por Mª Virginia Olivera de Gristelli
Hace unos años, se notaba con relativa frecuencia en ambientes católicos argentinos, la subsistencia del sentido común que reconocía la necesidad de resistir ante la avalancha de basura que se nos venía encima con la Ley de Educación -ya vigente-, apelando a diferentes estrategias más o menos aceptables, pero insisto, con la intención clara de oponer un dique ante el diluvio de inmundicia. No reinaba el fervor de San Francisco Javier, pero sí de cierto sentido común al menos.
Hoy la verdad es que no sé si serán los cambios climáticos, o el olor a azufre que nos va embotando los “reflejos”, el caso es que me parece vivir eclesialmente en la ciudad de la Bella Durmiente del Bosque. Sí, muchos piensan que yo sigo “creyendo en los cuentos de hadas”, pues ya he pasado hace rato los 12 años, pero sigo completamente convencida de que la Verdad debe ser servida y para ello, debe ser amada, y que si a las almas se las acostumbra a nadar en la mentira y a respirar falacias, ese amor no puede crecer y desarrollarse como debe.
En el mundo de Tolerandia, pienso que no debe tolerarse el error sistemáticamente impartido, pertinazmente sostenido y cínicamente defendido. Pero quienes pensamos así, recibimos como respuesta de más de un sacerdote, representante legal, obispo y vicarios, miradas atónitas y urticarias súbitas, como si pidiéramos carrozas de calabazas.
Hace años, hasta los colegios católicos han claudicado y admitido finalmente que deben repetir y enseñar las mentiras de la leyenda negra antiespañola, cantando la loa indigenista -poniéndonos sus “plumas” hasta en la sopa-, abominando de Colón (la mujer que detenta el gobierno se ha dado ya el gusto de retirar su estatua, porque “le molestaba”) y de todo lo hispanocatólico.
Todos los dogmas del evolucionismo, del ecologismo new age, del democratismo liberal y por supuesto, la “mirada rosa” al terrorismo marxista ya han sido impuestos como obligatorios, y parece que entonces, ya es asunto cerrado. En las áreas artístico literarias, el nivel de “profundidad” es francamente subterráneo, y la fiebre de lo “popular” hace que el rock, la cultura (sic) callejera y hasta la grosería, se haya impuesto como contenido curricular oficial.
Hace menos de un año el gobierno de Bs. As. corrompe a menores a mansalva con un “portal de sexo y salud” llamado “Chau tabú” http://infocatolica.com/?t=noticia&cod=19452 , y pese a la recolección de firmas, alertas digitales, y comentarios, todavía no hemos oído ninguna voz de la Jerarquía defendiendo las almas de esos niños y jóvenes, la gran mayoría de los cuales han sido puestos bajo su cuidado pastoral el día de su bautismo. Una carta de un sacerdote coherente a los alumnos de un colegio, parece una voz que clama en el desierto.
Las áreas de Humanidades, Ciencia y Artes han sido arrasadas de un modo que creo que no tiene precedentes, haciendo crecer a nuestras jóvenes generaciones en la mentira y el pecado, con mínimas posibilidades de hallar algo sólido que les haga frente.
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