2.
Entendiendo a Solzhenitsyn
2.1. ¿Cómo presentar a un “constructor de
catedrales”?
Se dice que para ver más lejos conviene subir a
hombros de gigantes[1].
Aleksandr Isáyevich Solzhenitsyn es uno de ellos. Nuestro personaje nació en
Kislovodsk (Cáucaso del Norte) el 11 de diciembre de 1918.
Murió en Moscú el 3 de agosto de 2008. Se destacó como un gran
hombre, un brillante estudiante y profesional, un valiente y hábil militar y
estratega, un gran pensador político y militante, un líder destacado, un
luchador y trabajador infatigable, un hombre de gran coraje, y un líder
ejemplar que triunfó en el medio de las mayores adversidades y con muy escasos
medios, influyó y dejo su marca en el siglo.
Fue marxista y luego cristiano, fue militar, fue
político a su manera, fue educador, padre de familia, fue un ruso “del
interior”, fue un gran estratega y un gran táctico, fue un líder y un gran
patriota, pero también un hombre preocupado y ocupado en el futuro de Rusia y
del resto del mundo. Sobre todo, fue un gran escritor clásico (enorme) con
quien hemos convivido sin haber apreciado todavía su verdadera dimensión.
Para muchos un fue personaje no valorado en su
justa medida. En parte fue “carne de cañón” de los medios y de campañas de
influencia -y desinformación- que afectaron su imagen pública en tiempos en que
la búsqueda de la verdad histórica y la memoria no atraen grandes públicos, o es
arbitrariamente selectiva. ¿Será que al haber caído la cortina de hierro en
Europa se dejó atrás un pasado al que no se quiere volver? ¿O debido al efecto
de las primeras traducciones piratas al español de sus obras, que hacían
fatigosa la lectura? ¿Será el deseo
subconsciente de evitar las imágenes del sufrimiento de los campos de
concentración soviéticos? ¿O la suposición de que sus relatos fueron
simplemente nuevas versiones de las historias de los campos nazis que ya se conocían?
¿O la pereza intelectual de hacer el esfuerzo de abordar la multiplicidad de
enfoques y de planos superpuestos que caracterizan la forma de escribir de este
gran autor? Teniendo en cuenta estos interrogantes, alguna información
adicional sobre el escritor parece ser necesaria. Que sirvan estas líneas por
lo menos como una introducción a este mundo diferente del que estamos
acostumbrados a considerar en Occidente, y en particular para quienes no hayan
estado en contacto con el autor.
Quienes hemos penetrado en el mundo del escritor,
hemos encontrado en su obra un pensamiento universal, clásico, en él que hemos
hecho propios los lugares, los temas y los acontecimientos de los que el mundo
entero sigue siendo y será protagonista. Toda su obra es cualquier cosa menos
la historia de un pasado extinto. Solzhenitsyn ha depositado en su obra la
memoria de lo que no funcionó, el catálogo de lo que hay que solucionar, y
algunas propuestas que constituyen el resultado de una de las vidas humanas de
mayor riqueza y productividad posible, sumada a un profundísimo estudio de la
historia, del pensamiento, y de la estrategia.
Su repercusión y relevancia es la de los grandes
clásicos de todos los tiempos. Va mucho más allá del hecho de haber escrito
quizás el más famoso relato de la vida en los campos de concentración soviéticos.
Su objeto es más vasto: es el hombre tomado en su integridad, rodeado por la
“telaraña” totalitaria, tema que va mucho más allá que cercos con alambres de
púa y guardias, o de los barrotes de una cárcel, o de un sistema político.
La cantidad de polémicas suscitadas a su alrededor
no ayudaron a generar un conocimiento uniforme ni a la formación de consensos
sobre sus aportes. Para muchos, Solzhenitsyn es un personaje del pasado que ha
pasado al olvido. Apostrofado en su momento por ser reaccionario, antisemita,
nacionalista, profeta de catástrofes, desagradecido, su imagen está teñida de
matices diseminados para obscurecer su vida, su "perfil", su
pensamiento, y su legado. Lo cierto también es que hay muchas preguntas que
responder. Una adecuada dosis de humildad, sirve también para evitar los
juicios apresurados.
Como afirma Joseph Pearce en su biografía[2], "en pocas ocasiones ha atraído un
escritor tanta publicidad, tanto buena como mala a lo largo de su vida.
