El crimen como absoluto
POR LUCIANO ÁLVAREZ
El 29 noviembre de 1869, cinco estudiantes, miembros de una célula revolucionaria, “la venganza del pueblo”, entran a una gruta en las afuera de Moscú. Uno de ellos, Serge Netchaév, líder del grupo, ha convencido a los otros que Ivan Ivanov es un soplón. La delación, hacia fuera y hacia adentro es una obsesión de los grupos clandestinos: “Cada miembro de la sociedad tiene los ojos en los demás y la delación es un deber,” dirá Dostoievski.
Apenas entran, uno toma a Ivanov por detrás, pero las manos vigorosas de Netchaév, que en la oscuridad había confundido cómplice con víctima lo liberan; Ivanov trata de huir, Netchaév se lanza sobre él. La víctima se defiende desesperadamente, muerde las manos de su verdugo y logra liberarse por un momento. Netchaév pide un revólver, otro se lo entrega, todos se arrojan sobre Ivanov, Netchaév apoya el arma sobre la sien y le dispara.
“Empujad a cuatro miembros de vuestro grupo a matar al quinto, bajo el pretexto de delación y apenas hayan vertido la sangre estarán unidos”, escribirá Dostoïevski. El escritor quedó profundamente impresionado por este hecho y no solo lo siguió por la prensa sino que obtuvo información de primera mano a través de su cuñado Ivan Snitkine, camarada de Ivanov en la academia agrícola.
El 19 de diciembre anuncia a un amigo que en tres días comenzará una novela en la que está entusiasmado. El resultado será “Los demonios”, publicada tres años más tarde y Netchaév se convertirá en Piotr Stepánovich Verjovenski, uno de los personajes más oscuros de la literatura, pero no más que su inspirador. El relato del crimen en el capítulo VIII de la parte III, apenas difiere de los eventos reales.
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