1799, 1830, 1832-1834, 1848, 1870, la Comuna, la
revolución anti parlamentaria de febrero de 1934 y Mayo de 1968”[8]
Para la línea histórica del partido comunista
francés la sociedad comunista triunfará, si insiste en la línea de la tradición
de la revolución francesa y de los intentos revolucionarios posteriores de los
siglos XIX y XX. Maurice Thorez[9],
Secretario General del Partido Comunista Frances (PCF) pronunció en el Estadio
de Buffalo el 25 de junio de 1939 un discurso en ocasión del 150 aniversario de
la Revolución en el que afirmó que “la sociedad comunista sucederá a la sociedad
capitalista, como esta sucedió a la sociedad feudal” … “Y el papel de la
revolución es ayudar a ese cambio con sus propias banderas, como lo hicieron
los “canuts lyonnais[10]”,
los obreros de Paris en 1848, los Comuneros de 1871”.
El fin de la revolución en Francia, para Thorez (insisto, en 1939) es el ruso: “la clase obrera no tiene que
terminar lo comenzado en 1789; tiene que culminar en un 1939, 1940, 1945 o 1946
que sea el 1917 del pueblo francés, la toma del poder, la instauración de la
dictadura del proletariado con el fin de emprender la construcción del
socialismo, para marchar por la vía del comunismo, cierto e inevitable” ¿Seguirá
sosteniendo ideas similares, en el siglo XXI, el PCF?
- La revolución rusa de 1917[11]
Cien años de preparación y cien de
ejecución
“Después de leer con vivo interés y profunda
atención el libro de John Reed[12], Diez días que estremecieron al mundo, recomiendo esta obra
con toda el alma a los obreros de todos los países. Quisiera ver este libro
difundido en millones de ejemplares y traducido a todos los idiomas, pues
ofrece una exposición veraz, escrita con extraordinaria vivacidad, de
acontecimientos de gran importancia para comprender lo que es la revolución
proletaria, la dictadura del proletariado". Lenin, 1919
Durante mucho tiempo se dijo que los días de la
revolución cambiaron el mundo. En realidad, el mundo se fue transformando
durante los cien años anteriores, que van desde Napoleón emperador en 1805,
hasta la revolución de 1905 cuando detona la revolución en Rusia. Aquí se hará
irreversible a partir de tres acontecimientos: la guerra ruso japonesa, la
primera guerra mundial y en 1917 la rebelión bolchevique en procura del poder
total y del cambio radical del sistema. La revolución colaboró activamente en
la ruptura del antiguo régimen en toda Europa, y generó consecuencias que
harían imposible la vuelta atrás.
Para analizar el
proceso internacional de los cien años anteriores al que hacemos
referencia, quien quisiera profundizar su análisis debería completarlo con la consideración
de algunos temas que exceden el alcance de este ensayo, entre los que se
incluyen:
·
el desarrollo del socialismo, del marxismo y del
marxismo leninismo,
·
la internacionalización de la praxis
revolucionaria,
·
la proliferación y actividad de las sociedades
secretas,
·
la utilización del terror como arma de disuasión en
una guerra asimétrica que se manifestó en actos de terrorismo, y magnicidios,
·
la “demonización de la represión mediante el uso de
la propaganda”, “la propia defensa del statu quo por parte de mi adversario
constituye en si misma la represión”, “mi lucha es la liberación de un yugo
insoportable y ella misma legitima el proceso revolucionario”
·
el
movimiento decembrista,
·
la historia y participación de “protagonistas del
siglo” como Herzen, Bakunin, Kropotkin y Chernyshevsky, cuyas biografías
constituyen verdaderas novelas
·
la erosión interna del propio régimen zarista,
combinada con una burocracia parásita pero “co-reinante”
·
la falta de adaptación del sistema a los cambios
económicos y sociológicos, en particular el surgimiento de una clase de
empresarios y de proletarios, que no tenían representación ni participación
acorde a la importancia que habían adquirido
Este largo y complejo proceso desemboca en la
cristalización, en Rusia, del comunismo como la encarnación de una ideología
con toda una extensa gama de recursos. Lenin y la facción bolchevique del
socialismo aprovecharon el “equilibrio inestable” del poder zarista para “ir
por todo” y cambiar radicalmente el rumbo por setenta años, transcurridos los
cuales se produce la transición que termina con la consolidación de Putin en el
poder dentro de un nuevo sistema de soportes del poder, de alianzas,
actualmente sin la omnipresencia y omnipotencia de un partido cuyas sombras sin
embargo todavía se proyectan en los muros del poder, como fantasmas.
En “La civilización soviética”, André Siniavski
describe con detalle el rol “civilizador” de la revolución rusa, que se
presenta como una “estructura fuerte, sólida y durable que se amplió al espacio
del mundo”. Para Siniavski “el término civilización supone, entre otras cosas,
la perennidad y la estabilidad de formas constituidas a lo largo de un largo
tiempo y afinadas con el tiempo”. Como veíamos más arriba, esa “civilización
soviética” empezó un siglo antes, y se consolidó durante
todo
el siglo XX y se extendió por todo el mundo, incluso durante momentos tan
críticos cuando, en el mismo comienzo de la revolución, se produce el derrumbe económico que llevó a la NEP. En
efecto, a los pocos años del fin de la primera guerra y con Rusia en
condiciones económicas muy precarias, el gobierno revolucionario se vio
obligado a implantar la NEP: Nueva Política Económica de incentivos a la
actividad “privada”. Ya para entonces el proyecto comunista era mundial.
Luego de la segunda guerra mundial, cuando los demoledores efectos producidos en la
población, en la economía y en la
infraestructura deberían haber hecho pensar a las autoridades soviéticas que lo
“racional” hubiera sido la focalización de Rusia en su propio desarrollo
interno. Tampoco prevaleció el sentido común. La revolución asumió una visión
imperial y se organizó para la conquista. Con un país todavía no recuperado
económicamente, en una estrategia votada en el congreso de partidos comunistas en
Moscú de noviembre de 1960, impulsó Kruschev la convivencia pacífica con las
grandes potencias de la que “fueron
expresamente excluidos Asia, África y América Latina, con respecto a los cuales
quedó establecida la política de fomentar las llamadas “guerras de liberación”
así como “apoyar la sagrada causa de los pueblos oprimidos en sus justas
guerras antiimperialistas de liberación”. En un discurso del 6 de enero de 1961
en Moscú, Nikita Kruschev precisa la estrategia y reafirma el apoyo a las guerras
de “liberación nacional” en África, Asia y América Latina, la formación de
frentes con los sindicatos obreros y con todos los partidos de la liberación
nacional, aunque estos no estuvieran dirigidos por comunistas, y al uso de
estrategias electorales para alcanzar el poder sin necesidad de revoluciones
violentas, con la inclusión del “levantamiento armado, si resiste el poder
gobernante”.
