ACULTURACIÓN, INCULTURACIÓN E INTERCULTURALIDAD
Los supuestos en las relaciones entre “unos” y “otros”
Por Luis Mujica Bermúdez - Fénix 43-44 (2001-2002) Revista del a Biblioteca Nacional del Perú, pp. 55-78.
La aculturación, la inculturación y la interculturalidad son proyectos y prácticas sociales que suponen un conjunto de conceptos que permanecen implícitos en los procesos de formación de un grupo, en la constitución de una nación o de una sociedad mayor. En este ensayo las tres categorías representan modelos de intervención o relación social entre grupos humanos, a los que por simplificación llamaré culturas. Estos grupos pueden ser políticos, religiosos, económicos, sexuales, étnicos, raciales, etc. Aquí subrayamos, de modo general, lo que vendría a ser una suerte de encrucijada general de los “proyectos” sociales, donde intervienen concepciones, intereses y metas de los que interactúan, en tanto que participan en un mismo proceso de intercambio a partir de sus prácticas concretas
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por REYES MATE - 7 ABR 1981
«¿Se puede aceptar el conjunto de las explicaciones que constituyen el análisis social marxista sin adherirse a la filosofía, a la ideología y a la política marxista?» Esta pregunta sirve de hilo conductor a la carta sobre Cristianismo y análisis político, que el general de los jesuitas, Pedro Arrupe, ha escrito a los superiores latinoamericanos y que acaba de aparecer en la revista Civilta Cattolica.
La carta es el resultado de un estudio iniciado hace un año en base a una encuesta formulada por el francés Ives Calvez, y enviada a diferentes especialistas de la Compañía de Jesús. Según ha podido saber EL PAIS, las respuestas fueron de lo más variado, desde posturas claramente marxistas a otras que aceptaban relativamente el marxismo, sin faltar las netamente antimarxistas.
La polémica subyacente es la afirmación, tan frecuente entre cristianos comprometidos de América Latina, según la cual un cristiano puede compaginar su fe con una aceptación del análisis marxista, al margen del materialismo dialéctico.
Existe, según Pedro Arrupe, elementos aceptables en el análisis marxista, tales como la atención a los factores económicos, el papel de las estructuras de propiedad, la sensibilidad ante la explotación del hombre, la importancia de la lucha de clases en la historia y la crítica del papel enmascarador de las ideologías.
La dificultad, sin embargo, reside en que método y contenido van unidos. Y dando por supuesto que estos cristianos no hacen suyo el materialismo dialéctico, no pueden por menos de identificarse con el materialismo histórico, en virtud del cual, señala el general de los jesuitas, «todo lo social, incluido. lo político, lo cultural, lo religioso y la conciencia, se entienden como determinados por lo económico».
Este determinismo «es perjudicial para la fe cristiana», puesto que lleva consigo una crítica de la religión y del cristianismo desde las meras relaciones de producción, una «crítica radical de la Iglesia que va mucho más allá de la sana corrección fraterna; tampoco se puede evitar, en el caso del materialismo histórico, una generalización indebida del concepto de lucha de clases, «aún cuando tenemos que reconocer la existencia de antagonismos y de lucha de clases con entero realismo».
El mismo punto de partida lleva consigo una estrategia política, envuelta en el mesianismo proletario, y que privilegia sistemáticamente el método revolucionario, aunque también reconoce la carta que el cristianismo «no excluye la revolución en situaciones extremas de tiranía que no tienen otro remedio».
Tras este análisis concluye la carta que «aunque el análisis marxista no incluye directamente la adhesión a la filosofía marxista, sin embargo, implica de hecho un concepto de la historia humana que no concuerda con la visión cristiana del hombre y de la sociedad». Por eso, añade el escrito, «la adopción no sólo de algunos elementos o de algunos enfoques metodológicos, sino del análisis marxista en su conjunto, no es aceptable para nosotros».
Tras este análisis concluye la carta que «aunque el análisis marxista no incluye directamente la adhesión a la filosofía marxista, sin embargo, implica de hecho un concepto de la historia humana que no concuerda con la visión cristiana del hombre y de la sociedad». Por eso, añade el escrito, «la adopción no sólo de algunos elementos o de algunos enfoques metodológicos, sino del análisis marxista en su conjunto, no es aceptable para nosotros».
