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lunes, 26 de noviembre de 2012

Cuando San Pablo muere en el año 64-67 decapitado en Roma, existe en la comunidad cristiana la perfecta autopercepción de su identidad diferenciada respecto de cualquier otra cosa.


Luis Antequera


Tuve la fortuna de acudir el pasado martes 20 a la interesantísima tertulia que tuvo lugar en el Ateneo de Madrid en la que Alberto de Mingo, Antonio Piñero, Mario Sabán y Carlos Segovia debatieron sobre el papel de San Pablo en la génesis de la religión cristiana. Y aunque los puntos de vista de cada uno de los ponentes fueron divergentes en casi todo, sí se vino a manifestar una suerte de acuerdo entre Piñero,Sabán, judío de religión y sefardí de origen, y Segovia, en el sentido de que San Pabloni pretendía crear una religión ni tampoco reformarla, y que de las tres posibilidades que expongo en el título, se inclinaba netamente por la tercera, a saber, “ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario”.


 En resumidas cuentas, queSan Pablo era un judío que permaneció en todo momento en la más estricta judaidad y que, en modo alguno, pretendió ni crear ni reformar nada, sino en todo caso, atraer gentiles al judaísmo, por razones que eran distintas en cada caso. Para Piñero por creer que el fin del mundo advenía “en diez minutos” según él mismo dijo; paraSabán, prácticamente por una cuestión nacionalista. Un judíoPablo que, además, habría muerto, según ellos, en el más ortodoxo judaísmo, prácticamente inconsciente e insensible al hecho de haber puesto los cimientos de un nueva religión y no de cualquiera, sino de la más poderosa de toda la historia, el cristianismo que profesa hoy día uno de cada tres habitantes de la tierra.
 
            A las interesantes tesis expuestas se les quedó sin embargo una explicación en el tintero, la que quiero exponer hoy aquí. Y es que, más allá de que fuera o no su intención, al inteligente y arriesgado Pablo no se le escapó en modo alguno que efectivamente estaba cuanto menos, reformando el judaísmo, si no directamente creando una nueva religión que irrumpía en modo definitivo con él.
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(*) N. del autor: formulo la cuestión implícita en el título del artículo tal como se formuló en la tertulia a la que se alude en él, que es lo que, al fin y al cabo, se comenta. No con intención alguna de soslayar el papel que a Jesucristo corresponde en la creación de una religión que, después de todo, se llama cristianismo y no paulismo.





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