Acercándonos a nuestros días, el desmembramiento de
la Unión Soviética y la disolución del Pacto de Varsovia tampoco incorporan a
Rusia al “mundo libre”. Esta considera como
una agresión la búsqueda de protección de los países sometidos por el
régimen comunista bajo el paraguas militar de la OTAN y USA, siendo clara y
explícita la vocación por mantener y consolidar –como mínimo- la antigua “zona
de influencia”. Su “alianza” con China no deja de hacer recordar en el pacto
Molotov-von Ribentrop y muestra hasta qué punto llega la flexibilidad del
régimen “post-comunista” para mantener las espaldas cubiertas. Dicho sea de
paso, es elocuente que el monto del presupuesto militar americano se aproxime a
los de Rusia y China sumados.
La sociedad rusa en vísperas de la
revolución
No se recuerda tanto hoy el hecho que Rusia era una
potencia económica y política mundial y un país en acelerado desarrollo en los
terrenos comercial e industrial, y no solo en el agropecuario, aún siendo
evidentes los problemas de adaptación del zarismo a las nuevas realidades de
finales del siglo XIX y principios del XX,
y a los ataques sufridos por el régimen. .
Con una descripción que nos recuerda las
evocaciones nostálgicas sobre nuestra Argentina finisecular, un corresponsal
ruso contemporáneo[13]
defiende a su país de los ataques contra el zarismo, y de las críticas sobre la
“debilidad de Nicolás II” Las insertamos
aquí porque sirve para ampliar este mismo pensamiento de Solzhenitsyn sobre la
época y sobre “la debilidad” del zar como gobernante: “A principios del siglo
XX, los periodistas occidentales que rivalizaban entre sí escribían sobre el
milagro económico ruso. El Imperio ruso estaba en la cima del mundo en términos
de crecimiento económico. Gracias al sabio gobierno del emperador Nicolás II,
se había logrado el éxito en todas las áreas de la vida del país: economía,
ciencia, educación, esferas social y militar. ¿Qué se hizo en su gobierno?: El
90% de la tierra se le dio a los campesinos; se construían por día 5.5 km de
ferrocarriles; se logra la mayor exportación de productos agrícolas en el
mundo; el rublo era la tercera moneda en el mundo y era convertible en oro; la
tasa de natalidad aumentaba en 2,5 millones por año; y para el año 1916, el 85%
de los jóvenes rusos sabían leer y escribir.”
“En el nivel de la producción industrial, Rusia
ocupaba el 4 ° lugar en Europa y el 5 ° en el mundo, cediendo a los indicadores
más importantes solo a EE. UU., Alemania, Gran Bretaña y Francia. En
términos del crecimiento del ingreso nacional y la productividad del trabajo,
Rusia ocupaba el primer lugar en el mundo. El plan de electrificación del país fue
aprobado en 1909, el comienzo de su implementación estaba planificado para
1915, pero debido a la guerra fue trasladado a 1920. Después de la revolución,
el plan GOELRO fue apropiado por los bolcheviques. Anualmente se construyeron
2000 km de vías férreas. El Gran Ferrocarril Transiberiano, que entró en el
Libro Guinness de los Récords como el camino más largo del mundo y que conectó
el Lejano Oriente con la parte europea de Rusia, es de Nicolás II. De 1895 a
1906, la flota fluvial aumentó dos veces. Era la más grande del mundo. En
términos de producción de los principales tipos de productos agrícolas, Rusia
estaba en primer lugar. Representaba el 2/5 de todas las exportaciones
mundiales de productos agrícolas. Gracias a la reforma progresiva de Stolypine,
que fue aprobada y promovida en todas las formas posibles por el
soberano, en 1916 el 90% de la tierra pertenecía a los
campesinos. Según el Censo de toda la Rusia de 1917, los campesinos
llevaban a cabo el 89,3% de los cultivos y poseían el 94% de los animales de
granja. ¿Qué es, entonces, lo que proclamaba el Decreto de Lenin sobre la
Tierra? En el reinado de Nicolás II, el rublo se convertía en oro y no
dependía de las monedas de otros estados. El rublo real superaba al marco,
el franco y otras monedas extranjeras, solo detrás de la libra esterlina y el
dólar. "Rusia está obligada por un recurso de oro metálico
exclusivamente al emperador Nicolás II ", escribió el ministro del
gobierno zarista Witte. ¡Rusia no era un apéndice de materia prima! El
emperador prohibió categóricamente la exportación de Rusia de bosques sin
procesar la madera y la exportación de
petróleo crudo. Los productos petrolíferos que Rusia suministraba en el
extranjero y el aceite de motor ruso eran los mejores del mundo. ¡La población
de Rusia durante 23 años del reinado de Nicolás II creció en más de 60 millones
de personas! Después de 1917, la población disminuyó en 65 millones
después de la represión, las hambrunas y la Gran Guerra Patria. Hubo enormes
logros en los campos de la invención, la ciencia, la educación, la medicina, la
cultura y la esfera social. El gasto en educación y cultura creció 8 veces
durante los años del gobierno de Nicolás II y más del doble de los gastos de
Francia y 1,5 veces el de Inglaterra. La medicina era gratuita, por la
cantidad de médicos que Rusia era la segunda en Europa y la tercera en el
mundo. En 1908, se introdujo la educación primaria gratuita. Para 1916
sabía leer y escribir en el Imperio: más del 50%, entre los jóvenes, el 85%. En
el último emperador, Rusia se convirtió en el pináculo de la civilización rusa,
poseyendo poder político, económico, militar, la más alta cultura y ciencia
avanzada. ¿Podría suceder esto bajo un gobierno débil?”
De otra fuente rusa también recibimos estos datos:
“Durante veinte años del reinado de Nicolás II, la población del imperio
aumentó en cincuenta millones de personas - en un 40 %; el crecimiento natural
de la población superó los tres millones al año y junto con el crecimiento
natural, mejoró el nivel general de salud. Gracias al crecimiento de la
producción agrícola, al desarrollo de los medios de comunicación y al
suministro adecuado de ayuda alimentaria, los "años hambrientos" ya
habían disminuido a principios del siglo XX. La desnutrición en ciertas áreas estaba
cubierta por la producción de otras áreas. La cosecha de cereales (centeno,
trigo y trigo) pasó desde principios del reinado, en promedio de poco más de
dos mil millones de pudov, a superar los cuatro mil millones en 1913-1914. El
número de bienes en la cabeza de la población se duplicó La producción de la
industria textil rusa aumentó en un cien por ciento, y también aumentó la
importación de tejidos del extranjero. Los depósitos en las oficinas de ahorro
del estado aumentaron de tres millones en 1894 a dos mil millones de rublos en
1913. La minería del carbón aumentó continuamente. La cuenca de Donetsk, que
proporcionó menos de 300 millones de dólares en 1894, en 1913 dio más de mil
millones. La minería de carbón en todo el imperio aumentó también. En 1913, la
producción de petróleo se acercó a 600 millones de dólares en un año (dos
tercios más que al comienzo del reinado). La industria metalúrgica creció
rápidamente. En el ámbito de la ingeniería mecánica, se ha producido un rápido
crecimiento en los últimos años: el capital de las principales fábricas de
máquinas rusas aumentó de 120 a 220 millones en 1911-1914 rublos. El número
total de trabajadores en veinte años a partir de dos millones ha llegado a
cinco. El presupuesto del estado mejoró también. Año tras año, los ingresos
superaron las estimaciones, el estado tenía dinero gratis todo el tiempo.
