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miércoles, 27 de enero de 2016

Evo Morales retrotrajo a Bolivia a la etapa precolombina


Una calamidad llamada Evo


por Carlos Alberto Montaner

Evo Morales ya cumplió 10 años como presidente de Bolivia. Es la persona que más tiempo ha ocupado el cargo consecutivamente en la historia de ese país desde que Simón Bolívar lo inauguró en 1825. Éste es su tercer mandato. Terminará en el 2019.

Le parece poco. No está conforme. Quiere reelegirse cuando llegue esa fecha. El relevo generacional y la circulación de las élites le dan una risita nerviosa. Ha convocado a referéndum para poder aspirar una cuarta vez, llegar al 2025 en la poltrona presidencial, y celebrar los dos siglos de la inauguración de la República.

Luego querrá seguir, y seguir, y seguir. Le resulta muy divertido ser presidente. Le gusta vivir en el Palacio Quemado. No sabe de leyes, de economía, de historia. No sabe nada de nada, salvo de las bondades infinitas de la coca, una planta cuyo cultivo es cada vez más extendido para tristeza de la DEA.

No importa. A fin de cuentas, el que gobierna es su vicepresidente, Álvaro García Linera, un profesor marxista, matemático y sociólogo, con un tremebundo pasado revolucionario, que se ocupa de la carpintería oficial. Evo, mientras tanto, se exhibe, juega al fútbol, diceevadas y se entretiene mucho.

Hay algo enfermizo en la necesidad de mandar que Evo exhibe. Es la representación viviente de la idea platónica del narcisismo. Ha enmendado dos veces la Constitución. Si gana el referéndum no tendrá que retocar el texto una vez más. Ya podrá reelegirse indefinidamente y morirá en la cama regia, como los monarcas antiguos.

¿Lo logrará? Debiera perderlo, aunque no se sabe. Ha aumentado el gasto público salvajemente. Cuando llegó al poder, el gobierno consumía el 21.05% del PIB. Ya va por el 43.26. Es el segundo país con mayor gasto público per cápita de América Latina. El primero es Ecuador (44.17%). Chile, que es la nación mejor gobernada de América Latina, le dedica a este rubro el 24.88.

Ese enorme gasto público no sería tan grave si el dinero de todos se manejara honradamente, pero no es así. Según el Índice de percepción de corrupción de “Transparencia Internacional” Bolivia es una pocilga: obtiene 3.5 de coeficiente. En esa catalogación, con menos de 5 el país desaprueba. Ocupa el lugar 103 de entre 175 escrutados. Es uno de los peores de América Latina.

Bolivia va de cabeza hacia una crisis. Probablemente devalúen después del referéndum. Como buen populista, ni Evo Morales ni su vice creen en la libertad económica ni en las virtudes del mercado. Son estatistas-clientelistas, han confiscado varias empresas clave, han suscrito la fatídica receta del Socialismo del Siglo XXI, y, con la colaboración de los servicios cubanos, no han dejado de encarcelar adversarios, exiliarlos, y, una que otra vez, los han asesinado.

Cuando llegaron al poder, Bolivia comparecía en un lugar razonable del Índice de Libertad Económica de laHeritage Foundation. Se clasificaba como “moderadamente libre”. Hoy está a la cola, y su economía es calificada de “reprimida”. Esa es la receta infalible para el desastre.

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