Vilipendiado o reivindicado, amado u odiado, sigue siendo una figura
provocativa" Su herencia intelectual es de una magnitud aún no apreciada
por la intelectualidad occidental. Los millones de libros vendidos, son como
semillas al viento que esperan aún caer en tierra fértil para germinar y producir
frutos en abundancia.
Para Daniel J Mahoney[3],
premio Raymond Aron 1999, Solzhenitsyn (que no confunde el progreso moral con
el desarrollo tecnológico) "...debe ser leído a la luz de las tradiciones
literarias e intelectuales rusas, y a la luz de la gran tradición del
pensamiento político que comenzó con Platón y Aristóteles, y prosigue con
Montesquieu, Burke y Tocqueville". Por su completa experiencia y profundo
análisis de un siglo que ha sufrido con las ideologías, "su mensaje no ha perdido
nada de su actualidad, para una humanidad que continúa buscando un
sentido" En el fondo, a partir de su experiencia de vida bajo un régimen
comunista, su obra tiene que ver con lo que hacen todos los hombres de todos
los tiempos con su libertad. Como si fuera una especie de Dante de nuestra
época, con equivalente nivel intelectual y profundidad de conceptos, el clásico
ruso nos traslada en el tiempo y el espacio, guiándonos con una pluma orientada
siempre a la búsqueda de la verdad y el bien.
Su vida y su obra nos ayudan a ver todo ese mundo,
y -como si la vida fuera una carrera de postas- nos entrega un mensaje que no
podemos guardar en una biblioteca, sino que estamos obligados a llevar con
nosotros y a transmitir, como si fuera una llama al viento. Precisamente “Llama al viento” es una pieza
de teatro en la que el autor “describe” al mundo tecnificado y bucea acerca del
sentido de la vida, del hombre, de la técnica, etc.[4]
Aleksandr Solzhenitsyn parece haber tenido la
intención de abarcar, en su totalidad y en profundidad, los grandes problemas
del hombre del siglo XX, y de plantear soluciones. Esa tarea, de
imposible cumplimiento hasta para un numeroso, calificado, aguerrido y completo
equipo de intelectuales sobresalientes solo sirvió de incentivo a nuestro
escritor. Liudmila Saraskina[5],
sostiene en su biografía que "si se considera que el siglo XIX terminó con
la primera guerra mundial, lo mismo que el siglo XVIII se cerró con la
Revolución francesa, entonces Solzhenitsyn nació en el verdadero comienzo del siglo
XX, y, en el curso de su vida se habrá apropiado de todo el espacio histórico y
todo el horizonte semántico de ese siglo. El siglo que nace deberá redescubrir
el sentido escondido de las lecciones del siglo que acaba de terminar, y en
consecuencia estudiar y comprender los signos que marcaron el destino de
Solzhenitsyn. Comienza un pesado trabajo de acceso al conocimiento."
Alguien resaltó que sus libros son como catedrales.
Y un “constructor de catedrales”, sin duda alguna debe tener muchas de las características
de nuestro héroe. Entre ellas una que obedece a una inspiración que sin duda
alguna excedía el alcance al que pueda llegar un hombre por sus propias
fuerzas. Se preguntaba el cardenal Newman: “¿Una catedral es fruto de un deseo
pasajero o alguna cosa que se pueda realizar por propia voluntad?...
Ciertamente, las iglesias que hemos heredado no son fruto de un simple asunto
de capital, ni una pura creación de un genio; sino que son fruto de martirios,
de grandezas y sufrimientos. Sus fundamentos son muy profundos; descansan sobre
la predicación de los apóstoles, sobre la confesión de fe de los santos y sobre
las primeras conquistas ganadas por el Evangelio en nuestro país. Todo lo que
hay de noble en su arquitectura, que cautiva los ojos y llega al corazón, no es
un puro efecto de la imaginación de los hombres, sino que es un don de Dios, es
una obra espiritual.” Cuando se contempla toda su obra literaria como a una
enorme catedral, es posible apreciar los fundamentos, si se presta la debida
atención…[6]
La actualidad de su pensamiento convierte al primer
centenario de su nacimiento en una oportunidad para todo aquel a quién le
signifique algo este escritor, luchador, profeta, polemista y patriota. Y como
afirma Saraskina, será necesario "un pesado acceso al conocimiento" y
un denso trabajo intelectual para comprenderlo, si se pretende abarcarlo y recibir
con plenitud sus aportes.