Durante más de diez años (1904-1913) superó los ingresos corrientes sobre los
gastos, en más de dos mil millones de rublos. El stock de oro del banco estatal
de 648 millones (1894) aumentó a 1604 millones de dólares. (1914). El
presupuesto aumentó sin introducir nuevos impuestos, sin aumentar los antiguos,
lo que reflejaba el crecimiento de la economía.
La longitud de los ferrocarriles, como los cables de telégrafo, se duplicó. La flota de río paso a ser la más grande del mundo con 317 barcos. El aumento de la educación popular se muestra en las siguientes cifras: para el año 1914, el gasto estatal, terrestre y urbano en educación pública era de 300 millones de personas. En el comienzo del reinado, se estima que era de 40 millones. En el fondo de la imagen general del poderoso crecimiento del Imperio ruso, se destaca especialmente el desarrollo de sus posesiones asiáticas. En veinte años, alrededor de 4 millones de personas desplazadas de las provincias internas han encontrado un lugar en Siberia.”
La longitud de los ferrocarriles, como los cables de telégrafo, se duplicó. La flota de río paso a ser la más grande del mundo con 317 barcos. El aumento de la educación popular se muestra en las siguientes cifras: para el año 1914, el gasto estatal, terrestre y urbano en educación pública era de 300 millones de personas. En el comienzo del reinado, se estima que era de 40 millones. En el fondo de la imagen general del poderoso crecimiento del Imperio ruso, se destaca especialmente el desarrollo de sus posesiones asiáticas. En veinte años, alrededor de 4 millones de personas desplazadas de las provincias internas han encontrado un lugar en Siberia.”
En otro texto sobre la época, se describe el
desarrollo de la flota de submarinos en tiempos del Emperador Nicolás II, fundador de la misma: “Hoy, los submarinos son
el verdadero orgullo de nuestro país. Los portadores de cohetes nucleares
portan armas estratégicas y están listos para usarlos en cualquier momento
contra un posible enemigo. Los submarinos son uno de los elementos principales
del escudo nuclear ruso. Sin embargo, después del golpe bolchevique, los
comunistas prohibieron a los contemporáneos mantener viva la historia de los
éxitos de la flota submarina desde la época de la Rusia zarista y ordenaron que
los logros pre-revolucionarios fueran olvidados. Pero fue precisamente el zar
Nicolás II "de voluntad débil" quien fundó la flota submarina de
Rusia. ¡Desde 1903 hasta 1917, Nicolás II organizó la construcción de 78
submarinos! Durante estos 14 años, no solo se organizó la producción de los primeros
prototipos (un total de 11 piezas), sino también la producción en masa. Las
muestras de combate de submarinos se produjeron por primera vez en pequeños
lotes, en varias piezas. El proyecto “Killer Whale” - 6 unidades, el proyecto
“Som” - 7 unidades, el proyecto “Karp” - 3 unidades, el proyecto “Caiman” - 4
unidades, el proyecto “Walrus” - 3 unidades, el proyecto “Narval” - 3 unidades.
En 1915 se organizó una producción en masa para el proyecto Bars. Fueron
construidos 24 submarinos. Habiendo evaluado la calidad y la cantidad de la
flota submarina de Nicolás II, solo podemos admirar los resultados alcanzados.
Más de 70 submarinos en 14 años, a pesar del hecho de que antes de Nicolás II,
los submarinos no se producían en Rusia, y en 1914 el Imperio ruso tenía la primera
flota de submarinos más grande (78 barcos), mientras que Inglaterra, que
ocupaba el segundo lugar, tenía 77. Los éxitos soviéticos en el campo de la
construcción submarina se deben, entre otras cosas, a los logros de Nicolás II,
en el que no solo se creó este tipo de tropas, sino también la base técnica que
creó las unidades de combate, algunas de las cuales pasaron por dos guerras
mundiales.”
En 1917 ya era posible conocer la
dimensión y la profundidad de la revolución rusa
Cuando un espectador se “ubica” frente al
proceso histórico de la revolución rusa tal como esta se estaba desarrollando
en los años de la infancia de Solzhenitsyn, y analiza su evolución tanto en la
misma Rusia como en Europa, puede verificar que era posible contemporáneamente
a los hechos conocer y evaluar sus características, la gravedad y el impacto
previsible de los planteos. Cualquier observador medianamente informado en
Europa también podía hacerlo. En efecto, el alcance y la envergadura de la
revolución rusa se podían ver en su integridad desde la misma Rusia y también
en Europa Occidental (particularmente desde Francia) ya en 1917.
Al sobrevolar la historia de la revolución,
se ve que ésta ya había comenzado siglos antes con el debilitamiento de la
cristiandad, con un hito mayor en Francia, a partir del debilitamiento de las
raíces de un sistema político que explota en en siglo XVIII, particularmente en
1789. Luego continúa con la erosión del régimen monárquico en toda Europa en el
siglo XIX, con La Comuna y las ideas de Marx, y pasa a ser universal en el
siglo XX, cuando la revolución rusa monta rápidamente su sistema de dominio a
través del terror planificado en 1918, mucho antes que Hitler, manteniendo el
régimen de campos de concentración más de setenta años, hasta 1991[14].
Alexandre Zévaès[15], un abogado, político socialista, periodista,
escritor e historiador francés que estaba en Rusia en tiempo de la revolución y
que entrevistó a Lenin, siendo encarcelado por las preguntas efectuadas en el
reportaje, escribió de “En prisión bajo el terror rojo, 1920” a partir de su
experiencia. Zévaès, en 1917, publicará también un libro sobre la revolución[16],
en el que nos muestra su visión sobre los problemas que se allí se planteaban,
y en particular los principales que veía en Rusia (julio de 1917).
