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viernes, 7 de noviembre de 2014

La caída del muro - ¿Revolución o implosión del sistema?


¿Quién derribó el Muro?

por Ricardo Benjumea 


¿Cayó el comunismo o fue derribado? Vuelven a abrir este debate unas desafortunadas palabras del ex canciller Helmut Kohl recogidas en “Die Kohl-Protokolle”, un libro publicado sin su autorización en vísperas del 25 aniversario de la caída del Muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989.

«Es totalmente falso pensar que, de pronto, el Espíritu Santo llegó a las plazas de Leipzig y cambió el mundo», dijoKohl al periodista Heribert Schwan. Frente al mito que ha encumbrado a los fieles evangélicos y a los activistas pacifistas reunidos cada lunes desde 1982 (crisis de los Euromisiles) en torno a los Encuentros de oración por la paz de la Nikolaikirche de Lepizig, lo que sucedió –sostiene el histórico líder democristiano– fue que «Gorbachov tuvo que admitir que ya no podía sostener el régimen» de la RDA, y el Muro se vino abajo.

El tono sarcástico en esta y otras declaraciones suyas puede seguramente atribuirse a los sinsabores y desencantos que le ha deparado la vejez al canciller de la reunificación, con duros golpes personales, desde la enfermedad y suicidio de su esposa Hannelore a los escándalos de corrupción en la CDU que ensombrecieron su legado político, pasando por el desprecio –correspondido– de su antigua delfín, la canciller Angela Merkel.

Pero Kohl –el político y el historiador– plantea un importante debate más allá de los medios de los que quieran servirse el Espíritu Santo o la Virgen de Fátima para intervenir en la historia humana, factores, por otra parte, que un católico como él no puede negar ni subestimar. ¿Qué papel jugaron las movilizaciones populares en el desmoronamiento del sistema socialista? ¿Qué mérito debe atribuirse a los miles de mártires y a los pacíficos luchadores por la libertad que allanaron el camino a las masivas protestas del 89 en Praga, Varsovia o Budapest?

El propio canciller se contaba entre esa mayoría resignada que incluso meses después de la caída del Muro seguía sin ver factible la reunificación alemana más que, si acaso, a medio o largo plazo (muchos alemanes occidentales, sobre todo en la izquierda, ni siquiera consideraban la reunificación deseable). Fueron los americanos y la propia dinámica de los acontecimientos los que le forzaron a pisar el acelerador de la historia. Fue George H. Bush –al frente de un brillante equipo diplomático– quien forzó a la RFA y a toda Europa occidental a pisar el acelerador. Igual que sucedió 40 años atrás con el Plan Schuman, el impulso político para la reunificación provino del otro lado del Atlántico. Y el impulso espiritual o moral, una vez más, llegó de Roma.

¿Revolución o implosión del sistema?


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