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miércoles, 17 de diciembre de 2014

Aproximación al pensamiento de Joseph Ratzinger sobre el pluralismo religioso


UNIDAD Y PLURALIDAD 
DE LAS RELIGIONES


Por Jorge E. Velarde Rosso

Para descargar el articulo en PDF haga en el siguiente enlace Artículo 2.2.12.2014. Unidad y Pluralidad de las Religiones. Jorge E. Velarde Rosso

Introducción

“Aun quienes sólo conocen de la Iglesia católica apenas más que su nombre han oído de ordinario alguna vez que ella se designa a sí misma como «la única que salva»; para quienes han entrado en contacto más estrecho con la Iglesia y la teología no es raro tampoco que tras esa frase simplificadora se esconda una proposición… que se remonta hasta la antigüedad cristiana: Extra ecclesiam nulla salus”.[i]Para el pensamiento moderno y contemporáneo una afirmación así es francamente excesiva y pretensiosa; incluso el creyente entiende hoy que la misericordia divina traspasa las fronteras de la Iglesia jurídicamente constituida. Pero si esto es así, se hace evidente lo problemático que resulta para una institución como la Iglesia Católica el tema de la libertad y pluralidad religiosa puesto que, no sólo ha tolerado la pretensión, sino que prácticamente la ha erigido en elemento identidad. “Si esta pretensión cae –y nadie la esgrime ya en serio–, parece ponerse en tela de juicio la Iglesia misma”.[ii] Y sin embargo, resulta llamativo como el cambio se ha hecho, en términos prácticos, de manera relativamente suave. Excluyendo a los grupos ultraconservadores, tal suavidad parecería explicarse debido a la noción de que el cambio era una adecuación razonable y necesaria de la Iglesia a los tiempos modernos. Pero persiste la necesidad de plantear la cuestión sobre si aquella pretensión histórica fue simplemente un error de mentes menos ilustradas, o si puede llegar a ser compatible con nuestra conciencia actual. En otras palabras, ¿puede ser la Iglesia pluralista y mantener simultáneamente su pretensión universalista?

Dice Ratzinger: “Generalmente se tiene la impresión de que la historia del cristianismo, en los últimos cuatrocientos años, ha sido una retirada continuada de la batalla, en la que se han echado por la borda, una detrás de otra, las afirmaciones de la fe y de la teología”.[iii] Todo parecería indicar que esta pretensión universalista era otro de esos lastres anticuados que hacía falta desechar.

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