Destaca que “en julio de 1917, el gobierno
provisorio surgido de la cámara legislativa enfrenta serios problemas: un
ejército absolutamente desorganizado, fatigado, sin ánimo para combatir, que
permite a los alemanes concentrarse en el frente occidental; un problema de
separatismo con una veintena de nacionalidades cada una con su idioma; el
problema de la tierra y de la economía.” En ese momento, se esperaba que la
asamblea constituyente a reunirse en otoño pudiera brindar el marco para la solución
paulatina de los problemas, y se deseaba que “el heredero de las pasiones
populares” no fuera obstáculo a la reorganización nacional. Por el “heredero de
las pasiones populares” se refería a las minorías de la vanguardia que se
encaminaban a la toma del poder.
Señalaba que “ se veía ya con claridad que “el peligro parecía radicar
en ese “heredero”, un ´comité de
fortuna´, el Comité de Obreros y Soldados, donde “…al lado de los elementos socialistas
propiamente dichos que constituían la mayoría, un núcleo de extremistas y
maximalistas dirigido por el pro-alemán Lenin y sus neófitos Kamenev y
Zinoviev, se agita con una audacia y un frenesí increíbles, entra en guerra con
el gobierno provisorio, y en el nombre de la lucha de clases lo denuncia como burgués,
y se esfuerza para arrastrar al soviet a las peores extravagancias, a los
gestos más funestos de demagogia.”
La toma del poder por los soviets no fue algo
espontáneo ni fruto del azar, aunque la historia podría haber sido distinta. Ya
en el siglo XIX se había producido en Francia la insurrección popular de la
Comuna (1871) que Marx consideró como un paso adelante hacia la revolución
proletaria mundial y en Rusia las
sociedades secretas llevaban a cabo sus intentos de desgaste y demolición desde
la sombras con ataques al régimen vigente.
En 1917 se podía ver con total claridad el
papel que iban a desempeñar los que se contarían entre los principales
dirigentes de la revolución. Se pregunta Ludovic Naudeau[17]
al respecto: “¿Hay que negar la influencia de Lenin, Zinoviev, Kamenev? … Este
pequeño grupo y su órgano (Pravda) ejercen su influencia deletérea sobre los
espíritus infantiles de las masas rusas, desprovistas de juicio y experiencia,
y preocupadas sobre todo por el interés material inmediato. Bastaría con poco
para reaccionar contra el envenenamiento, y los hombres consecuentes y
comprometidos que se esforzaran por oponerse a esta actividad nefasta
seguramente tendrían éxito”
Zevaes ve con claridad en 1917 la diferencia
entre la revolución francesa y la rusa. En Rusia, se planteaba la lucha por el
poder de quienes se atribuían la representatividad del sector proletario obrero
que había surgido en Rusia con la industrialización, “alimentado con la
doctrina socialista; pero no la de un socialismo positivo y reformista, sino la
de un socialismo nebuloso y quimérico, iluminista y mesiánico, que se abstrae
de la realidad, que desdeña las contingencias, y que por intermedio del
“absoluto” prosigue la búsqueda de sus sueños, y tiende, no a una revolución
política y democrática, sino a una revolución social y comunista”. Constata que
el problema radicaba en la yuxtaposición de “Tercer y Cuarto Estado, burguesía
y proletariado, clase media y clase obrera”, entreverados en la lucha por el
poder.
Para Zevaes, “el gobierno provisorio surgido
de la cámara legislativa, puede invocar los títulos de lo que más se acerca a
la legitimidad: ha sido designado por la Duma. El “comité de delegados y
obreros”, puede invocar la pura espontaneidad de sus orígenes populares. Aunque
no nos mezclaremos en esa discusión en la que solo parece participar la decisión
de las “fuerzas de la calle”, se nos permitirá observar que la ventaja de la
experiencia y el conocimiento parecía pertenecer al gobierno provisorio, más
profundamente representativo del conjunto del espíritu nacional que un “comité
de fortuna”, intérprete azaroso de una minoría violenta librada a todos los
riesgos, a todos los sacudones y complicaciones, y a todos los peligros
provocados por las escaladas entre apuestas, reivindicaciones y exigencias”.
Poco tiempo después Zinoviev sería designado
como Presidente del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, y haría de
la revolución un proyecto mundial, como veremos más adelante.
Desde el mismo principio también
se conoció el terror como herramienta
Razones del terror: ¿Y por qué un comisario,
por qué un tribunal revolucionario, y no un simple proceso? Se pregunta Bounine[18].
“Porque solo esas sacrosantas palabras revolucionarias permiten con valentía,
chapalear en la sangre hasta las rodillas. … y franquear los límites que impone
la sensibilidad al mal y a la violencia. ”
Lioudmila Saraskina señalaba en su biografía de
nuestro escritor, que el sistema de campos de concentración se conocía desde el
principio, como lo destaca el propio Solzhenitsyn en “Archipiélago Gulag”. Destacaba
que la “Instrucción provisoria sobre la privación de la libertad” del 23 de
julio de 1918, llegaría como un hijo de la revolución, a los nueve meses[19].
A
quienes afirman que la brutalidad extrema empezó con Stalin y no con Lenin, les
bastará con leer un telegrama de este último al Presidente del Comité Ejecutivo
del Soviet de Nizhny Novgorod de fecha 9 de agosto de 1918 en circunstancias en
que el presidente del Consejo de Ministros del Soviet acababa de informarle de
incidentes en los que participaban campesinos en protesta contra las requisas:
"Es
obvio que un levantamiento de la Guardia Blanca se está preparando para Nizhny
Novgorod. Hay que crear inmediatamente una troika dictatorial (usted, Markine y
otro), e introducir inmediatamente el terror masivo: fusilar o deportar a
cientos de prostitutas que hacen beber a los soldados y a todos los ex
oficiales. No hay un minuto para perder. Debemos actuar resueltamente:
perquisiciones masivas, ejecución por portación de armas. Deportaciones masivas
de los mencheviques y de otros elementos sospechosos”.
Al
día siguiente, 10 de agosto, Lenin envió otro telegrama del mismo contenido al
Comité Ejecutivo del Soviet de Penza:
“¡Camaradas! El levantamiento Kulak en vuestros
cinco distritos debe ser aplastado sin piedad. Lo requieren los intereses de
toda la revolución, porque en todas partes está comprometida ahora la lucha
final con los kulaks. Debemos dar el ejemplo.
1 / Colgar (digo colgar para que la gente lo vea) a
no menos de 100 kulaks, ricachones, bebedores de sangre conocidos.
2 / Publicar los nombres.
3 / Apoderarse de todos sus granos.
4 / Identificar a los rehenes como indicamos en
nuestro telegrama de ayer.
Hagan esto para que a cientos de millas las
personas vean, tiemblen, sepan y digan que matan y seguirán matando a los
kulaks sedientos de sangre.
