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lunes, 8 de octubre de 2012

Desde los primeros siglos del Medievo, prácticamente todas las reglas monásticas incluyeron las tareas de la hospitalidad.


LA ASISTENCIA SOCIAL DE LA IGLESIA
EN LA EDAD MEDIA. 

Luis A. Somarriba



     Frecuentemente los medios de comunicación insisten en resentarnos una visión oscurantista de la Edad Media, exagerando los errores, divulgando mentiras y pasando de puntillas por sus logros más sobresalientes, como la belleza alcanzada por las catedrales góticas o el impulso que para la cultura supuso el nacimiento de las universidades. En este sentido, seguramente una de las realidades más relevantes, y a la vez más olvidadas de aquellos siglos, sea la labor de asistencia social desarrollada por la Iglesia.  
  
     En el Medievo la pobreza era un mal de una abrumadora presencia. Amplios sectores de la sociedad vivían en una situación de precariedad económica. Una mala cosecha, la enfermedad o la muerte de un miembro de la familia podían ser factores determinantes para caer en la indigencia.

     Desde la época de los Apóstoles la Iglesia se sintió impulsada por la fuerza del mandamiento de la caridad, poniéndolo en práctica de diferentes maneras, comenzando por el difícil período de las persecuciones romanas. A partir del siglo IV el cristianismo se convierte en la religión dominante, y, tras la caída del Imperio Romano (siglo V), ayudará a construir una nueva civilización, fundada en los valores del Evangelio. Entramos así en la Edad Media (siglos V-XV), un tiempo en el que la Iglesia, además de llevar a cabo su labor espiritual, asumió la inmensa tarea de auxiliar el sufrimiento humano, ayudando a los más necesitados.  


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