Maniqueísmo presidencial
Según la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, "hoy el colonialismo es más sutil, invisible, cultural", lo que a su juicio lo hace aún más peligroso que el colonialismo militar o económico de antes, de ahí la creación de una secretaría "de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional" que, espera, hará frente a quienes colaboran con el imperialismo mental que está resuelta a mantener a raya. Aunque a esta altura es poco probable que tengan demasiadas consecuencias concretas los esfuerzos de la presidenta y sus fieles por luchar contra ideas supuestamente extranjeras, como si fuera posible distinguir entre las ajenas y las propias, no carecen de importancia los intentos de hacerlo del gobierno nacional. Además de hacer más difíciles los debates políticos –con frecuencia degeneran en meros intercambios de insultos entre "patriotas" y "traidores"–, el maniqueísmo de Cristina ha incidido de forma muy negativa en su gestión.
Parecería que para ella cualquier manifestación de disenso debería atribuirse a la colonización mental de sus adversarios. Así, pues, si alguien se atreve a pedirle reducir el gasto público no será porque lo crea insostenible sino porque es un "cipayo" vendido al "neoliberalismo" que piensa como un norteamericano o europeo. Asimismo, es poco patriótico tomar en serio los rankings académicos según los cuales las universidades del país son a lo sumo mediocres o las pruebas internacionales PISA en que nuestros adolescentes se ven rezagados en comparación con casi todos sus coetáneos del resto del mundo, ya que, como nos aseguran los funcionarios del Ministerio de Educación, nuestras pautas son distintas de las imperantes en el exterior. También es extranjerizante preocuparse por la inflación, la seguridad jurídica, la corrupción y la manipulación de las estadísticas económicas. Hasta fines del año pasado el gobierno trató de aferrarse a una lógica exclusivamente argentina frente a los problemas de virtualmente todos los sectores. Los resultados de tanta terquedad están a la vista.
La mentalidad pueblerina reivindicada por Cristina, más la costumbre oficial de insinuar que todos los reveses se deben a una siniestra conspiración foránea urdida, es de suponer, en Nueva York o Londres, nos ayuda a entender no sólo el fracaso de su propia gestión sino también el de tantas anteriores.
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