Telegrafíen que han recibido y ejecutado estas
instrucciones.
Atentamente, Lenin.
P.S. Encuentren a personas duras.”
También Lioudmila Saraskina al comienzo de su
biografía de Solzhenitsyn dedica un capítulo al año 1918, el primero del
escritor y de la revolución en marcha. Entre otras referencias, incluye una
cita del fascículo bimensual de Vasili Vasilievitch Rozanov[20],
que describía la magnitud y la profundidad del proceso en personas e
instituciones, en las clases sociales y en la economía. Afirmaba Rozanov que
“no hay ninguna duda que todo lo que pasa en estos momentos tiene como origen
profundo el hecho que el vacío colosal dejado por el cristianismo de otros
tiempos, se formó en el seno de la humanidad europea (que comprende a los
rusos). En ese vacío, todo se derrumba: los tronos, las clases, los estratos sociales, el trabajo, las riquezas.
Todos están agitados. Todos perecen, todo perece. Pero todo eso colapsa en el
vacío del alma humana, que se encuentra privada de su antiguo contenido”.
“Rozanov, enfermo, moribundo, veía realizarse la profecía sobre su país
invadido por los poseídos[21]:
“con crujidos, golpes, chillidos, una cortina de hierro cae sobre la historia
rusa. La comedia ha terminado.”… “El paso al socialismo, y en consecuencia al
ateísmo total, se efectuó en los mujiks y en los soldados de un modo tan fácil
que es como si solo “hubieran ido
simplemente a bañarse con una nueva agua”. Es perfectamente exacto, es la
realidad, y no una espantosa pesadilla.”
Destaca asimismo la escritora, que desde el
comienzo se podía conocer por anticipado la destrucción material que provocaría
la revolución, evocando a Ivan Alexeïevitch Bounine[22],
quien recordaba una “…frase bíblica[23]
que ilustraba con una precisión matemática ese resultado desolador y
notoriamente previsible: que el saqueo de lo que ha sido saqueado no disminuye
el número de pobres; la igualdad ganada por la violencia es una igualdad en la
miseria, no en la prosperidad; la profanación y la destrucción del viejo mundo
no engendran ni mas felicidad, ni más libertad, ni igualdad, ni fraternidad.
“Entonces, en un solo mes, hemos organizado todo: ni fábricas, ni trenes, ni
tranvías, ni agua, ni pan, ni ropa – nada.”: "Y las siete vacas flacas y
feas se comieron a las siete vacas gordas. Pero una vez que las tuvieron en su
vientre, no se notaba en absoluto, pues seguían tan flacas y feas como antes.”
Para completar el panorama, nos ratifica el
conocimiento de la radicalidad del cambio de época que se estaba produciendo la
mencionada Saraskina agregando también un comentario profético de Alexandre
Blok: “El artista debe saber que la Rusia que fue no es más, y no será más. La
Europa que fue no es, y no será más. Ambas realidades corren el riego de
manifestarse con un horror decuplicado, que volverá la vida insoportable. … El
mundo entró en una nueva era. La civilización, el estado y la religión como
existían están muertos… han perdido toda la vida.[24]”
O sea que a los que hoy todavía se
preguntan, ya transcurrido un siglo acerca de cuántos podían haberse enterado
de lo que pasaba, y cuándo supo el mundo civilizado del horror y de las
consecuencias de la revolución rusa, la respuesta debería ser: “todos y
siempre” (por lo menos todos los que querían enterarse podían hacerlo desde el principio…)
La destrucción total como
herramienta política
Quizás estaba sucediendo en Rusia algo
similar a la situación que planteaba Chateaubriand respecto de la revolución
francesa, cuando eran imposibles de compatibilizar las posturas conservadoras,
reformistas o profundamente radicales que tenían los protagonistas de la
historia. Chateaubriand
pensaba que las revoluciones no solucionaban los problemas “de siempre”, en los
que hay dos partes o partidos ligados a un futuro que hay que imaginar o a un
pasado que se conoce. Las revoluciones, lejos de resolver el problema, lo
agravan invariablemente: “Cada época es un río que nos lleva a donde nos llevan
nuestras tendencias cuando nos abandonamos a ellas. Pero me parece que estamos
todos fuera de su curso. Los unos, los republicanos, lo han atravesado con
impetuosidad y se lanzaron a la costa opuesta. Los otros permanecieron de este
lado sin querer embarcarse. Los dos partidos gritan y se insultan, según que se
encuentran en una costa o en la otra. Así, los primeros nos transportan lejos
de nosotros hacia perfecciones imaginarias, haciéndonos avanzar respecto de
nuestra época actual, mientras que los segundos, rechazando la lucidez y
queriendo permanecer como personas del siglo XIV en el año 1796, nos retienen
atrás[25]”
Cuanto peor,
mejor…
La historia
del siglo XX provee una muestra completa de cómo la destrucción del orden
existente actuó como una de las causas eficientes para la creación de los
regímenes comunistas y el logro de su irreversibilidad, partiendo de la simple
idea de que lo que ha requerido tiempo y esfuerzo en su construcción, no se
repone con facilidad ni automáticamente. Y si la destrucción necesaria exige
llegar a una escala suficiente, hay que llegar a esa escala… Las naturalezas optimistas no advirtieron
este razonamiento.
Entre los
optimistas estaba Gregorio Alexinsky[26],
participe y testigo de su época como político y diputado de la Duma, que constata
los terribles primeros años de la revolución, y publica un libro en 1923 “Del
zarismo al comunismo” donde describe sus causas y efectos. Curiosamente, luego
de plantear con objetividad y cierto detalle la destrucción de Rusia, las hambrunas
y la emigración, pronostica la desaparición del régimen comunista, porque un
pueblo “al que le producen sufrimientos inauditos se pone en contra”. Hoy
sabemos lo que pasó: con ponerse en contra no fue suficiente. La destrucción
total formo una parte esencial en la implantación del comunismo. Entre otras
cosas obligó a un cambio radical de las reglas del juego, expulsando a las
clases más acomodadas que ocupaban los espacios de dirección, y ahuyentando a
gran velocidad a los capitales privados que prefieren establecerse bajo
un marco favorable de protección jurídica.
El mencionado
Gregorio Alexinsky señala algunos “argumentos” que -entre otros- sirven para ver como se articuló la cadena
de causas y efectos de la revolución:
·
Las exigencias de renunciamiento a la “continuidad” del zarismo sirvieron para
desalojar totalmente el poder vigente: El zar renunció al trono, el gran duque
Miguel renunció a su derecho a sucederlo y la Duma renunció a su función.
·
La amnistía
indiscriminada de emigrados políticos como Lenin, Trotsky, Zinoviev y otros
permitió que, enviados por Alemania, se ocuparan de organizar la paralización
de la defensa militar rusa y la inclusión en el proceso de criminales de
derecho común: 300.000 perdularios alimentaron las filas del partido
bolchevique, la Checa y los tribunales revolucionarios.