Solzhenitsyn perteneció a la clase de los hombres
valientes y libres, y tuvo la paz de los seres probados. El mismo describió el
camino para encontrar esa paz[7]. Estaba convencido “que la línea que separa el
bien del mal no pasa entre los estados ni entre las clases, ni siquiera entre
los partidos políticos, sino a través de todos los corazones de los hombres”.
Creía en el individuo antes que en cualquier grupo, partido o estado. Creía que
la lucha contra la mentira forma parte de las cosas a las que está obligado
todo hombre: “el simple acto de coraje de un hombre común consiste en rechazar
la mentira. (…) Los escritores y los artistas pueden hacer más. Pueden vencer a
la mentira. En el combate contra la mentira el arte ha ganado y ganará siempre,
abiertamente, irrefutablemente, en el mundo entero”[8].
Se quejaba de que la sociedad occidental
había “perdido su coraje civil, tomada en su conjunto y separadamente; en cada
país, en cada gobierno, en cada partido político y por supuesto en las Naciones
Unidas. Este ocaso del coraje se nota particularmente entre los grupos
gobernantes y en la elite intelectual, causando la impresión de una pérdida del
coraje por parte de toda la sociedad”.
Luego de su muerte, André Gluksmann escribirá de él en
“El hombre que cambió mi vida”, que Soljenitsyne “era un hombre bueno y fiel; la amistad con
que me honraba no se debilitó ni aun cuando eran públicos nuestros desacuerdos
sobre la guerra en Bosnia y en Chechenia…” Subrayaba su apertura de espíritu al
afirmar que “contribuyó a liberar a la disidencia intelectual, en el Este, de
sus últimas reticencias en cuanto a la alianza necesaria, pero jamás osada,
entre los espíritus liberales o ateos y las iglesias u organizaciones
confesionales”[9].
Nikita Struve, el ya citado editor, traductor
y amigo de Soljenitsyne, dirá que “lo consideraba como uno de los grandes
escritores de su época. Quizás el más grande, porque combina el destino
histórico, la elevación espiritual y el arte”.
Lech Walesa afirmó
que “Soljenitsyne pertenecía a ese grupo de personalidades
irreemplazables y necesarias para crear un mundo mejor”.
Jean d'Ormesson -de
la Académia francesa- dirá de Soljenitsyne que, “como Hugo, domina su tiempo desde su estatura de gigante. Hugo
profetizaba el futuro. Soljenitsyne, más cercano sin duda de Dante y de un Infierno que el mismo habría
recorrido en la realidad, revela un pasado y un presente sepultado bajo
la mentira. … Soljenitsyne no es un hombre de letras. Es la conciencia de un
mundo que se pierde”.
[1] “Si he logrado ver más lejos, ha sido porque
he subido a hombros de gigantes” – Carta de Newton a Albert Hooke 5.2.1675 –
Cita del siglo XII atribuida a Bernardo de Chartres (1130)
[2] "Solzhenitsyn, un alma en el exilio" - por
Joseph Pearce, Ciudadela, 2007
[4] En aquel tiempo dijo Jesús a la multitud: "¿Acaso
se enciende una vela para meterla debajo de una olla o debajo de la cama? ¿No
es para ponerla en el candelero? Porque si algo está escondido, es para que se
descubra; y si algo se ha ocultado es para que salga a la luz. El que tenga
oídos para oír, que oiga". Siguió hablándoles y les dijo: "Pongan
atención a lo que están oyendo: La misma medida que utilicen para tratar a los
demás, ésa misma se usará para tratarlos a ustedes, y con creces. Al que tiene,
se le dará; pero al que tiene poco, aun eso poco se le quitará". San
Marcos 4, 21-25
[6] San John Henry Newman (1801-1890) - teólogo, fundador del Oratorio en Inglaterra - PPS, vol 6, n° 19
[7]
“Pero en sus corazones había paz. Estaban plenos de valentía; la de quienes lo
han perdido todo; el valor que no es fácil adquirir, pero que perdura siempre.”
“Alguien al que usted lo priva de todo, ya no está más bajo su poder. Está de
nuevo enteramente libre”. (El Primer círculo)
[8]
(Discurso de Estocolmo, 1974
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