Respeto y conocimiento
La carta del general de los jesuitas se mueve entre, por un lado, la afirmación de la incompatibilidad entre cristianismo y marxismo, entendido éste como un todo en el que el análisis de la realidad lleva necesariamente consigo la adopción de la ideología, filosofía y praxis política marxistas y, por otro, la voluntad de dejar las puertas abiertas, sobre todo en lo práctico.
Por eso, concluye la carta con cuatro consideraciones: que pese a las reservas formuladas, «no desanimemos a nadie en la búsqueda perseverante de esas metas que tienen una afinidad directa con la caridad». Que no sólo el análisis marxista, también el mundo liberal, está mezclado con presupuestos filosóficos discutibles. En este sentido, dice, «¿damos suficiente atención a los libros de texto que se usan, por ejemplo, en nuestros colegios?». Que «respecto a los marxistas, debemos mantenernos siempre dispuestos al diálogo». Y, finalmente, que «debemos también oponernos con firmeza a los intentos de quienes quisieran aprovechar las reservas que tenemos frente al análisis marxista, para estimar menos o aun condenar como marxismo o comunismo el compromiso por la justicia y por la causa de los pobres».
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Carta y Documento de trabajo sobre la Inculturación (14-V-78)
por Arrupe, Pedro, S. J.
"en «Acta Romana Societatis Iesu» XVII (1978) 229-255"
La Congregación General XXXIII confió al P. General la evolución ulterior y una más amplia promoción de la obra de la inculturación en toda la Compañía.
Recogí este encargo de la Congregación con tanto mayor interés cuanto que, por mi experiencia anterior y posterior a mi elección como General, estoy profundamente convencido de la importancia de este problema.
Entendiendo la cultura en el sentido en que lo hace la Constitución Apostólica Gaudium et Spes y, seguidamente la Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi y el reciente Sínodo de 1977 en su mensaje final, el problema de la inculturación se plantea a tan enorme escala, en situaciones tan dispares y con tan profundas y variadas repercusiones, que no es fácil descubrir líneas concretas de conducta universalmente valederas.
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Peronismo y Cristianismo
P. Carlos Mujica
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Peronismo y Cristianismo
P. Carlos Mujica
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LOS VALORES CRISTIANOS DEL PERONISMO
Lo primero que debemos considerar es porqué hoy, los cristianos en general, se interesan por la relación entre peronismo y cristianismo. Por qué empiezan a cuestionarse sobre las dimensiones políticas de la existencia.
El proceso empieza, fundamentalmente, en 1943 con la "Divino Afilante Spiritu" en la que Pio XII invita a los cristianos a volver a la Biblia. Y como la Biblia es un libro camal, concreto e histórico en el que se muestra que Dios se revela a los hombres a través de la historia humana (lo que Juan XXIII va a llamar los signos de los tiempos) los cristianos empiezan a interesarse por este mundo.
Después de la gran influencia de Theilard de Chardin, del marxismo, de los grandes profetas de la iglesia contemporánea y de los grandes profetas de nuestro tiempo como Camilo Torres, Helder Cámara, el "Che" Guevara, Marx, Freud, es decir de todos aquellos hombres que se han preocupado por el hombre y por la aventura humana.
Cuando empezamos a volver a la Biblia, empezamos a descubrir que Dios se revela a los hombres a través de la historia, para este descubrimiento también contamos con los grandes documentos de la Iglesia: Concilio Vaticano II, la constitución de Gadium et Spes, la Populorum Progressio y su aplicación para América latina que es Medellín y la aplicación de Medellín en la Argentina, que es San Miguel.
En síntesis, podemos decir que los cristianos, que habíamos privilegiado la relación personal en el amor, empezamos a descubrir que además de esa dimensión absolutamente irreemplazable, los hombres están condicionados; como dice el Papa en la Octogésima Adveniens, determinados por las
estructuras en las que viven. Por lo tanto, tengo que amar a los seres humanos y amar las estructuras que contribuyen a que esos seres humanos se realicen como hombres, a que vivan creadoramente. Y debo tratar de destruir o modificar las estructuras que les impiden vivir de esa manera. Y aquí entra
todo lo que hace a la dimensión política.
En 1954 aparece ese gran profeta que fue el abate Pierre, del que ya hemos hablado, y ocho años después en América latina Camilo Torres, otro profeta que dirá: "Los que hoy no tienen techo en América latina son legión, por lo tanto, el modo de lograr que esos hermanos míos tengan techo es hacer la revolución." Es decir, cambiar las estructuras de manera radical y posibilitar que el pueblo acceda al poder.
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