·
La imposición de la disminución de la jornada laboral combinada con reclamos de aumentos de salarios, que produjeron
los consiguientes incrementos desmesurados de los costos de producción y la
disminución del rendimiento laboral.
·
La supresión
del orden y la disciplina en el ejército en operaciones, lo que además de
deprimir a los oficiales que debían conducir a los soldados al combate, preparó
para el fin de la guerra una retirada desordenada y anárquica, con una
avalancha humana volcándose sobre la propia Rusia. El lema utilizado para los
paisanos-soldados fue: "volvamos a casa para aprovechar la libertad y la
tierra”
·
Desde el principio se produjo una ola de víctimas del terror y la violencia:
A principios de 1923, Alexinsky confirmó la existencia de "decenas de
miles de prisioneros políticos y de rehenes", "en las prisiones y en
los campos de concentración”... Estima un total de 1.700.000 personas
asesinadas. Entre ellos, "1.243 miembros del clero, 314.650 militares,
59.000 policías, 12.950 propietarios rurales, 193.350 obreros y paisanos y
370.825 intelectuales (y entre estos, 8.800 médicos)
·
También destaca especialmente Alexinsky, el
encarnizamiento con la destrucción del
sistema económico vigente.
El 25 de enero de 1920 se reunió en Moscú un
congreso de delegados de la economía nacional, de uniones profesionales obreras
y del Soviet e Moscú. Los informes presentados reconocían el desperdicio de las
riquezas nacionales y la ruina de las fuerzas vivas y materiales, debido a la
destrucción, los incendios y la aniquilación de valores y de bienes por sumas
incalculables. Algunas cifras respecto del transporte ferroviario son
significativas. Antes de la guerra el stock de “locomotoras en reparación”
alcanzaba al 15 % del total. En 1920 era el 60 %. Y las que estaban en
reparación, antes de la guerra era el 8 % y en 1920 solo el 2 %, y no era
porque había mejorado este ratio, sino por la disminución de la actividad de
los talleres. Como consecuencia se pierde la capacidad de transportar el trigo,
las materias primas, los combustibles, y en particular el lino, la lana y los
cueros provenientes de Rusia Central. La disminución de transporte de lino
había disminuido un 25 % y la de cueros un 50 %. En la industria,
nacionalizada, trabajan 2000 empresas. Las empresas confiscadas y
nacionalizadas eran 1125 en 1918 y 4000 en 1920. Pero más allá de la cantidad,
lo destacable era las condiciones en que se trabajaba. En 1919 las empresas
metalúrgicas accedían al 15 % del metal que realmente necesitaban para la
producción. La reserva de metales necesarios ascendía al 25 % del requerido
para mantener el sistema en funcionamiento. Y respecto de los altos hornos, a
principios de 1920 en la región del Ural, sobre 97 solo había 14 encendidos, y
la producción era solo el 20 % de la de 1913
Sin embargo,
a pesar del reconocimiento de la magnitud de la destrucción, Alexinsky albergaba
esperanzas y predecía que el estado de cosas al que se había llegado, debía
“necesariamente desarrollar el espíritu conservador”. Afirmaba (¡1923!) que “en
la Rusia del mañana, las ideas sociales no serán revolucionarias, y el derecho
de propiedad prevalecerá de la manera más absoluta. Las concepciones comunistas
y socialistas no gozarán de las simpatías de la población, a los ojos de la
cual están fuera de consideración, gracias a la experiencia bolchevique”. “La
Rusia del mañana será un país verdaderamente democrático y verdaderamente
libre, cuyos principales resortes económicos y sociales serán la iniciativa
privada y la libre competencia en todas las áreas”. “La Rusia del mañana
protegerá su genio nacional y cultivará apasionadamente las manifestaciones más
preciosas y más bellas: la ciencia, el arte, las letras, las fuerzas de
defensa, y tantas cosas dejadas de lado hoy que constituyen el alma de una
nación”. El papel muestra que aguanta todo lo que se quiera escribir sobre él,
sin quejarse... Después, vino Stalin y todos conocemos la continuación de la
historia.
Transcurrido
un siglo, y a pesar que le costó muy cara su revolución a Rusia, también cabe preguntarse
si habrá terminado el pueblo ruso de pagar por las consecuencias. Repetir los
errores de apreciación, así como un optimismo ciego similar al que mostraba
Alexinsky, pueden volverle a costar caro a Rusia, a Europa, y al resto del
mundo. En particular si todo el proceso
de desarmado de las URSS se hubiera tratado simplemente de un “aterrizaje suave
y auto administrado” que evitó los juicios internacionales que hubiera mostrado
al juicio de Nuremberg como una práctica infantil en comparación con un
hipotético juicio a los revolucionarios rusos.
En 1925 la revolución ya es un
proyecto mundial en ejecución
En Francia, con motivo de la muerte de Lenin
en 1924, los comunistas de la sección del distrito 20 de París confían
la custodia al Soviet de Moscú de una auténtica bandera de la Comuna: "…
una simple tela roja - verdadera bandera de insurgentes - [que] vieron las
barricadas de fuego "en torno al cual se agruparon " los últimos
defensores de la Comuna en los barrios de Belleville y Pere Lachaise
" .
A través de este gesto, los comunistas franceses
sostienen la existencia de una relación directa entre el levantamiento de París
de 1871 y la Revolución de Octubre de 1917.” “… los comunistas de París
organizaron 24 de de mayo de 1924 una gran ceremonia. … Se reunieron en la sala
de la Bellevilloise más de 2.000 revolucionarios para prestar "juramento a
la bandera de la Comuna de dedicar todos sus esfuerzos a la defensa de la
revolución rusa y la preparación de la revolución comunista en todos los
países"[27].
Desde los comienzos, la revolución, con una
visión mundial, se organizó para la conquista. En efecto, a los pocos años del
fin de la primera guerra y a pesar de las condiciones económicas muy precarias
que obligaron a implantar la NEP[28]
o “Nueva Política Económica” con incentivos a la actividad “privada”, el
proyecto comunista se transformó en mundial.
Gustave Gautherot expone este proyecto
integral, incluyendo los detalles de las principales tareas revolucionarias en
su libro[29].
Comienza describiendo la proyección geográfica del proyecto en marcha: “… el
bolchevismo pretende ganar todo el universo y conduce contra la civilización
moderna una lucha a muerte. … la URSS… avanza en el corazón del continente
amarillo, anexa la Mongolia exterior; dirige la revolución china; trabaja para
arrancar de los imperialismos occidentales Indochina y las Indias; sacude las
barreras que la separan del Golfo de Omán, del Mar Rojo y del Mediterráneo”.
