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viernes, 23 de noviembre de 2012

Tras caminar un día y coger una canoa por fin llegó a la aldea aborigen. Allí el Señor le tenía encomendada una misión muy especial.





¿Cuánto vale un alma? 
La aventura de un sacerdote para salvar a un aborigen


Javier Lozano
 
En una aldea recóndita de Papúa Nueva Guinea
 
 ¿Cuánto vale un alma? Debe valer mucho porque dice San Agustín que “quien salva un alma, asegura su propia salvación”. Todos los cristianos están llamados a colaborar en esta misión pero los sacerdotes debido a su labor concreta quizá lo vean de manera más tangible.

Es lo que le ocurrió al misionero monfortiano, el padre Rozario Menezes. Nunca imaginó que una visita a una inhóspita aldea en mitad de la jungla le deparara un encuentro tan grande con Cristo.

En su experiencia este sacerdote relata que tras ser ordenado fue destinado a Papúa Nueva Guinea donde atendería a los indios aborígenes, dado que la misión específica de su congregación es anunciar a Jesús donde no llega el Evangelio.

Una recóndita aldea en la jungla
Cuenta el padre Rozario que tenía que ir un día a un pueblo situado en la zona nómada. La única forma de llegar era caminando y en canoa y para ello hacía falta un día entero. Iba acompañado por un catequista que le iba guiando y abriendo camino entre la jungla. Además, las picaduras le provocaron un gran hinchazón en las piernas.

Tras este periplo por fin llegaron a la aldea y su acompañante fue a buscar a sus habitantes. Para sorpresa de ambos sólo había un anciano y dos niños ya que el resto se había ido de caza para obtener alimentos para las fechas venideras.


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