por Nelson Castro
Obsesión cristinista por el 7D. Operativo K contra Lorenzetti.
El Fragatagate: internas e ineptitud. Tensión sindical. Lula dio clase.
Son estos tiempos de cólera en la vida política de la Argentina. La Presidenta teme que de aquí al 7D una medida judicial frene la brutal embestida que ha ordenado llevar adelante con la intención de destruir a Clarín. No quiere repetir el papelón que ya vivió en dos ocasiones: una, cuando minutos antes de comenzar la conferencia de prensa en la que pretendía anunciar la intervención de Papel Prensa y la eventual detención de Héctor Magnetto y Bartolomé Mitre, se topó con la declaración de Isidoro Graiver que la obligó a desmontar aquella operación; la segunda, con el caso de la imputación de ser hijos de desaparecidos –que resultó ser falsa– que se les hizo a los hijos adoptivos de la señora Ernestina Herrera de Noble.
“El 7D no debe pasar nada”, señala una voz que conoce el pensamiento mayoritario que anida en el seno de la Corte Suprema. La Presidenta tiene la misma información, por lo que presa del enojo viene zamarreando al ministro de Justicia, Julio Alak, a fin de obligarlo a desplegar toda la artillería de medidas con que en estos días el Gobierno busca avasallar al Poder Judicial. La reelección de Ricardo Lorenzetti –circunstancia que él mismo trató de evitar y no pudo debido a que ninguno de sus colegas quiso ocupar su cargo– disgustó al Gobierno. Ante ello, hay decisión en el pináculo del poder de esmerilar la figura del presidente de la Corte.
No contenta con ello, y como muestra del ambiente de desenfreno que se vive en la Babel de Olivos, la Presidenta ha ordenado impulsar la reglamentación del per saltum. En esta carrera hacia el pasado a la que se ha lanzado el Gobierno, el per saltum representa uno de los emblemas del menemismo. En el gobierno de Carlos Menem se lo aplicó para desbloquear la escandalosa venta de Aerolíneas Argentinas en 1990. Fue tal el desprestigio de este recurso que, siendo senadora, en 2006 Cristina Fernández de Kirchner se pronunció en contra. “Este es un per saltum para causas buenas. Yo no sé, en materia de derecho, cómo se hace una distinción entre per saltum para causas buenas y per saltum para causas malas. No se puede legislar un instituto para una situación en particular, porque luego va a venir otro a pedir exactamente lo mismo y quedaríamos en el medio de la inconstitucionalidad”, dijo por entonces. Nada que sorprenda desde el punto de vista de la contradicción que, al fin y al cabo, está en los genes políticos del kirchnersimo.
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La importancia del consenso
La importancia del consenso
- Si bien parece que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner entiende muy bien que su período en el poder llegará indefectiblemente a su fin en diciembre del 2015, por razones políticas comprensibles se siente constreñida a mantener vivo por algún tiempo más el tema de la re-reelección.
- Así las cosas, no le habrá inquietado demasiado la afirmación del expresidente brasileño Luiz Inácio "Lula" da Silva de que "la democracia es un ejercicio de alternancia", o la del presidente uruguayo, José "Pepe" Mujica, que aprovechó una visita a la Universidad Nacional de La Plata para señalar que a su juicio "los mejores luchadores no son los que hacen más sino aquellos que son capaces de dejar a alguien que los suplante", ya que por lo menos sirvieron para hacer pensar que la re-reelección sigue siendo una alternativa realista.
- Con todo, aunque puede parecer un tanto prematuro que los dirigentes políticos hayan comenzado a inquietarse por lo que podría ocurrir en la segunda mitad del 2015, el que los funcionarios principales del gobierno persistan en actuar como si en su opinión no hubiera posibilidad alguna de que la gestión de Cristina termine en el futuro previsible, resulta de por sí preocupante.
- Lo es porque se resisten a entender que, en una democracia, para tener éxito, cualquier proyecto político y económico a largo plazo necesitaría contar con el respaldo o, cuando menos, con la aquiescencia, de sectores muy amplios.
- Así las cosas, a esta altura, aquellos políticos y funcionarios que sinceramente creen que sería positivo que se consolidara el "modelo" de Cristina, deberían estar procurando convencer a miembros de agrupaciones afines a solidarizarse con lo que se han propuesto, lo que, desde luego, los obligaría a hacer algunas concesiones.
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Fascismo, estalinismo, kirchnerismo
- La discusión acerca del carácter“fascista” o “estalinista” del régimen kirchnerista ha alcanzado dimensiones tan extensas como las miles de páginas de la historiografía argentina ocupadas en caracterizar al gobierno del General Perón.
- La mecánica suele hoy comenzar por algún tipo de acción autoritaria del Gobierno a la que sigue la denuncia de su carácter fascista o estalinista por algún periodista o miembro de la oposición, y finaliza con una catarata de declaraciones oficialistas sobre la enormidad del exabrupto, con explícita mención del Holocausto y la Segunda Guerra Mundial.
- Paradójicamente, estas desmentidas no hacen más que poner en evidencia la existencia de un enorme aparato de propaganda gubernamental cuyas dimensiones y aspiración al control total de la información nos recuerdan las que un día manejaron fascistas y stalinistas.
- Ahora bien: igualar las acciones criminales de nazis y estalinistas con las domésticas barrabasadas del kirchnerismo es, sin dudas, una desmesura. Pero quienes acusamos a Cristina Kirchner y su gobierno de fascistas y estalinistas no sostenemos que el kirchnerismo haya matado millones de judíos y opositores, o declarado una guerra mundial.
- Por el contrario, decimos que es vergonzoso que un gobierno de origen democrático reivindique valores y repita prácticas similares a las de quienes sí lo hicieron.
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