Gautherot describe en su obra los detalles de la acción revolucionaria en las
distintas regiones del globo terráqueo, partiendo desde la misma Rusia para
continuar con Asia (Mongolia, China, Japón, Asia Meridional), África del Norte,
América, Europa (Gran Bretaña, España, Italia, Suiza, Bélgica, Holanda,
Alemania, Austria, Hungría, Dinamarca, Suecia, Noruega, Finlandia, Estonia,
Letonia, Lituania, Polonia, Rumania, Checoslovaquia, Yugoslavia, Croacia,
Bulgaria, y con el mayor detalle, Francia), y cita a Zinoviev, Presidente del
Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, quien afirmaba en esos días:
“…el tiempo está cerca en el que se escuchará la convocatoria revolucionaria de
Shanghái a Calcuta, de Hankow a Madrás, de Tsing-Tao al Cairo, de Pekín a
Alejandría. Y al mismo tiempo, la llamada sonará más fuerte en Londres, New
York, Paris…”
Del
bolchevismo soviético al bolchevismo cultural (de Lenin a Gramsci)
A los métodos de Lenin y Stalin se sumará
luego la revolución cultural de Gramsci. Con los Zares y los Duques fuera de
juego, deteriorado y disgregado el ejército, eliminada la asamblea, los soviets
tomaron el poder, y finalmente Rusia abrazó el comunismo por la fuerza, y el
marxismo leninismo hizo pie en una gran potencia. Como señala Javier Petrella,
todo sucedió no sin que se produjera una gran resistencia a la colectivización.
En un artículo publicado en El Manifiesto “Lecciones
de la Revolución de Octubre”, Petrella sintetiza el final de la etapa
revolucionaria con algunos conceptos que sintetizan el fenómeno con claridad: “Los
años que median entre 1914 y 1917 produjeron el deterioro y la disgregación del
elemento fundamental del zarismo: el ejército. Durante los inicios de su
gobierno, los bolcheviques suprimieron la Asamblea Constituyente, donde
resultaron muy minoritarios tras las últimas elecciones libres que iba a
conocer Rusia (175 diputados de 707). En los propios soviets, los sacrosantos
consejos de obreros, soldados y campesinos fueron reconducidos manu
militari por los acólitos de Lenin. Las disposiciones del comunismo de
guerra, anteriores a la propia guerra civil, provocaron numerosos
levantamientos campesinos y hasta obreros. Colectivización de las tierras,
expropiaciones forzosas de industrias y comercios, requisas de cosechas,
intervención burocrática del comercio, liquidación de ingenieros, contables y
demás cuadros burgueses en beneficio de un supuesto control
obrero, medidas todas que acentuaron el caos de la economía rusa y
exasperaron a una población que no estaba dispuesta a dejarse avasallar por
la dictadura alimentaria de los bolcheviques. La minoría dirigida por
Lenin, que se atribuyó sin pestañear el nombre de bolchevique (“mayoritaria”)
-siempre han estado muy atentos los déspotas rojos a la batalla del lenguaje- ,
optó por una revolución socialista radical y violenta, por destruir el régimen
democrático-burgués y por establecer una dictadura del proletariado al margen
de las condiciones objetivas de la realidad rusa. … El partido bolchevique no
era una organización socialista obrera de masas, sino un pequeño ejército de
empollones dedicados en cuerpo y alma a la revolución (revolucionarios
profesionales). Lenin no fue un genio infalible, pero sí tenía más que clara la
dinámica de las revoluciones, algo que estudió toda su vida. Sin embargo, su
triunfo no se comprende sin la destrucción del cuerpo social y político ruso
que se produjo entre 1914 y 1917. Las derrotas y desastres de este período
habían aniquilado al elemento esencial en todo Estado: el ejército. Las
calamidades padecidas durante la guerra derrumbaron al cuerpo político, y Lenin
se apoderó de su cadáver en descomposición. Los bolcheviques tenían las ideas
claras y una entrega verdaderamente devota a su causa. Vladimir Ilich tenía las
ideas claras y concentraba en su persona las decisiones finales, aparte de que
no le faltaban sentido práctico ni formación histórica: una sola cabeza y un
firme propósito guiaban a los bolcheviques, que no carecieron de un espíritu
mesiánico, menos contagioso que el anarquista o el naródniki, pero que
sirvió para inocular una dosis indispensable de idealismo, dureza y
autosacrificio en sus partidarios”.
“Hasta
1941, la URSS fue la cobaya del mayor experimento político conocido hasta
entonces: la construcción del socialismo en un solo país, tarea que
implicó la colectivización de las tierras, el genocidio por hambre de
ucranianos y rusos, el exterminio de los kulaks, la implantación del Estado
policial más severo jamás conocido, la creación de un gigantesco universo
carcelario y la dictadura del tirano más grande de la Historia: José
Stalin. El comunismo se impuso por la
fuerza del Ejército Rojo sobre países radicalmente hostiles a esas doctrinas
como Hungría, Polonia o Rumanía, de sólidas raíces campesinas y cristianas,
además de empedernidamente rusófobos. Rusia volvía a ser un gran imperio
mundial y el Ejército unido al Partido —la nueva iglesia ortodoxa—
recreaba los mejores tiempos de Pedro el Grande o de Nicolás I. Los
países de la órbita soviética se volvieron nacional comunistas y, a la larga,
han acabado resultando más preservadores de la herencia cultural patria que las
democracias occidentales. … Todo lo que inspiró la ideología del régimen tuvo
que ser desechado y reducido a simple retórica, pero el eterno patriotismo ruso
logró sostener al sistema durante los últimos y decadentes decenios del siglo
XX, cuando la URSS apenas disfrazaba un ineficaz despotismo militar y policíaco
lastrado por una economía marxista. Donde de verdad ha triunfado el marxismo es
entre nosotros. Y no por la rebelión de las masas, sino por la degradación de
las élites. No es a Lenin a quien tienen que dedicar estos petimetres sus
aquelarres, sino a Gramsci, el hombre que conquistó Europa para el bolchevismo
cultural.”[30]
[1] Jacques Maritain, Filosofía De La Historia, Club De
Lectores, 1985)
[2]
Martín Malia fue profesor en la Universidad de Berkeley,
California, desde 1958 hasta 1991. Luego
de escribir varios libros sobre su especialidad: Rusia, dejó antes de morir en
noviembre de 2004 una obra que fue editada con el nombre de "Locomotoras
de la historia – las revoluciones y la realización del mundo moderno"
(History's Locomotives, Revolutions and the making of the modern world, por
Martin Milia, Yale University Press, 2006) en 2006 por Terence Emmons,
profesora emérita de la Universidad de Stanford. Trata el tema de la revolución
con gran erudición y profundidad, y me ha sido de gran utilidad para estas reflexiones.
Uno de los aportes de Malia es el análisis histórico de los principales
acontecimientos y sus efectos en la sociedad que constituyen la realidad en la
que se da el fenómeno revolucionario.
Malia
obtuvo su licenciatura en francés de Universidad Yale en 1944 y un Master y
Doctorado en Filosofía en historia de la Universidad de Harvard en 1947 y 1951.
Fue profesor de historia ayudante en Harvard a partir de 1954 hasta 1958 y
ayudante especial para adquisiciones de libros rusos en la Biblioteca de Congreso
en Washington, D.C., antes de afiliarse a la facultad de Berkeley UC en 1958.
Los trabajos principales de Malia incluyen "Rusia bajo Ojos
Occidentales," (1990), que la Revisión de Libros del New York Times llamó
"el libro más profundo publicado en cualquier lengua hasta ahora sobre el
lugar de Rusia en la historia intelectual y política europea." Sus otros
trabajos incluyen "la Tragedia soviética: una Historia del Socialismo en
Rusia, 1917-1991" (1994) "y Alexander Herzen y el Nacimiento de
Socialismo ruso 1812-1855" (1961), considerado como una obra maestra.
Carlos Semprún dirá de el: " Malia fue anticomunista, y por lo tanto
antimarxista, como Dios manda, o sea, en nombre de la libertad y de la
democracia".
[3] Los orígenes de la Reforma Protestante - Ensayos de una Summa Católica contra los
Si-Dios, Spes, 1936
[4]
El profesor universitario, especialista
en la Segunda Guerra Mundial y el Antiguo Régimen, director honorario de
investigación en el CNRS y director científico del Memorial de Caen, autor de una
decena de volúmenes históricos, ha publicado en la editorial Tallandier
Perrin Crois ou meurs! Histoire
incorrecte de la Révolution Française [¡Cree
o muere! Historia incorrecta de la Revolución francesa].
[5] https://www.tempi.it/i-diritti-umani-portano-dritti-alla-ghigliottina/ ---
https://www.religionenlibertad.com/cultura/896294606/moderacion-crimen-revolucion-francesa-guillotina.html
[7] L’Express, 30 août 2004, à propos de son livre Au nom de l'Autre. (Alain
Finkielraut, La sabiduría del amor, Gedisa, 1993 (fecha de publicación original, 1984))
[8] Gaël Nofri, Une
histoire des Révolutions en France, Les
éditions du Cerf, juin 2018, 464 pages.
https://www.contrepoints.org/2019/01/17/334878-une-histoire-des-revolutions-en-france-de-gael-nofri
[9] ) Maurice Thorez
(28 de abril de 1900 - 11 de julio de 1964) político francés, líder del Partido
Comunista Francés (PCF) desde 1930 hasta su muerte
[10] (Las Révolte des
canuts es el nombre las revueltas de los trabajadores de la seda de Lyon en
1831, 1834 y 1848 n del a)
[11] A pesar del
protagonismo y el lugar central de Rusia en el proceso histórico de la
revolución, elegimos como título “La revolución de 1917” porque la revolución
fue internacional antes que rusa, si bien fue desde Rusia que en el siglo XX se
propagó el incendio por todo el mundo. Ahora, en el siglo XXI, volvió a ser
internacional.
[12] John Reed nació
en Estados Unidos en 1887. Escritor y periodista, fue organizador de la IWW
(International Workers of the World) y luego miembro del Partido Socialista
norteamericano. En 1917 viajó a Rusia, junto a su compañera Louise Bryant y
como partícipe directo de la Revolución rusa, escribió Diez días que
estremecieron al mundo.
[14] Ya durante la guerra civil de 1918 a1921, se encarcelaron entre 150 000 a 400 000
« enemigos del pueblo : menchevique, contrarevolucionarios,
desviacionistas del propio partido comunista, victimas de la depuración, y
enemigos de clase y el ultimo campo de trabajo correccional se cerró en 1991.
Los campos nazis se crearon a partir de 1933 y se cerraron al final de la
segunda guerra mundial, aunque Speziallager
Sachsenhausen, Speziallager
Mühlberg y Internierungslager
Buchenwald, fueron campos que los sovieticos
continuaron utilizndo de 1945 à 1950, dependiendo del NKVD, y luego del MVD.
[15] Su verdadero nombre era Alexandre Bourson y fue
reportero de la guerra ruso-japonesa de 1904-5 y periodista en Temps y en
L´Ilustration.
[17] Ludovic Naudeau, Una reunión de extremistas, Le Temps,
22 de junio de 1917
[18] Ivan Alexeïevitch
Bounine, Jours maudits (1925-1926)
[19] Saraskina menciona el texto original, en el que se
establecía que: “las personas privadas de libertad y en estado de trabajar
estarán obligatoriamente empleadas en trabajos físicos”
[20]
Muerto de hambre en un monasterio por la hambruna que siguió a la Revolución
y publicado en 1917 y 1918 (L'apocalypse
de notre temps).
[21]
Alusión a “Los Poseídos” de Dostoievski
[22]
Jours maudits (1925-1926)
[23]
Génesis, 41 -
Bíblia Católica Online http://www.bibliacatolica.com.br/biblia-latinoamericana/genesis/41/
[24]
mayo de 1918
[25]
« Chaque
âge est un fleuve qui nous entraîne selon le penchant des destinées quand nous
nous y abandonnons. Mais il me semble que nous sommes tous hors de son cours.
Les uns (les républicains) l'ont traversé avec impétuosité et se sont élancés
sur le bord opposé. Les autres sont demeurés de ce côté-ci sans vouloir
s'embarquer. Les deux partis crient et s'insultent, selon qu'ils sont sur l'une
ou sur l'autre rive. Ainsi les premiers nous transportent loin de nous dans des
perfections imaginaires, en nous faisant devancer notre âge, les seconds nous
retiennent en arrière, refusent de s'éclairer, et veulent rester les hommes du
XIVe siècle dans l'année 1796. » Essai sur les révolutions, 1797 - Oeuvres
complètes de François-René, vicomte de Chateaubriand (1839), Volume 1
[27]
https://anrpaprika.hypotheses.org/3901
[28]
La Nueva Política Económica (NEP) fue una política económica a
la que se denominó “capitalismo de Estado”. Se permitieron algunas empresas privadas,
mientras el Estado controlaba el comercio exterior, los bancos y las grandes
industrias. Fue oficialmente decidida en el curso del 10° Congreso del
Partido Comunista de la URSS,
y se promulgó por decreto el 21 de marzo de 1921.
https://es.wikipedia.org/wiki/Nueva_Pol%C3%ADtica_Econ%C3%B3mica
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